Fotos: colaboración Sebastián de la Colina y Paola Ingrassia

Llega Semana Santa y se despierta la tentación por comer pescado, más allá de las cuestiones que responden estrictamente a la religiosidad y al buen paladar. Sin embargo, hay un restaurante, quizás un poco escondido por sus propios jardines, en Santa Lucía, que lo ofrece todo el año. Sea la temporada que sea. Y en una variedad de formas y sabores que realmente da gusto. Es más, allí su dueña, hasta prepara platos dónde el pescado está disimulado o, por decirlo de otro modo, es complemento de otros sabores. Un ejemplo son las pastas con salsa de camarones o la pizza de mar para quienes no son tan fanáticos pero tampoco detractores.

El Refugio es el nombre del lugar que nació hace 12 años de la mano de Nora Andrade y Omar Ingrassia y que desde entonces solo recibe a 93 comensales. Pese al éxito del boca a boca y la cantidad de eventuales clientes que “se quedan con las ganas” de sentarse a comer, sus dueños se niegan a ampliar no sólo la capacidad sino además los días de atención que están restringidos de martes a sábados por la noche. El argumento de tal decisión tiene una razón de ser: la anfitriona es quien en primera persona comienza a ocuparse de cada preparación, la sazona, controla temperaturas y le da ese toque especial a la porción elegida (para el resto del proceso tiene un equipo de ayudantes), además pasa por cada persona que está a la mesa sentada preguntándole qué tal estuvo el plato. Ella misma considera que si viene más gente y atiende al mediodía y a la noche, incluso los domingos, perderá “esa magia tan necesaria en la cocina”.

Porque además hay otro detalle y no es menor. De hecho se anuncia en la primer carilla de la carta. Allí se aclara que la comida se prepara en el momento por lo que cada plato, dependiendo del tipo de producto elegido y la complejidad del paso a paso lógicamente, puede estar llegando a la mesa entre 25 y 40 minutos luego de haberse pedido. Nada está precocido ni marcado previamente. La dueña de casa lo resume en una frase “quien sabe comer, sabe esperar”, según dice.

 

 

Como pez en el agua

Nora empezó a cocinar siguiendo los pasos y recomendaciones de su mamá, a quien califica como una experta en paellas. Ella misma se ocupó por sondear la oferta local en este rubro y evaluó que no estaba completa, más allá de las grandes y reconocidas casas donde se vende ese plato típicamente español. Pero quería algo mas. Se dedicó a hacer un par de cursos en distintos lugares, a probar especialidades de los puertos, y fundamentalmente a hacer preparaciones en su casa, para su marido, sus hijos, su mamá y ahora su nietito Valentín, hasta especializarse. Tanto fue el empeño que no le importó abandonar la carrera de abogacía a la que había llegado a cuarto año. Hasta que se animó a abrir las puertas, de su propia casa y en un rincón de la propiedad, convertirla en su restaurante. Paralelamente, a todo este proceso preparatorio, también inauguró su pescadería (Pesca de Mar, en Rivadavia), la que la abastece con productos que llegan frescos de Mar del Plata.

“El pescado tanto de mar como de río de todo el país es muy bueno. Por eso hay que aprovecharlo y disfrutarlo todo el año, no sólo en Semana Santa, Especialmente en los últimos tiempos se ha tomado conciencia de todas sus ventajas para la salud por los niveles de Omega 3 que aportan y los bajos niveles de grasa que lo hacen recomendable para digerir al menos 2 ó 3 veces por semana, tanto por niños y adultos. Además es rico y si se combina con una buena guarnición no sólo es rico sino además llenador”, asegura.

En el menú que ofrece hay de todo: rabas y los cornalitos, lenguado, pacú, merluza, trucha salmonada, popurrí de mariscos con salsa de cuatro quesos, cazuela de calamares y mariscos, picada de mariscos, mejillones, vieiras, ostiones, cholgas o machas, almejas, camarones, langostinos y hasta caracoles. Además sus especialidades son congrio a la parrilla, salmón rosado o blanco, pejerrey, gambas fritas al vodka, la pizza de mar y los tallarines con salsa de mariscos. Todo se puede pedir a la parrilla, grillada, frito o al horno. La paella valenciana (con pollo, costillas de cerdo, toda la variedad de “bichos” (incluidos langostinos pelados, berberechos), arvejas, garbanzos, pimientos, ajo y salsa de tomate (a veces espinaca y corazones de alcauciles como la receta de su mamá) es lo único que prepara por encargo. Inclusive si alguien tiene un evento y quiere algunas porciones o si quiere elegir un plato y llevarlo a su casa para comer, también puede hacerlo por encargo.

Hasta las personas celíacas tienen posibilidades de una cena rica y abundante porque en este restaurante tienen vajilla y artefactos de cocina para a poder ofrecerles comida, incluso rebozada con mezclas permitidas, para suplantar a la harina de trigo.

Los precios van desde los 150 pesos a los 399, generalmente para compartir. Y lo único que quizás desentona un poco con esta carta de mar, es apenas milanesa o una suprema.

En medio de un oasis

En El Refugio -Hipólito Yrigoyen 4942 este, Santa Lucía, pasando a la Casa de la Cultura y pasando la calle Balcarce- no hay paisaje marino como sería lógico. Salvo algunos detalles que llegan a la mesa como una almeja que sirve de recipiente para la mayonesa casera o unos caracoles de adorno. El resto, todo es rústico. Desde la estructura de madera, la vajilla cerámica y la mantelería con detalles de arpillera.

Cuando las noches están cálidas, aún a días de abril, arman las mesas en el extenso jardín para que los chicos y los curiosos puedan disfrutar de la enorme pajarera que hay a un costado, donde albergan todo tipo de aves. Incluidos faisanes. Pero cuando el frío ya se empieza a sentir, todo se sirve puertas adentro.

El lugar tiene estacionamiento propio.

Para reservar llamar a los teléfonos 4-252106 y 155266726.