1) Peronóspora.
Puede atacar todos los órganos verdes de la vid. Para su diseminación necesita agua libre por un lapso mayor a 2 horas. Se presenta bajo la forma de +manchas de aceite+ de 4 a 8 mm de ancho, en la parte superior de la hoja, correspondiendo con una pelusa blanca en la cara inferior. Los ataques intensos provocan la desecación parcial o total pudiendo producir una desfoliación que incide en la cantidad y calidad de la cosecha, el buen agostamiento de los sarmientos y la brotación del próximo período vegetativo.
La protección del viñedo: Favorecen una mayor ventilación del viñedo. El éxito de la protección consiste en efectuar los tratamientos en forma oportuna para impedir o detener la germinación de las oosporas. El único método eficaz para su control es el uso de productos químicos, que son preventivos o curativos. En el primer caso las aplicaciones deben efectuarse inmediatamente que se produzcan las lluvias para impedir la germinación de las oosporas, repitiendo los tratamientos siempre y cuando persistan las condiciones favorables para el desarrollo del hongo o después de una lluvia superior a 20 mm que produce el lavado del producto.
En el curativo se aplican productos que son absorbidos rápidamente y no es necesario repetirlos luego de una lluvia intensa al no sufrir el lavado (siempre que no existan períodos muy prolongados).
2) Podredumbre de los racimos.
Es otra de las enfermedades más importantes que atacan la vid. En la misma participan un complejo etiológico en la pueden intervenir hongos, levaduras y bacterias, teniendo un comportamiento irregular dependiendo de las condiciones (principalmente humedad) favorables para su desarrollo. En orden de agresividad Botrytis es la más importante, ya que produce pérdida en la producción y también afecta cualitativamente la elaboración de vino al modificar la composición química de los granos afectados (degradación de la materia colorante, destrucción de la película que contiene la sustancias aromáticas y transformación de los azúcares en alcohol y ácidos), dificultando la clarificación y aumentando la fijación de anhídrido sulfuroso y acidez volátil. En el caso particular de la uva de mesa la enfermedad no sólo produce pérdida en el cultivo, sino también en la conservación y transporte. En este complejo de hongos los más comunes son además Aspergillus, Penicillium, Rhizopus, Alternaria y Cladosporium. Estos son saprófitos que están presentes en el medio ambiente y siempre necesitan una herida en la baya para iniciar el ataque. El momento de mayor susceptibilidad a estos hongos es cuando los racimos comienzan a incrementar su contenido de azúcar (más de 10 ¦ Brix) , la temperatura oscila entre 22-30¦C y la humedad relativa mayor a 80%.
3) Podredumbre ácida.
Aquí predominan las levaduras (Candida, Saccharomyces, Kloeckera) y bacterias (Acetobacter y Gloconobacter). Esta podredumbre se produce debido a que dichas levaduras y bacterias, que se encuentran en la piel, se introducen a la baya por heridas producidas por stress hídrico, granizo, temperaturas elevadas, humedades relativas superiores a 70%, y ataques de insectos. Síntomas: oxidación del hollejo, ablandamiento y maceración de la pulpa por las levaduras, formación de vinagre (aparición de la mosquita del vinagre – Drosophila melanogaster- que difunde la enfermedad) y pérdida de mosto. Para evitar la aparición de formas resistentes no debe abusarse del uso de productos sistémicos es recomendable intercambiarlos con productos de contacto.

