En su voz se percibe fortaleza. Fue esa fuerza interior la que le permitió abrir un camino en su vida y también en la gente de su comunidad. Descendiente de diaguitas, ella es Ada Campillay, cacique de la Comunidad Indígena de Guandacol (COINGUA) o simplemente Kicha, un apodo que lleva desde chiquita. La historia de Ada cambió meses atrás, cuando la gente de Alta Tecnología Alimentaria (ATA), proveedora de servicios mineros vinculada a la hotelería y alimentación institucional, llegó con sus cursos de gastronomía a este pueblito ubicado entre el límite de San Juan y La Rioja; zona de influencia de la mina Gualcamayo. Ese día alcanzó a la empresa la inquietud de montar un taller textil en su zona.

La idea tuvo buena repercusión entre los directivos de la empresa, quienes decidieron donarle una máquina recta industrial para la producción textil. A partir de allí los desafíos comenzaron a ocurrir, ya que en marzo de este año Ada tuvo que viajar a Buenos Aires para aprender a manejar la máquina y así luego transmitir el conocimiento a quienes integrarían el taller
“Fue emocionante, hasta me llevaron a conocer la fábrica de telas para aprender sobre las diferentes de tramas. Ya con la máquina nomás, sentí que tocaba el cielo con las manos”, recordó Ada.

Con nuevos saberes a cuestas, montó el taller en su casa y enseñó sobre el manejo de la máquina a otras tres mujeres de su comunidad. El sistema que acordaron fue el siguiente: la empresa les provee las telas y las señoras deben confeccionar una cierta cantidad de sábanas en un periodo determinado. También desarrollaron un esquema de trabajo que incluye turnos de confección y tareas específicas para cada una. “Ahora las chicas cosen y yo plancho, ya entregamos 400 sábanas; estamos muy contentas porque podemos demostrar lo que valemos, no queremos recibir dádivas, solo trabajar”, comentó Ada a CUYO MINERO.

Entre puntada y puntada, hoy confeccionan parte de las sábanas que ATA usa en sus servicios, muchas de las cuales se utilizan en los hoteles de la empresa en la Costa Atlántica. En este último caso, hubo una partida especial que se destinó al Hotel de Chapadmalal en Mar del Plata y que en el borde lleva una inscripción que dice “de COINGUA para ATA”.

La Comunidad Indígena de Guandacol está integrada por 200 personas distribuidas en 69 familias. En 2006 Kicha decidió reorganizarlos. Por su iniciativa y tras arduas gestiones en Buenos Aires, fueron reconocidos como Comunidad Aborigen por el Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) y ya integran el Registro Nacional de Comunidades Indígenas. Actualmente esta comunidad conforma la última provincia al sur de la “Unión de los Pueblos de la Nación Diaguita".

Según Ada, los principales problemas que afrontan están vinculados a la salud y la deserción escolar. La escuela más cercana les queda a cinco kilómetros, en la localidad Los Nacimientos, en el departamento riojano de Arauco.

De hecho, para que sus hijos pudieran asistir al colegio secundario y posteriormente a la universidad, Kicha se ausentó de Guandacol durante 23 años, asentándose en La Rioja capital. Hoy entre hijos hay un médico, una maestra, un experto en alpinismo, un ingeniero y una estudiante en la carrera de Contador Público. Todos están radicados en diferentes provincias del país.