El creciente interés por los vinos desalcoholizados marca un cambio significativo en el comportamiento y las preferencias de los consumidores, desafiando las percepciones tradicionales del consumo de vino. Los vinos sin alcohol ha experimentado un notable crecimiento, especialmente durante la pandemia.
El enólogo mendocino Ángel Mendoza sostiene que “no podemos ir en contra del mercado abstemio, ya que el negocio mundial del vino sin alcohol prevé un crecimiento anual del 5% en la próxima década. Y estiman un movimiento de 10.000 millones de dólares para 2027. Será una de las principales tendencias que marcarán el consumo global del vino. El mercado de vinos sin alcohol es mucho más maduro en países como Estados Unidos, Francia, Alemania, España. Será otra oportunidad de nuestro país en el camino desafiante de la exportación para lograr competitividad y sustentabilidad, señala el experto que tambien elaboró vinos en San Juan.
Este aumento es indicativo de un movimiento cultural más amplio hacia la moderación, la conciencia de la salud y la inclusión en las prácticas de consumo sostiene el portal español Vinetur en febrero pasado.
Como abogado del diablo, el empresario, viajero y escritor mendocino Gabriel Rey radicado en Canadá en una entrevista en Enolife, sostiene que “es decir que al haberse identificado una demanda, la industria tiende a producir para satisfacerla. No veo aquí razones para producirlo como no fuere ese incentivo comercial”.
Sostiene Rey “me animo a afirmar que si no presenta cuerpo, volumen y estructura no sabe a vino. Y me extiendo un poco porque a menudo he discutido sobre el concepto de “bouquet” en el vino. Esta palabra, cien por ciento francesa, no designa solamente el aroma del vino como suele creerse. En verdad significa, etimológicamente, “ramo de flores” o “racimo de frutas”, por ejemplo de uva. Metafóricamente aplicada al vino, y un poco poéticamente también, designa el conjunto de características organolépticas que lo definen. Éstas deben estar equilibradas y armonizar bellamente, como en un ramo bien conformado. Por ejemplo, un vino con poco cuerpo y estructura débil pero con un alto contenido alcohólico tendrá mal bouquet, aunque su aroma fuere delicioso, puesto que ese “ramo” estará mal conformado. Entonces, volviendo al caso, si no presenta cuerpo, volumen y estructura, se trata de un bouquet muy incompleto, luego, no sabe a vino porque no es vino”.
Otros contras dicen que la legislación considera vino al producto con mas de 5 % de alcohol. Bebida menor a 5 grados no es vino, y que el sin alcohol no podrìa llamarse vino porque confunde al consumidor. Ahora la legislación vigente del INV permite llamar al producto, dependinendo del alcohol presente “vino parcialmente desalcoholizado” y “vino desalcoholizado (menos de 0,5 %)”, por lo que la palabra vino aparece ya como autorizada.
EL PODER DE LA PALABRA “VINO”
Resulta especialmente atractivo para las personas que desean reducir el consumo de alcohol sin sacrificar los aspectos sociales y culturales del disfrute del vino. Los procesos tecnológicos implicados en la desalcoholización del vino, como la destilación al vacío, la tecnología de conos giratorios y la ósmosis inversa, pretenden preservar el carácter del vino al tiempo que eliminan el alcohol. Sin embargo, estos métodos tienen distintos grados de éxito a la hora de conservar los perfiles aromáticos y de sabor de los vinos originales.
Vinetur destaca que las catas de vinos desalcoholizados revelan un espectro de calidad y fidelidad a la experiencia del vino. Mientras que algunas ofertas luchan por capturar la esencia de sus homólogos alcohólicos, otras, como Ariel Vineyards, han logrado resultados encomiables, produciendo bebidas que conservan las características varietales y algunos elementos estructurales del vino. Sin embargo, el perfil gustativo general de estos vinos a menudo se aleja de las expectativas tradicionales, a veces virando hacia el dulzor o mostrando sensaciones en boca alteradas.
Los retos a los que se enfrentan los vinos desalcoholizados se derivan del papel intrínseco del alcohol en la definición del aroma, el sabor y la sensación en boca del vino. Vinetur sostiene que el futuro de los vinos desalcoholizados depende de la capacidad del sector para innovar y mejorar la fidelidad sensorial de estos productos. A medida que los vinicultores perfeccionen los procesos de desalcoholización y exploren nuevas técnicas, la brecha entre los vinos sin alcohol y los tradicionales puede reducirse. El continuo crecimiento y diversificación de la categoría de vinos desalcoholizados subraya su potencial para redefinir los límites del mercado del vino.
Rey en cambio concluye que “he reusado obsecadamente llamar “vinos”, son absolutamente otra cosa, no tienen nada que ver con el vino aparte de compartir la materia prima utilizada en su elaboración y por lo mismo debieran, en mi humilde concepto, llamarse de otra manera y recibir un tratamiento completamente diferente. Y esto desde lo científico, lo técnico, lo industrial, lo legal y lo comercial.
El debate sigue abierto.