El día que Elizabeth Castro esperaba en la lencería para hacer una de sus compras preferidas, y entró una señora consultando si tenían ropa interior para personas con mastectomía, fue un antes y un después en su vida. Es que esa pregunta no sólo abrió un interrogante a su desconocimiento y su desconcierto sino que a su vez fue la llave de ingreso a un mundo de posibilidades.

Ese día, después de interiorizarse acerca de los tratamientos quirúrgicos a los que son sometidas las mujeres que padecen un cáncer de mama, definió cuál sería su camino.

A partir de ahí, comenzó a darle forma a un emprendiento textil de lingerie que resultó no sólo original, sino además con una veta solidaria y de servicio para quienes necesitan superar la extirpación de parte de la glándula mamaria, de uno o ambos pechos. Y especialmente tener una buena calidad de vida.

Elizabeth había estudiado Diseño de Indumentaria en un instituto en Buenos Aires. Tenía en claro, inclusive antes de recibirse, que se abocaría a la lencería, una de sus grandes pasiones. De hecho, fue lo que empezó a hacer de vuelta a San Juan. Inclusive para especializarse y no dejar detalle librado al azar empezó a tomar cursos a distancia, vía Skype, con una maestra en el tema, Gladys Quevedo. Justamente en ese interín es que sucedió el episodio de la lencería, en el que ni ella, una ocasional clienta, ni la vendedora, sabían de qué se trataba la mastectomía.

‘Cuando le propuse a Gladys incursionar en la lencería adaptada para personas que han perdido una mama, le pareció fantástico. Así es que empezamos a trabajar vía remota dos veces por semana, cada una en su máquina, pero apostando a lograr un producto diferenciado. El objetivo era adaptar la lencería convencional a las necesidades de una persona mastectomizada. Y nos salió”, cuenta la emprendedora que hace dos años comenzó con esta iniciativa que va creciendo poco a poco gracias a que en el 2015 recibió ayuda del Estado a través de un Capital Semilla que le permitió comprar telas y maquinaria. Así surgió Circe Lingerie, una de las pocas marcas que hay en el país que se dedican a responder a las necesidades de estas pacientes, según investigó el mercado. La diseñadora aclara que en general, la ropa interior especial para quienes superaron esta enfermedad que se consigue llega del exterior y por ende los precios son, en muchos casos, inalcanzables. Pero eso no es todo. Suelen ser prendas sencillas, clásicas y sin mayores detalles. Elizabeth los llama ‘productos medicamentizados u ortopédicos’ por denominarlos de algún modo y para diferenciarlos de sus corpiños que, a simple vista, no distan mucho de los comunes. Sin embargo tienen muchos detalles en su interior: usa telas suaves porque la zona de los pechos queda sensibilizada, las costuras están hechas por fuera de la prenda, los elásticos son afelpados para que no rocen la piel, los breteles son anchos para dar firmeza, los escotes son altos para cubrir la cicatriz. Y fundamentalmente el corazón de cada corpiño tiene una especie de bolsillo reforzado para contener la prótesis, generalmente de silicona.

‘Los hago a medida, aunque también tengo un stock. Elijo colores fuertes y suaves, inclusive estampados porque las mujeres que superaron una mastectomía son sobrevivientes y celebran la vida, quieren ser sexys y disfrutar de su coquetería como cualquier otra mujer. Son ejemplos de vida y lo transmiten a cada instante”, cuenta feliz por los productos. a los que considera el resultado de horas y horas de trabajo, de prueba y error y de consultas a médicos oncólogos del Instituto San Marcos, a su ginecóloga e inclusive al asesoramiento de una paciente, Gaby, que hizo las veces de ‘modelo” y de crítica especializada.

Si bien también diseña corpiños clásicos y en los tonos tradicionales, como blanco, beige y negro, también se da permiso para incorporar todos los colores posibles, les adosa puntillas de algodón, encajes. Tiene dos modelos: uno deportivo para usar los primeros seis meses después de la intervención quirúrgica según recomiendan los médicos y otro con aros -que no son de metal, sino son planos y de plástico, con las puntas redondeadas- para usar más adelante. También ya ha logrado una colección de mallas enterizas, está diseñanado bikinis -porque, dice, hay pacientes de todas las edades- y turbantes multicolores.

‘No es que no me interese el dinero, pero si alguien no puede pagarlo yo busco el modo de que lleguemos a un acuerdo. Es que me interesa que la persona se sienta cómoda y feliz por tener algo que le hace superar un momento doloroso. Para mí, mi trabajo, significa ayudar a otros”, asegura la chica que vende a precios más bajos que los que tiene acostumbrado el mercado en este rubro y que, sueña con hacer una producción especial para quienes concurren a buscar ayuda a Fundamé, la Fundación María Echenique, que aunque se aboca a los niños con cáncer también hace un seguimiento especial a mujeres que han pasado o que transitan la enfermedad y por eso son puntales en la provincia, desde hace algunos años, en las campañas de donación de cabello para confeccionar pelucas. Esa, sería, su gran obra. Y su mejor stock.