Fuera su planificación para este año, los integrantes de la Fundación Manos Abiertas, decidieron festejar la solidaridad, ayudando. Es por eso que hicieron un alto en sus obras -una que está en proyecto y pretende armar un hogar de contención para enfermos terminales adultos, la otra, que sí funciona y que se basa en la rehabilitación de niños con patologías neuromotrices-, y se dedicaron a conseguir donaciones para dos guarderías infantiles manejados por monjas. Así fue como hace unos días los visitaron y quedaron tan impactados por el clima que se vive en cada lugar, que prometieron volver.

De hecho, por estos días, los más jóvenes de la entidad se están organizando para conseguir más donaciones. Piden colaboraciones tanto de ropa y calzado como de alimentos básicos y útiles para llevar al hogar del Barrio Huazihul como a la casa de la Medalla Milagrosa. Es que en ambos espacios no sólo se cuida a los niños y se les da clases de apoyo escolar mientras sus mamás trabajan, sino que también se les da de comer en distintos horarios. "El compromiso es volver cada fin de mes con algunas ayudas ya que en los dos comedores se manejan básicamente con la caridad. Por ejemplo, en el que depende de la Medalla Milagrosa, una de las misas del mes se destina para cubrir las necesidades del comedor. Fuera de eso, no reciben otros tipos de colaboraciones", contaron Teresita de Menegazzo y Gema Meglioli, dos de las miembros de la entidad.

El primer lugar que visitaron fue el Barrio Huazihul donde dos religiosas del Sagrado Corazón del Verbo Encarnado, cuidan a unos 40 chiquitos de hasta 5 años. Allí llevaron más de diez cajas con ropa y calzado. También leche en polvo y shampoo para hacer higiene en las cabecitas de los niños. "Es un ejemplo de lugar porque las monjas les enseñan a los niños a valorar lo que reciben y a tener buenos modales. Eso es educación para la vida. También les dan charlas a los padres", comentaron las mujeres.

La otra visita fue al Hogar de la Medalla Milagrosa en Rivadavia, donde también dos monjitas reciben a diario a más de 90 niños de hasta 12 años. "Están superorganizados porque hay casitas donde los chicos por edades toman clases o hacen actividades, mientras un grupo de colaboradoras se ocupa de desayunos, almuerzos y meriendas. Eso es solidaridad pura. Especialmente porque el lugar se fue armando gracias a donaciones de bancos, cocina y otros elementos fundamentales. Pero como no hay una ayuda oficial de nadie, por supuesto que necesitan más ayudas porque las necesidades de la gente que allí asiste son muchas", agregaron.

El leiv motiv de la cruzada solidaria en cuestión fueron las palabras del padre San Alberto Hurtado que dicen que "un fuego enciende otros fuegos". Y en la fundación están convencidos que así es. Lo han comprobado. "Es que lo que empezó como una visita se convirtió en compromiso", aseguraron las integrantes de la Fundación Manos Abiertas.