Existe en nuestro planeta un polo oceánico de inaccesibilidad que resulta ser el lugar más remoto del mapa, el sitio más virgen del planeta y el punto menos visitado del globo en el orden de los espacios al nivel del mar.

Ese será el destino final de la Estación Espacial Internacional (EEI), el mayor laboratorio en órbita de la humanidad, que tiene los días contados. La NASA ha decidido desmantelarla y hacerla estallar en un operativo que busca evitar riesgos para la población terrestre. Con una vida útil que concluirá en 2030, el laboratorio orbital será dirigido hacia un punto remoto del Océano Pacífico para su destrucción controlada.

Ese lugar remoto, conocido como Punto Nemo, está ubicado en medio del Océano Pacífico Sur. Es el punto más alejado de cualquier costa o civilización.

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Su ubicación exacta es 48°52.6’S 123°23.6’W, y las tierras más cercanas a él están a más de 1.600 kilómetros de distancia y son las de la Antártida. Pero para remitirnos a la masa de tierra habitada más cercana debemos irnos hasta los 2.700 kilómetros del Punto Nemo, que es Chile.

Aunque Nemo quiera decir “nadie” en latín, el sitio obedece al nombre del prestigioso antihéroe marino del escritor Julio Verne, el Capitán Nemo, de la novela Veinte mil leguas de viaje submarino.

El descubrimiento de este sitio alejado del planeta fue realizado en 1992 por el ingeniero croata-canadiense Hrvoje Lukatela, quien determinó su ubicación mediante un software especializado. “La localización de tres puntos equiláteros es especialmente singular. No hay tres puntos sobre la superficie de la Tierra que podrían reemplazarlos”, explicó Lukatela en su momento.

El profesional calculó las coordenadas mediante una plataforma computarizada que transcribió la forma elipsoide de la tierra en procura de someter al programa a una precisión mayúscula. Se encuentra entre la isla Ducie, una de las Islas Pitcairn, la isla Maher de la Antártida y el islote Motu Nui de la Isla de Pascua —la punta occidental de Chile—.

Y el oceanógrafo Steven D’Hondt de la Universidad de Rhode Island, Estados Unidos, calificó al Punto Nemo como “la región menos biológicamente activa del océano en el mundo“. No hay materia orgánica, no hay alimentos, hay carencia de nutrientes, hay un ecosistema extremo, pero lo que estima ser un paisaje presuntamente idílico es un basurero plástico que aglomera los desechos a través de corrientes giratorias.

El Punto Nemo está cerca del extremo sur de la Dorsal Pacífico-Atlántica, también conocida como Cordillera de Albatros o Cordillera de la Isla de Pascua. Esta cadena montañosa submarina se extiende desde el Mar de Ross, cerca de la Antártida, hasta el Golfo de California, en dirección sur-norte a lo largo del fondo del Océano Pacífico. Marca el límite entre las placas tectónicas del Pacífico y de Nazca.

En la Dorsal Pacífico-Atlántica, cerca del Punto Nemo, hay respiraderos hidrotermales donde el magma y una mezcla de gases y vapores cargados de minerales emergen del fondo del océano. En estas fumarolas y fuentes hidrotermales, se desarrolla un ecosistema único en el que las condiciones de vida son extremadamente duras.

Sin embargo, algunas bacterias extremófilas son capaces de obtener energía de las sustancias químicas liberadas por los respiraderos. Estos organismos se conocen como quimiótrofos y obtienen la energía necesaria para su metabolismo a partir de compuestos inorgánicos.

Lo que hace especiales a estos organismos quimiótrofos es que pueden obtener energía en ausencia de luz solar. Son los productores primarios de una cadena alimenticia que no depende de la fotosíntesis, que es la base de la mayor parte de la vida en la Tierra. Estos organismos sirven de alimento a otras criaturas más grandes, como el cangrejo yeti (Kiwa hirsuta), que fue observado por primera vez en aguas del Pacífico en 2005.

La NASA explicó cómo sería el proceso de la maniobra para llevar a la Estación Espacial Internacional al fondo del Punto Nemo: “Una vez que trasladen el centro de investigación a un lugar alejado y seguro, lo desintegrarán junto con el vehículo en la atmósfera”. El objetivo es evitar que restos de la EEI caigan en zonas habitadas, minimizando los riesgos para la población y el medio ambiente.

Desde su puesta en funcionamiento en 1998, la EEI ha sido un símbolo de colaboración internacional en la exploración del espacio. Su construcción y mantenimiento involucraron a la NASA, Roscosmos (Rusia), la Agencia Espacial Europea (ESA), la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial (JAXA) y la Agencia Espacial Canadiense (CSA).

Sin embargo, con costos operativos cada vez más altos y tecnología considerada obsoleta, la NASA ha decidido dar por terminada su misión.