Jugar no es un simple juego. Más allá de divertirse, los niños adquieren una serie de habilidades sociales, emocionales o de autonomía personal imprescindibles para llegar a una etapa adulta sin complejos.

Aquí van algunas de las competencias que, según los psicólogos, adquieren los más pequeños en su momento lúdico.

1.Porque contribuye a desarrollar motivaciones intrínsecas

En la escuela los niños trabajan para obtener notas y elogios; en los deportes y actividades dirigidas por adultos, en busca de elogios y trofeos (motivaciones extrínsecas); pero en el juego libre hacen lo que quieren hacer, y el aprendizaje y los logros no son objetivo sino consecuencia de la actividad.

2. Porque aprenden a controlar sus vidas y a manejar sus condiciones físicas y el entorno

Al jugar los niños deben ser conscientes y controlar sus propias acciones para seguir las reglas, tanto las explícitas como las implícitas: no morder o golpear con todas sus fuerzas si juegan a peleas, caminar a cuatro patas si te toca ser caballo aunque ello resulte incómodo… Y eso les lleva a aceptar restricciones que quizá no aceptarían en la vida real, entrenando de esta manera su capacidad de autocontrol. En cambio, quienes crecen sin poder decidir y controlar sus acciones sienten que dependen de la suerte, de la buena voluntad o de los caprichos de otros.

3. Porque aprenden a tomar decisiones, resolver problemas, ejercer autocontrol y seguir reglas

En el colegio y en las actividades infantiles los adultos deciden qué hacer y cómo debe hacerse, y resuelven los problemas que surgen. En el juego, los niños deciden por sí mismos qué hacer, cómo y solventan los conflictos o imprevistos que se plantean.

4. Porque aprenden a regular sus emociones

Al jugar los niños afrontan situaciones desafiantes tanto desde el punto de vista físico como social. Andar por una barandilla o saltar desde ella es divertido en la medida que provoque un poco de miedo, pero deja de serlo si ese miedo es ínfimo o excesivo. Y al jugar también surgen conflictos y alianzas, y para continuar jugando el niño necesita controlar la ira y el miedo que eso le produce.

5. Porque hacen amigos y aprenden a llevarse bien con iguales

Mientras juegan entre ellos los niños no toleran aires de superioridad ni exigencias de un trato especial como sí conceden en ocasiones los adultos. Cualquier jugador que se sienta menospreciado por los demás se irá, así que hay que es importante estar atento a las reacciones emocionales de los demás para evitar que se enojen y se vayan. De ese modo los niños aprenden a entenderse, cooperar con otros y llevarse bien con los demás para no verse excluidos.

6. Porque les hace felices

Las investigaciones muestran que los niños se declaran mayoritariamente más felices en el juego social con amigos que cuando están en la escuela, con los padres, jugando solos o en cualquier otra situación.