Los ojos llorosos de un nene de 5 años ven a su madre que llega a la salita de Nivel Inicial. La mujer lo había abandonado junto a sus hermanos hacía tiempo. El niño trata de contener las lágrimas. Entonces emerge la figura de su primera maestra: la Jardinera. Ella conoce la situación. Lo mima, le sonríe y le dice que él es una persona muy importante y lo reafirma con un abrazo contenedor. Revista ¡OH! dialogó con una de estas docentes, que tienen la misión de ir más allá de la planificación diaria, para convertirse en puntales emocionales de muchos de los más pequeños de la escuela, que suelen vivir en medio de crisis familiares.
La maestra se llama Mabel Arce. Como trabajó en varias salitas en departamentos del Gran San Juan, Zonda y Ullum, tiene vivencias en distintos contextos sociales.
Ejemplos de las situaciones críticas que las maestras de Nivel Inicial deben enfrentar son cada vez más y se deben a las consecuencias de una crisis en la sociedad, que ya lleva años, cuentan en el ambiente docente.
Hay situaciones que no están en los apuntes del profesorado, pero la vocación y el instinto maternal hacen que aflore esa fuerza y amor de estas profesionales, para contener a los niños necesitados de afecto, contención y respeto.
"Me incliné por la docencia de Nivel Inicial porque los niños en esta edad son frágiles, genuinos, dúctiles en el aprendizaje y es un privilegio ser la primera maestra en llevarlos de la mano a conocer un universo nuevo: la vida social y la escuela", dice Mabel, que se recibió hace 17 años, pero comenzó a trabajar hace poco tiempo, luego de acompañar full time los primeros años de sus dos hijas, cuenta.
La docente comenta que los niños del preescolar tienen muchas cosas en común, como su estructura de pensamiento, su apertura para recibir enseñanzas, capacidad de asombro, sus fantasías, pero también hay marcadas diferencias según su grupo social. Es decir, no es lo mismo un niño que vive en un barrio de monoblock donde predomina la violencia delictiva, a otro de una zona rural, en el que es más habitual encontrar familias con problemas de alcoholismo o abandono social, o sea, que viven en medio del campo, sin trabajo, ni expectativas de futuro, por lo que la violencia se da de otra forma. En ambos casos estos entornos influyen directamente en los alumnos.
No es que todo sea malo, hay chicos que manifiestan muy buena contención familiar y esto se proyecta en la conducta en la salita. Por ejemplo son niños que muestran valores, participan más de las actividades, sonríen con frecuencia, sus juegos son más creativos que violentos y no tienen problemas a la hora de obedecer consignas, explica.
Por otro lado, cuando la maestra tiene que sacar a relucir aún más ese amor, es al enfrentar situaciones que ponen a prueba el corazón, cuando el dolor se ve reflejado en el rostro de sus pequeños alumnos.
La docente cuenta otra de sus experiencias: "una nena no sabe por qué su papá se tuvo que ir de casa y ahora tiene otro papá nuevo. Está conmocionada, sin ganas de nada, ni de jugar, ni de reírse, tampoco de escuchar un cuento. Parece que no tiene esperanzas. Sin embargo, un abrazo de su seño, palabras de aliento y la constancia de prestarle mucha atención, son un bálsamo para su dolor".
Otro de sus alumnos con dificultades de aprendizaje, frente a la consigna de completar el esquema corporal (dibujo de su cuerpo), evidencia dificultad para incorporarle los brazos al dibujo. Frente a esta situación la maestra apela a recursos de jugar con los brazos del chico y aún así no lo logra. Entonces ella le recuerda que "los brazos son para abrazar, como por ejemplo a la mamá y a sus seres queridos". El niño le devuelve una mirada de desconcierto. Es que él es uno de muchos hermanos, que viven en un hogar de extrema pobreza y donde estas expresiones de afecto son cosa rara. Ante la mirada del chico, la seño deja sus cosas de lado para darle un "abrazo de oso". A todo esto, el niño, perplejo, responde de forma tímida con su abrazo y una sonrisa en la que muestra el descubrimiento. Luego va rápido hasta la mesita y los dibuja en el cuaderno, bien grandes, magnificados. Los acaba de vivenciar con amor.
En este contexto es común que aquellos niños que van con serias faltas de higiene personal tengan bajo rendimiento escolar. Es que la desatención por parte de la familia lleva a ambas cosas de la mano. Esto genera en ellos una pobre imagen de sí mismos, es decir una baja autoestima, que se nota a la hora de trabajar en clase. Es el caso de un niño que comenzó a mostrar mejor predisposición después de insistentes indicaciones para que se lavara las manos y la nariz. "Es que vos sos una persona importante, por eso tenés que estar bien arreglado", le dice la maestra. Lo que al principio para el niño era fastidio, se transformó en una actividad placentera que lo hizo descubrirse importante.
"Son tantas las situaciones vividas que me devuelven con gratificación el placer de desarrollar mi vocación. Creo que la mejor herramienta con la que contamos es el amor genuino, que lo perciben los niños, porque nos abre caminos para sembrar en ellos, valores y virtudes. Los conocimientos pueden olvidarse, pero el amor es más fuerte", concluye.

