Cifra récord y en horas hombre. Desde la puesta en marcha de Veladero (octubre de 2005) hasta la fecha, más de 2.000 personas fueron capacitadas en diferentes rubros. Pertenecientes a Jáchal e Iglesia, las zonas de influencia del proyecto, estas personas representan una apuesta a la enseñanza como herramienta maestra de los programas de desarrollo sustentable de Barrick, la compañía a cargo del proyecto. El perfil de las capacitaciones es variado y abarca temáticas que apuntan a lo educativo, productivo, salud y seguridad y formación minera (ver aparte). Según el tipo, los cursos fueron concebidos bajo asesoramiento de consultores de la empresa o bajo pedido expreso de la comunidad; como lo es el caso de los cursos de herramientas informáticas a los docentes de la zona.
Con un segmento que abarca a jóvenes y adultos (productores y docentes), el objetivo de su realización es el mismo: ampliar los horizontes laborales. “Las capacitaciones contribuyen a que la comunidad tenga más oportunidades de crecimiento profesional y laboral, lo mismo a que los jóvenes no tengan que emigrar para buscar nuevas oportunidades. Es uno de los grandes impactos que tiene la minería desde el punto de vista de la filosofía de Minería Responsable”, comentó al respecto Miguel Martín, Jefe de Comunicaciones de Barrick.
En este sentido, la carrera terciaria en Higiene y Seguridad Laboral que se dicta en la Escuela Columna Cabot, en Villa Iglesia, representa una de las iniciativas insignia de la compañía. Avalada por el Ministerio de Educación y la Universidad Tecnológica de Mendoza, la carrera incluyó a 35 alumnos con todos sus estudios becados desde hace tres años.
De este grupo y hacia fines del año pasado, se recibieron 15 chicos mientras que el resto estará culminando a partir de este mes con la presentación de su trabajo final.
Para Luis Balmaceda, director de la Escuela Columna Cabot, la iniciativa fue una buena forma de “recapturar” a los jóvenes de la zona y evitar su emigración a las áreas urbanas. “Aquí era muy común que nuestros chicos culminaran el secundario sin tener perspectivas de futuro. Son pocos los que pueden viajar a la ciudad para una carrera terciaria, que en la mayoría de los casos tampoco culminan porque deben trabajar para pagar la carrera”, explicó Balmaceda.
Según el director, la existencia de este terciario cambió la visión de los jóvenes del lugar. “Muchos se acercaron a consultar y empezamos a notar un interés en la enseñanza como un cambio de vida. No es que antes no existiera, pero sin dudas había que adaptarse a lo disponible en el pueblo en materia laboral y de enseñanza”, dijo el docente.
Como esta carrera terciaria es una experiencia piloto, se proyectó sólo para sus tres años de duración con el fin de evaluar el desempeño de los alumnos y la repercusión en la comunidad. Si bien aún no está confirmada su continuación para un nuevo grupo de alumnos, los iglesianos ya se atreven a soñar con una segunda edición de la carrera.

