Ubicado muy próximo a la capital de la provincia, en este importante lugar para la industria minera, se respira una mezcla de historia, trabajo y espiritualidad. Actualmente es una de las ruinas más visitadas en la provincia de San Juan. Pero en su momento fue una de las primeras minas a nivel provincial en ser construidas, consolidándose como referente de toda la industria minera nacional. Una de las principales características de las ruinas de Hualilán es que se dice que continúan habitadas por un pueblo minero fantasma que permanece entre los restos y por las noches se hace escuchar.
En 1867, durante la presidencia de Domingo Faustino Sarmiento, el mayor J. J. Rickard realizó una rigurosa inspección en las minas. Debido a sus informes favorables se formó la Compañía Inglesa de Hualilán. Sin embargo, la explotación realizada con la tecnología del momento sólo pudo alimentar una mínima porción del gran sueño que originalmente implicaba la mina y provocó el prematuro abandono de la misma. Hoy en día es una de las ruinas mineras más reconocidas de todo el país.
El nombre del lugar deriva de la lengua ancestral que utilizaban los aborígenes que explotaron la zona antes de la colonización. El fenómeno que se produce cuando los escurrimientos de aguas serranas alimentan arroyos temporarios, posteriormente absorbidos por arenales formando ciénagas, se lo denomina hualilán, que en lengua vejoz “guag-ilaam” significa “muerte del agua”.
En cuanto a la minería, las actividades desarrolladas por los colonizadores estuvieron relacionadas con la extracción de metales preciosos. La mayor parte de los sitios de exploración ya eran conocidos por los indígenas, quienes obtenían plomo argentífero, plata y oro. Según el libro “San Juan-Las minas de oro de Hualilán”, de Angelelli (1936), en su momento, las famosas minas de Hualilán, junto con la de Inca Huasi en Catamarca, fueron las más productivas de todo el país.
La localidad ullunera de Hualilán está ubicada a 128 kilómetros al noroeste de la capital. Hace cien años esta zona era todo un pueblo. No sólo se encontraba la planta de procesamiento sino que la rodeaban otros depósitos, casas, una iglesia y corrales que protegían a los animales de la zona.
Actualmente, la historia se ocupó de cubrir cada rincón. Sin embargo, hay quienes coinciden en que es un pueblo fantasma. En Hualilán no existen habitantes, pero hay personas que han realizado trabajos en la zona que aseguran oir sonidos que evidencian la presencia espiritual de todo un pueblo minero hace años desaparecido.
Los relatos suelen coincidir. Gritos y gemidos que suenan como si vinieran de adentro de las construcciones mineras abandonadas. A esto se le suma el característico ruido de las cadenas que se arrastran por el piso y las paredes del lugar. Incluso existen personas que dicen haber visto tenues luces entre las que pareciera percibirse rostros devastados por el sufrimiento. Una gran serie de espectros que dan a las ruinas de Hualilán una connotación histórica y actual sumamente atrapante.
Quienes no pueden con esto y necesitan darle una explicación, ya han generado dos versiones. Unos aseguran que los ruidos fantasmales son producidos por el alma en pena de quienes, durante la colonización, trabajaron en las minas como esclavos; que estos recibían un tratamiento feroz y muchos murieron porque no lo resistían. La otra versión señala que son los fantasmas de los presos que fueron alojados allí cuando, en la época de Federico Cantoni, funcionaba una cárcel en las instalaciones mineras.

