El frente de la casona invita a mirarla con detenimiento. Sus altas paredes, sus puertas y ventanas que fueron hechas a mano con maderas de algarrobo pintadas de color marrón; sus rejas de hierro trabajados en herrería antigua. Esa casona trinitense se yergue en medio de la ciudad como mudo testigo de tiempos centenarios vividos en la provincia. No hay testimonios sobre quiénes fueron sus primeros dueños; pero todo indica que dentro de esos tapiales hay una rica historia. Los años hicieron que esta edificación tenga su atractivo y fuera refaccionada. En la actualidad, parte de ella es ocupada por oficinas de la Cooperativa San Martín y la Asociación de Viñateros Independientes. En ese marco, "la casona’ está a punto de convertirse en "museo de la vitivinicultura’, además de formar parte de la Ruta del Vino de la Capital, donde se venderían productos regionales como pasas de uva, aceitunas, entre otros+. Así lo explica el titular de la entidad que agrupa los viñateros, Juan José Ramos.

El directivo es uno más entre los viñateros y sanjuaninos anónimos que en el transcurso de unos 30 años sumó objetos antiguos que tuvieron que ver con el desarrollo vitivinícola del país. Ramos se entusiasma cuando habla de esta casona. "Es visitada de forma permanente y gratis por alumnos de escuelas primarias de distintos lugares de San Juan’, cuenta. Agrega que "el intendente capitalino, Marcelo Lima, el secretario de Cultura y Turismo de ese municipio, Luis Meglioli, ya mostraron su interés de que este lugar sea declarado museo y de esta forma ser un aporte al desarrollo turístico de la provincia’.

En el recorrido por la casona, Ramos hace las veces de anfitrión y cuenta algunos detalles sobre la historia de este lugar transmitida de forma oral por las distintas generaciones.

De movida, al ingresar a este edificio, lo primero que llama la atención del visitante es un filtro de agua y una tinaja. Se trata de objetos usados desde la época colonial, que incluso suele verse en algún pueblo alejado, bien de tierra adentro.

Dos puertas a los costados se abren para conocer sendas dependencias. A la izquierda hay una oficina. A la derecha hay un antiquísimo comedor, hoy utilizado para reuniones, pero que guarda vestigios de historia. Un piano centenario, una caja de madera y vidrio con una

colección de candados de diseños poco comunes, que denotan su antigüedad centenaria. Una máquina de escribir de principios del siglo XX y un libro de 1910 que contiene la historia de los primeros cien años de la vitivinicultura sanjuanina. Estos son algunos de los objetos preciados por los viñateros. "Todos estos tesoros fueron encontrados o bien comprados, o rescatados de su segura destrucción a lo largo de décadas+, explica Ramos.

Al salir de esta habitación hacia una galería, se ven los altos techos de esta casona. Están construidos de caña y barro atadas con tientos de cuero de vaca, como se hacia a fines del siglo XIX y principios del siglo XX.

El piso de la casona tiene en partes vestigios de una especie de adoquines, que se rompen si se los quiere despegar. En otras partes los ladrillos hacen las veces de pisos interiores.

"Claro que hay que tener en cuenta que la edificación fue refaccionada después de los terremotos de 1944 y 1977′, cuenta Ramos, como para explicar que este lugar no siempre estuvo con el esplendor actual.

Es que el visitante que admira la arquitectura colonial y la historia puede deleitarse al ver sus paredes con fotografías centenarias de San Juan, enmarcadas y bien cuidadas.

En el centro de la galería hay plantas autóctonas que dan sombra y belleza al lugar. Entre tantos objetos que atraen como un imán la atención del visitante está una serie de herramientas utilizadas por los toneleros en la industria vitivinícola, entre ellas, escofinas, cepillos, taladros de mano. A un costado, tres damajuanas de 25 litros cada una, dentro de unas cajas de madera y las antiguas gamelas hechas en cuero de vaca. Además, un lagar, también hecho de cuero de vaca. Todo esto permite introducirse en la historia de cómo era el trabajo en los viñedos sanjuaninos hace más de 100 años.

La casona tiene 14 dependencias. Algunas habitaciones son utilizadas en la actualidad como oficinas, donde se cuida el detalle de la construcción colonial.

La cocina es amplia, con una chimenea cuya boca interna mide más de dos metros de ancho. Esto permitía, a quien cocinaba, elaborar distintas preparaciones e incluso tener un espacio para hacer el fuego con leña.

Ya en el patio exterior, los árboles de gran tamaño muestran el paso del tiempo. Los olivos y aguaribay, como el resto de las plantas tienen sus canteros demarcados con gruesos palos.

En otro sector, más herramientas de campo introducen al visitante en el túnel del tiempo. Distintos arados hechos de madera de algarrobo con puntas de hierro muestran los distintos diseños de principios del siglo XX.

Entre los objetos históricos hay un camión de 1914 que era utilizado para transportar vino. Una carreta y un sulky son otras de las atracciones.

Un párrafo aparte merecen las plantas que conviven en esta casona. Desde un retoño de la higuera de la casa de Domingo Faustino Sarmiento, pasando por ejemplares autóctonos y vides de distintas variedades como Superior, Moscatel, Red globe, hasta otras plantas como membrillos, damascos, duraznos, ciruelas, tunas, retamos, son parte de un lugar que ya es un museo y que sólo se espera su bautismo oficial.