Si nadie tuviera nunca jamás un intercambio de opiniones diferentes el mundo no avanzaría, las cosas se harían siempre de la misma manera sin probar la riqueza del cambio y de la evolución. Los desacuerdos son las famosas crisis sinónimos de oportunidades. Y esto, aunque suene contradictorio, puede aplicar también a la crianza . ¿Pero cómo? ¿No era que está probado que las peleas frente a los hijos son perjudiciales para un desarrollo sano? Sí, es cierto. No se trata de vivir discutiendo ni de exponer a los niños a peleas violentas repletas de ira y de furia, sino que la idea es que la discusiones en buenos términos pueden ayudar a los más chicos a entender que el conflicto no necesariamente es sinónimo de desamor o de ruptura. Una discusión bien llevada sin que nadie se salga de sus cabales puede ser positiva para también fomentar la diversidad y la creatividad del pensamiento y para aprender a gestionar el conflicto.

 

Conflicto no es sinónimo de falta de cariño

 

¿Acaso es normal que una pareja no discuta nunca en la vida? ¿No deberían los niños poder aprender de sus padres a gestionar discusiones sin que impliquen una pelea o que se crea que por discutir se pone en riesgo el cariño que hay en una relación? En este sentido, la licenciada Diana Trajtenberg, profesora de la Licenciatura en Psicología de la Fundación UADE, asegura que "cuando los padres discuten por cuestiones o conflictos para resolver es esperable que no siempre ambos piensen igual y que surjan diferencias. En este caso, si los hijos están presentes y los padres perciben que esas diferencias las pueden poner en palabras desde el respeto, la flexibilidad y la empatía para así poder llegar en forma conjunta a un resultado superador de las dos posturas y construir una en conjunto, es un ejemplo de aprendizaje de que discutir no es necesariamente algo malo".

 

Que los hijos sean testigos de discusiones puede ser beneficioso para el desarrollo de sus emociones siempre y cuando luego del intercambio la pareja se siga tratando bien, de forma amorosa y amigable. "No se trata de evitar discutir o evadir el conflicto, sino de mostrar con naturalidad que podemos pensar diferente y que, aún pese a eso, nos amamos como pareja y seguimos eligiendonos cada día", señala la licenciada Mariana Kersz, psicóloga y directora de Clínica de Parejas.

 

La discusión en sí misma también puede ser un sinónimo de amor por más retorcido que suene aunque se trate, en realidad, de una lógica muy simple: "que circule la palabra y la comunicación entre los padres y dentro del grupo familiar, a pesar de que cada tanto sean discusiones, es una demostración de amor e interés hacia quienes la integran", explica Trajtenberg mientras que, a la vez, advierte que "si los conflictos no se abordan, se niegan o evitan, sólo habrá indiferencia y silencio".

 

La gestión del conflicto

Esto no es una apología de las discusiones o las peleas, sino que esto es asumir la realidad de que en la vida se discute y de que es mejor que nuestros hijos sepan qué hacer frente a esas situaciones. En la crianza las palabras sobran, los niños nos toman a nosotros sus padres como modelos para imitar, así lo afirma Kersz: "los modelos que los adultos damos a los hijos son generalmente más conductuales, esto significa que los chicos incorporan más nuestros actos que nuestras indicaciones verbales". De ahí que discutir -en buenos términos por supuesto- de manera racional y amable pueda ser un buen ejemplo para que los hijos aprendan así a gestionar el conflicto a partir de la imitación de un intercambio lógico.

 

Desde esta perspectiva, entonces, se trata de una una oportunidad de crecimiento y aprendizaje de habilidades sociales para el pequeño que debe ser preparado para vivir en una sociedad donde el conflicto es un asunto cotidiano. "Si la discusión acontece frente a los chicos puede ser bueno a los fines de que ellos vean que luego de discutir sus padres han logrado acuerdos y se siguen queriendo y eligiendo. La calidad de la interacción entre los padres y sus hijos es uno de los elementos determinantes de la conducta infantil y del desarrollo de la personalidad. Si asumimos responsablemente el ejercicio de la parentalidad, la confianza en los desencuentros puede actuar como una oportunidad para desarrollar nuevas estrategias y mejorar la resolución de conflictos", aseguran las especialistas de la UCA, la doctora Analía Losada, psicopedagoga y psicóloga especialista en Psicología de la Familia y las Instituciones y la especialista Julieta Marmo, psicóloga, especialista en Psicología Clínica de la Niñez y Adolescencia.

 

Tratarse bien

Discutir frente a los hijos puede tener, entonces, un lado positivo pero en tanto las partes se respeten entre sí. "Es diferente cuando los padres interactúan peleando con ofensas y descalificaciones mutuas, queriendo imponer cada uno sus creencias y posturas con respecto a las situaciones conflictivas como si fuera una competencia en la que uno se quiere imponer por sobre las ideas del otro y descalificarlo", señala la licenciada Trajtenberg.

 

Hablar siempre

De nada serviría exponerse en una discusión frente a los hijos si ese intercambio no es objeto de una charla con los niños. En este caso es el ejemplo más la palabra que explica y que tranquiliza. Las especialistas de la UCA indican que "si los hijos han visto o escuchado una discusión corresponde la explicación adecuada a la edad del niño y a su grado de conocimiento del conflicto. Las familias son más saludables en la medida en que pueden poner en palabras lo sucedido, vehiculizar las emociones y buscar nuevas estrategias de enfrentamiento al conflicto".

 

Por último, Kersz precisa dos claves para abordar el diálogo luego de una discusión:

 

-Centrar la conversación en que en todas las relaciones puede haber diferencias y opiniones cruzadas pero que no por eso dejamos de querernos o de respetarnos.

-Reforzar la idea de la negociación; retomar la discusión y resignificarla, convertirla en un verdadero modelo de aprendizaje de cómo deben ser enfrentadas las diferencias en el día a día.