El itinerario está pensado para una semana comenzando por la ciudad capital, donde lo recomendable es dormir dos noches. Desde allí se hacen paseos al dique de Ullum, a bodegas y al Museo de Bellas Artes Franklin Rawson, uno de los más importantes donde se encuentran piezas únicas y de gran valor artístico.

Al tercer día de viaje se puede seguir hacia el este de la provincia por la Ruta Nacional 141 y hacer una parada en el sobrecargado santuario de la Difunta Correa. Al seguir camino por la Ruta 141 pasando el río Bermejo y poco antes del poblado de Marayes, se debe abandonar esa ruta para tomar rumbo norte por la Ruta Provincial 510 hacia al pueblo de Valle Fértil, donde conviene hacer noche para visitar al día siguiente el Valle de la Luna, allí hay varias oportunidades de hospedaje, tanto en hoteles como cabañas. Este árido parque era hace unos 200 millones de años una selva con lagos rebosante de vida, donde habitaron los primeros dinosaurios cuyos huesos perduraron petrificados entre la arenisca sedimentaria de un valle que brotó de las entrañas de la tierra cuando se levantó la cordillera de los Andes. Una visita imperdonable es al Parque Nacional de Ischigualasto. En realidad el Valle es un hermoso lugar para pasar tranquilamente unos tres días, visitando aquellos que disponen de vehículo cuanto rincón serrano hay. Otra opción es llegar hasta Talampaya, ya que se encuentra a escasos kilómetros.

Rodeo

La ruta más común que se sigue luego de visitar esos parques es la famosa 40, que se interna apenas en La Rioja para ingresar de nuevo a San Juan rumbo al pueblo de Rodeo, donde se recomienda dormir en alguna de sus confortables hosterías, campings y complejos de cabañas. Otra alternativa es alojarse en el cercano hotel de Las Termas de Pismanta. El sitio más interesante para visitar en esta zona a 180 kilómetros de la capital, en el extremo noroeste de la provincia es el dique Cuesta del Viento. Cualquier viajero un poco desorientado podría llegar a Cuesta del Viento y pensar que está frente al famoso Valle de la Luna inundado por un gran diluvio. En el espejo de agua sobresalen apenas la punta de los cerros más altos, que parecen coloridos islotes perdidos en medio de un mar de aguas color turquesa. Pero se trata en verdad de un ventoso lago artificial originado hace diez años por la construcción del dique, que por un azar de la intervención humana conformó uno de los paisajes más sorprendentes y desconocidos de nuestro país. El pueblo de Rodeo está a cinco kilómetros del dique y desde allí parten diferentes alternativas de turismo de aventura como mountain bike, cabalgatas, paseos en 4×4, salidas de pesca, trekking y bajadas de rafting por el río Jáchal.

Barreal

El siguiente paso de este periplo sanjuanino es tomar la Ruta Nacional 40 hasta Talacasto y luego la 414 hasta el cruce con la Ruta 12 para tomar esta última con destino al valle de Calingasta. Este valle queda en el vértice sudoeste del mapa de San Juan a 210 kilómetros de la capital y está surcado por ríos y acequias rodeado de picos nevados que encierran algunos de los paisajes más tranquilos y hermosos de la región de Cuyo. El centro turístico del valle está en la zona sur, en la apacible localidad de Barreal, un pueblo con calles de tierra custodiadas a cada lado por una fila de rectos álamos y refrescantes acequias con agua de deshielos al pie de la cordillera de Ansilta. En Barreal hay varios complejos de cabañas y hosterías que sirven de base para visitar el Parque Nacional El Leoncito. Allí está justamente el +Barreal blanco+ que le da nombre al pueblo, una reseca planicie de catorce kilómetros de largo por cinco de ancho donde hace varios miles de años se secó un lago. El lugar es extrañísimo, de color blanco radiante, con algo de paisaje lunar. La forma más divertida de recorrerlo es con la vertiginosa modalidad del carro a vela, una excursión que se contrata en el pueblo.

El otro punto que se visita dentro del parque es un complejo astronómico con dos observatorios telescópicos ubicados a 2552 metros sobre el nivel del mar, en una zona que se distingue por tener un cielo diáfano y sin polución durante casi 300 días al año. Una vez recorrido el valle de Calingasta, el viajero ya puede regresar a la ciudad capital llevándose una idea muy completa de lo que es San Juan.