Mojito
Ingredientes:

  • Vaso con hielo triturado hasta arriba y 6 o 7 hojas de menta aplastadas, pero no machacadas
  • 50 ml de ron blanco cubano
  • 25 ml de zumo de lima
  • 25 ml de jarabe de azúcar, hecho con partes iguales de agua y azúcar moreno (se puede echar el azúcar moreno directamente para simplificar, pero no se va a llegar a disolver del todo)
  • Agua con gas (opcional)

No es un cóctel difícil de hacer, pero todos sus ingredientes son esenciales y es imperativo tratarlos bien y que sean de calidad. Empezando por algo tan básico como el hielo, que debe estar preferentemente triturado. Por dos razones: primero, el mojito es de los pocos cócteles que necesitan diluirse un poco para rebajar la intensidad de sus sabores; y, segundo, porque debe enfriarse rápidamente.

La lima, que sea recién exprimida, por supuesto, y para que el dulzor sea consistente y no te quedes con una masa blanca en el fondo del vaso, mejor utiliza jarabe o sirope de azúcar en lugar de en polvo. La menta (o hierbabuena, como en la receta original cubana) debe ser fresca, pero lo más importante es cómo la manipules, que es lo que diferencia un buen mojito de otro que tu paladar agradecería que acabase regando la arena. El objetivo es que la hoja de menta suelte sus aceites aromáticos, porque el disfrute de la bebida depende mucho de los olores. Liberar no quiere decir machacar hasta la extenuación, porque lo único que se consigue con esto es que suelte la clorofila, lo que amarga el resultado. Machácala ligeramente o, como verás hacer a muchos bartenders, simplemente “despierta” sus aromas poniendo una hoja entre tus manos y dando una firme palmada.

La corriente más extendida es meter las limas ya exprimidas con piel dentro del vaso, pero esto puede contribuir también a que el componente amargo se vaya de las manos. Mejor tener un mayor control de los ingredientes y optar por una dosis exacta de zumo de lima.

Por último, el ron: debe ser siempre blanco (no confundir con de marca blanca) y, a ser posible, cubano. El ron oscuro se lleva por delante los sabores de la menta y del azúcar. Y hay que tener cuidado también con el agua que se utiliza para redondear la mezcla – si se prefiere con gas, mejor que no sea edulcorada para no desequilibrar una bebida ya de por sí azucarada; y, si es sin gas, que sea mineral, para no correr el riesgo de alterar el sabor o la textura.

Margarita

 

Según la versión que te cuenten, el margarita fue inventado en Tijuana, Tehuacán, Ensenada o Ciudad Juárez en algún momento de la primera mitad del siglo XX. Sea como fuere, lo que nadie pone en duda es que es el cóctel mexicano por excelencia y el principal responsable de dar a conocer las bondades del tequila por todo el mundo. Porque sí, un buen margarita (si se te ha olvidado la receta, te la recordamos: 5 cl de tequila blanco, 3 cl de Cointreau y 2 cl de zumo de lima recién exprimido; todo agitado en una coctelera y servido en un vaso con hielos previamente escarchado con sal) precisa de un tequila de categoría, uno puro, que sea 100% de agave (lo pone siempre en la etiqueta), como Patrón Silver (suave y dulce, con aromas a frutas y a cítricos) o Don Julio Blanco (el frescor del agave se fusiona con toques florales).

Michelada

 

La michelada es algo así como la respuesta mexicana al Boody Mary: un cóctel alcohólico hecho con cerveza y una combinación de condimentos que le confieren un sabor intenso, especiado y algo picante (dependiendo de la mezcla de salsas). Tiene varias virtudes: ayuda a combatir el calor, realza el sabor de los platos mexicanos al limpiar el paladar y, según a quién se le pregunte, es un remedio infalible para paliar los efectos de la resaca (o de “la cruda”, como se la llama en el país azteca).

No hay un consenso general sobre la receta original, pero quizá la más extendida hoy día sea la siguiente: un vaso ancho con el borde escarchado con sal, hielo, zumo y una rodaja de limón verde (o lima), salsas y una cerveza que puede ser rubia o negra, aunque los puristas la prefieren rubia. La combinación de salsas es lo que otorga la principal variedad a la receta. Las más utilizadas son salsa Maggi o salsa worcestershire (conocida también como salsa inglesa). Luego también son muchos los que le añaden unas gotitas de tabasco o similar para potenciar el toque picante. Si prefieres una chelada a secas, se hace sin condimentos; es decir, sólo con cerveza, limón y sal. Pero hay variedades más complejas, como la que se hace con clamato, una combinación de zumo de tomate y el líquido que sueltan las almejas, a la que se le puede incluso añadir gambas para obtener lo que se llama una michelada del mar. O utilizar soja para un toque más oriental.

Pisco Sour

 

Pocos cócteles hay en el mundo tan equilibrados, sofisticados y completos como el pisco sour. Es un cúmulo de sensaciones, todas placenteras: la cremosidad de la clara de huevo batido da paso al líquido helado; la acidez y los sabores y aromas cítricos del limón combinados con el dulzor del azúcar y la sequedad del pisco dan lugar a una mezcla tan sabrosa como (peligrosamente) adictiva.

Estos son los ingredientes y la preparación:

  • 2 partes (60 ml aprox. para un solo vaso) de pisco
  • 1 parte (30 ml) de zumo de limón
  • 1/2 parte (15 ml) de jarabe de azúcar (o una cucharada en polvo)
  • 1/4 parte (7 ml) de clara de huevo
  • Cubitos de hielo

-Para decorar y aromatizar, puedes rematar al final con unas gotitas de Angostura (ojo, sólo unas gotitas: hablamos de tres o cuatro máximo, para no alterar mucho la mezcla).

Introduce en la coctelera todos los ingredientes menos el hielo. Opta, al igual que en el caso del Whisky Sour, por un “dry shake” y agita con bastante brío durante un rato para conseguir que las proteínas de la clara se expandan al máximo al contacto con el oxígeno y den lugar a la espuma.

Luego ya puedes meter el hielo y agitar un poco más para enfriar el contenido (si no te quieres complicar y prefieres ganar tiempo, sobre todo si vas hacer mucha cantidad para servir a varios, siempre puedes utilizar una batidora en lugar de una coctelera, pero nosotros no lo recomendamos. La paciencia y el buen hacer siempre tienen recompensa).

Vierte la mezcla en un vaso corto (o en una copa pequeña de vino o de Oporto, si buscas más refinamiento) a través de un colador, remata si quieres con las gotas de Angostura y ya lo tienes.