Cada vez se habla más de personas y relaciones tóxicas. Pero, ¿a qué nos referimos? Muchas veces los más allegados son los que nos recomiendan que nos mantengamos alejados de relaciones en las que aparecen ciertas señales de alerta, “banderas rojas”, pero ¿exactamente a qué deberíamos estar atentos?

Al momento de comenzar una relación, el enamoramiento suele ser total. La famosa ‘fase de luna de miel’ puede hacer que no veamos ciertas situaciones que pasan inadvertidas pero se trata de la antesala de una relación tóxica. Las mentiras, las reacciones o respuestas violentas e incluso un comportamiento manipulador, controlador y donde primen los celos ‘enfermizos’, pueden aparecer de manera muy sutil.

Consultada por Infobae, Beatriz Goldberg, licenciada en psicología especialista en crisis individuales y de pareja, escritora y conferencista, dio su visión: “La baja autoestima es el principal factor predisponente para entablar una relación tóxica, esto da lugar a la constante necesidad de reforzar la seguridad propia y ajena; también la imposibilidad de poner límites y la poca capacidad de disfrute. Ese combo resulta explosivo, y confluye en una naturalización de circuitos de violencia verbal, física, económica o social a través de las redes”.

“Hay momentos de luna de miel con promesas y arrepentimiento, estos vínculos tienen vaivenes pendulares súper adrenalínicos, diferentes a vínculos más reposados, reflexivos y calmos”, apuntó.

En diálogo con Infobae, María Fernanda Rivas, licenciada en Psicología, psicoanalista, miembro de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA) y especialista en familias y parejas, se pronunció en relación a las señales que dan cuenta de la instalación de una posible relación tóxica: “Quien vive en pareja posee un encuadre -del que muchas veces ni siquiera se percata- para su vida cotidiana. La vida con otro establece rituales domésticos y hábitos (dormir y despertarse en horarios sincronizados, comer juntos, compartir historias comunes, mantener relaciones sexuales, etc.) que hasta regulan los ritmos biológicos y emocionales”.

De acuerdo a la especialista, la mente de una persona que se encuentra en pareja se ha modificado, porque tiene a otro incorporado a su vida, con quien ha construido un ‘nosotros’. Se dice también que la convivencia en pareja proporciona la vivencia de un “cuerpo vincular” que es una construcción simbólica derivada del contacto corporal entre los partenaires y que va más allá de la existencia del cuerpo individual de cada uno. “También se lo ha descrito como una especie de piel que envuelve y contiene al cuerpo de la pareja. Estas cuestiones hacen que la relación de pareja pueda ser terreno predisponente para vínculos que oscilan fácilmente del amor al odio generando intenso sufrimiento”, precisó.

“Se dice que en toda pareja existe un primer tiempo de “enamoramiento fundante”, al que se entiende como un estado cercano a la hipnosis y a la alucinación, más que al pensamiento racional. En ese momento predomina la idealización y la necesidad de fusión entre los miembros de la pareja. Este estado se atempera (no desaparece) y tiende a resurgir en reactivaciones pasionales. Se dice que es el “arquetipo de la locura, en la normalidad”, porque los verdaderos rasgos del otro pueden ser negados, en función de una ilusión de completitud. Y en este momento pueden perderse de vista ciertos indicios del inicio de una relación destructiva o que conlleve un alto grado de malestar”, completó Rivas.

En una encuesta de 2011 de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC), se llegó a la conclusión de que aproximadamente el 47,1% de las mujeres y el 46,5% de los hombres dijeron que habían experimentado alguna forma de agresión psicológica en una relación”.

Se trata de una foto que puede ser útil para saber qué señales de alerta buscar para poder proceder con precaución o cortar el vínculo si es necesario.

De acuerdo a Goldberg, otra señal de alerta es el miedo a la pérdida, cuando siempre se está tratando de reasegurarse no hay confianza ni tranquilidad. En estos casos hay manipulación constante en distintos grados desde leve a psicopatía.

“El victimario siempre tiene historias de víctima le hicieron de todo pero uno ve que levanta presión en pequeños detalles. La víctima tiende a mirar para otro lado por el circuito comentado en el fondo el otro con su baja autoestima controla al otro cuál objeto lo aleja, de todas sus zonas de confort y aparentemente lo ‘cuida’ de las malas”, añadió Goldberg.

Según la experta, las influencias en soledad son difíciles, eso debilita el día a día. Las personas tóxicas son seductores, natos encantadores de serpientes, hacen hiper dependientes a su parejas. “El tango se baila de a dos”, resaltó.

“La sexualidad no es termómetro porque suelen tener muy buen desempeño en ese ámbito, más aún en la etapa del arrepentimiento. Uno de los principales problemas es que el vínculo tóxico comienza de una forma sutil y va incrementándose”, puntualizó Beatriz Goldberg, autora de los libros “Dolorosamente, la violencia en la pareja. Cómo reconocerla y terminar con ella”, y “Parejas Tóxicas, ¡reciclar una relación es posible!”, publicaciones de las editoriales URANO y kier, respectivamente.

María Fernanda Rivas explicó a Infobae que cuando aparecen señales de que en la relación el otro no respeta los silencios, las distancias (tanto físicas como mentales), no se tolera en el otro la necesidad de que existan ‘terceros’ -contacto con el trabajo, el estudio, los amigos, los hobbies, las redes sociales, etc.- pueden ser indicios de que esté en riesgo de diluirse la individualidad y la autonomía. “Hay veces que simplemente el silencio del otro, el percibir su deseo de “estar a solas” puede llegar a ser sumamente desorganizante. Puede establecerse un sistema de hipervigilancia del otro que lleve a revisarle el correo, los chats, controlar u objetar la ropa con la cual se viste, etc”, alertó.

La especialista agregó: “Podemos hablar hasta de odios apasionados o de amores destructivos, cuando se da por sentado que el otro no tiene una existencia autónoma y se lo necesita para hacerlo sufrir permanentemente. Más allá de que observemos una víctima y un victimario, es importante considerar, en el abordaje, que ambos van construyendo un funcionamiento destructivo en el que quedan ‘presos’. En estos casos es muy frecuente que se instale, de a poco -y a veces hasta naturalizarse- la violencia física y verbal”.

“Otro aspecto muy importante a tener en cuenta es que los vínculos pueden enfermarse. A veces no son las personas las que están enfermas de violencia, sino los vínculos entre ellas. Esta idea nos aleja del campo de la patología individual y nos lleva al de la intersubjetividad. Este enfoque aporta un panorama más completo y nos permite, muchas veces, actuar en el campo de la prevención”, concluyó.