Diez años es toda una vida en Villa Independencia, una localidad distante a 5 kilómetros de Caucete. Es que en este lapso de tiempo y con ayuda de los integrantes de la Fundación "Sólo Dios Basta", los habitantes del lugar sufrieron una transformación enorme: ya no esperan que les lleguen las cosas del cielo, sino que las gestionan por sus propias manos. Desde entonces, en el lugar se respira música a diario ya que tienen dos orquestas y un coro que da giras por toda la provincia, hay clases de catequesis y encuentros de reflexión, un campamento anual para unir a la comunidad, un festival y fuentes de trabajo surgidas allí mismo. De todas estas actividades participan padres, abuelos, hijos y nietos juntos.

Semejante experiencia valió para ser distinguidos como "Modelo de cohesión e inclusión social en el Foro Ibereroamericano de la Cultura de México" y dentro de pocos días más recibirán un premio de la Nación para poder recopilar sus historias y transmitirlas al país ya sea a través de la escritura y una obra de teatro.

"Lo mejor de todo este trabajo en la comunidad quizás no sean los premios, sino los cambios y la valorización de sí mismos que logró la misma gente", resume Fernando Loré, una de las cabezas de semejante apuesta ya que la Fundación "Sólo Dios Basta" llegó hasta allí de la mano de dos porteños (Jorge Cloro, el actual presidente y Loré, el secretario de la entidad) y dos sanjuaninos: Alicia Vega (la vicepresidente) y Juan Marcelo Busto (el secretario) que se instalaron en el lugar motivados por el desafío.

Basados en su espíritu católico y su compromiso pastoral, el primer paso que dieron fue una invitación a la gente que estaba sola o no tenía familiares, para la cena Navidad de 1999. Cada año hasta ahora se repitió el convite -para eso piden donaciones de comida- mientras tanto la idea fue creciendo y ahora ya nadie está solo porque entre "todos conformamos una familia", dice Fernando Loré.

A decir verdad, la cena en cuestión fue la excusa perfecta como para acercarse a la gente y conocer sus necesidades. Así descubrieron que tenían mucho para hacer. "En todo este proceso fue fundamental la ayuda de las Hermanas del Monasterio de Carmelo de María, que nos acompañaron en la búsqueda de valores y talentos", agrega este musicoterapeuta que también agrega que la comunidad tenía muchos problemas a nivel social y económico.

Después de la cena llegó el momento de formar el alma y el espíritu. Encararon la formación de la catequesis y de los sacramentos, además de jornadas de reflexión por un lado y por otro, la participación en talleres artísticos de teatro, pintura y música que fue el área que finalmente creció y prosperó. De hecho, tienen 130 niños y un número similar de adultos participando en las dos primeras orquestas comunitarias de la provincia (se sumaron tantos que tuvieron que dividir por niveles) y el coro.

"Siempre nos planteamos hacer espacios de encuentro para la gente que carecía en ese entonces de este tipo de propuestas. Y lo logramos. Inclusive los mismos chicos fueron los profetas que de alguna manera nos señalaban el camino por dónde ir y hacía que vinieran sus padres y abuelos. De hecho todas nuestras actividades son para todas las edades", asegura Loré con orgullo ya que buena parte de los 2500 habitantes (300 familias) encontraron algo que hacer. A su vez, aclara que los objetivos son sociales y no sólo competitivos o académicos.

"Aquí lo importante es crecer como comunidad", define el responsable de que la Nación y el gobierno local hayan dotado al proyecto de algunas flautas traversas, clarinetes, saxos, trompetas, violines, violas, violoncelos, contrabajos, piano y guitarra, que si bien no son suficientes, también son una excusa para compartir.

La música suena y la religiosidad se percibe a flor de piel. Es por eso que el desafío para estos 10 años es formar a la gente para que pueda replicar la experiencia en otros lugares.