La ciudad de San Juan siempre tuvo lugares que le dieron identidad, en especial durante el siglo XX. Algunas esquinas, calles, confiterías, cines, feria, la báscula municipal, aquella que estaba justo donde hoy está el Centro Cívico, recientemente inaugurado, entre tantos otros. Dentro de esos micromundos, sus personajes le dieron un valor agregado. Con esos condimentos, el poeta, locutor y periodista, Guido Delfor Iribarren, pinta el alma urbana, ya sea por medio del micrófono en una radio, de algún libro escrito por él o sobre un escenario, cuando la circunstancia lo llama para ser maestro de ceremonias.
Caucetero de nacimiento, Iribarren recuerda esos días de acarrear agua para echarle en el filtro de las tinajas en su casa. Década de 1940, cuando las arboledas de la ciudad del Este eran profusas, cuando abundaban bodegas y casas construidas con adobes.
Desde entonces, el poeta desarrolló su capacidad de observación de la vida cotidiana. Cada detalle lo trasladó al papel para atesorarlo. Por eso no resultó extraño que una de las cosas que más le gustaba de la escuela era cuando la maestra le pedía a sus alumnos que escribieran composiciones. En esos tiempos era común ver la revista "Caras y Caretas", entre otras.
Cuando siguió los estudios en el Colegio Don Bosco, en el centro de la Capital, fue cuando con la lectura siguió enriqueciendo la cultura del poeta. Es que los diversos maestros que tuvo lo marcaron al enseñarle obras de distintos autores como Olegario Víctor Andrade, Jorge Luis Borges, entre otros.
Los tiempos cambian y hay recuerdos de mediados del siglo XX que Iribarren recuerda de ese antiguo San Juan, cuando era común ver a las adolescentes aprender de sus madres las técnicas de bordados, o los juegos de la época como "la payana" o "pelota prisionera". "No eran de salir tanto a la calle como ahora", cuenta.
Dentro de la comunicación social se hizo de prestigio a lo largo de su vida. Rindió examen en Radio Colón, allá por el año 1966, cuando era director de la emisora, Jorge Graffigna. Allí comenzó con las noticias y su trayectoria fue de alrededor de 40 años.
Luego le ofrecieron hacer un programa que por ese entonces ni se imaginaba que iba a perdurar en el tiempo. Fueron 30 años con "Ecos del arrabal". Si bien se difundía música de tango, Iribarren pintaba con palabras lo que se vivía en distintos clubes, calles y fiestas locales y orquestas de San Juan, donde se bailaba la música de Buenos Aires. Además, una de sus muletilla se hizo clásico en las tardes-noches sanjuaninas: "¡no toque la perilla está sintonizando bien!".
La conexión entre el San Juan de mediados del siglo pasado y el presente, lo lleva a Iribarren a recordar lo que había en el predio donde hoy se muestra uno de los orgullos sanjuaninos como lo es el Centro Cívico. "En ese lugar el antiguo Ferrocarril San Martín le dio vida a innumerables confiterías. Hasta esos lugares llegaba la gente que esperaba tanto la salida del tren como su llegada. El movimiento de gente era mucho. Habían personajes que se dedicaban a distintas tareas como de cafetero, changarines y los diarieros". Agrega en su relato que en el costado Norte del predio, donde hoy está la puerta de ingreso del edificio público, estaba la báscula. Un lugar donde se pesaban los camiones que tenían distintas cargas, que iban a parar a los trenes. El flujo de vehículos era constante. Era una zona de mucha vida.
Iribarren dice que en la ciudad siempre hubo personajes. Entre algunos ejemplos: "El Manolo", haciendo pomada a la negra y la marrón, en los zapatos; por la General Acha "Marcialito" tocando su bandoneón; "Don Quinteros", el canillita que pedaleaba en su bicicleta para repartir los diarios por la ciudad; "Carlitos", el viejo inspector de colectivos. Y uno de los lugares más recordados por el poeta es "Café Do Brasil", que estaba por calle Mendoza, antes de llegar a Rivadavia. Ese era lugar de reunión de periodistas y empleados de distintos rubros que ventilaban sus anécdotas y planes de trabajos, cuenta.
Metidos ya en el siglo XXI, Iribarren continúa con la mirada puesta en San Juan, sus lugares y su gente, que son sus fuentes de inspiración para plasmarlo en poesía.

