Cuando uno hace un balance del desarrollo integral de la economía y observa la participación del sector frutihortícola sanjuanino en el crecimiento del producto bruto geográfico -PBG- de San Juan, puede llevarse algunas sorpresas.

Por ejemplo, el sector hortícola es el de mayor aporte al PBG. Su incidencia tiene que ver con la disociación de un sector y el establecimiento de diferentes estándares, categorías o clases de productores. Están los que exportan y los que no, los que aplican tecnologías y los que no tienen acceso a ellas, o los que saben vender y son innovadores y los que siguen la receta del abuelo o abuela…

En síntesis, las chacras de San Juan, en su mayor parte, siguen siendo administradas por productores que, duele decirlo, no han evolucionado al mismo ritmo que sus consumidores. A esta realidad se suman los problemas estructurales como el crecimiento urbano, la inseguridad y la falta de rentabilidad, ocasionado la desaparición de la superficie hortícola así como sus horticultores. Este fenómeno se repite en todo el país.

El problema más serio ha sido la ausencia de políticas públicas diseñadas estratégicamente para el sector e integrales para todo el territorio.

En lugar de mirar al futuro e invertir en la superación tecnológica del sector y mejorar los esquemas de mercadeo, se optó por presionar y expulsar los chacareros hacia la informalidad y la falta de transparencia a fin de preservar bajos los precios de las frutas y verduras.

El concepto esgrimido fue prevenir la inflación. El resultado en cambio, fue el de abultar los ingresos de los mayoristas, introductores y demás intermediarios ante el consumidor.

La síntesis obtenida: sólo en San Juan desde inicio de siglo y hasta el 2007 se perdió el 12% de las chacras, unas 1.500 hectáreas.