Los aparatos de vuelo no tripulados denominados drones están ganando espacio en innumerables operaciones mineras alrededor del mundo, cumpliendo funciones de estudio y monitoreo, reduciendo así algunos peligros que conlleva la actividad y mejorando los controles ambientales que se realizan periódicamente en los yacimientos.
Esta nueva tecnología aérea que ya está siendo aplicada en varias minas y proyectos latinoamericanos todavía no se aplica en la provincia de San Juan, según un relevamiento realizado por CUYO MINERO en las empresas que operan en territorio local.
Estos nuevos instrumentos de vuelo manuales, están siendo utilizados como herramientas clave para evaluar permanentemente el impacto ambiental. Un caso de aplicación concreto se da en la mina chilena Gabriela Mistral, donde mediante la toma imágenes, los drones registran todo el proceso productivo en tiempo real.
Este proyecto de innovación tecnológica, desarrollado por DGM junto a la Dirección Cluster de Codelco, busca entregar un apoyo concreto a los trabajos de topografía y seguridad operativa, en orden de optimizar la información, tanto en el open pit, como en los botaderos de desmonte o en cualquier sector de interés.
A su vez, también se ha comenzado a utilizar drones para monitorear y ver en pantalla la etapa de “regadío” que se realiza en los valles de lixiviación para mantener información permanente ante cualquier desperfecto o alteración del sistema previsto. Desde el punto de la seguridad y el mantenimiento, el aparato volador manejado a control remoto permite disminuir riesgos y mejora la posibilidad de realizar controles de forma remota (sin contacto).
Un estudio internacional realizado por el topógrafo griego George Papastamos explica que los drones tienen mucho potencial dentro de la actividad minera en términos de ahorro y eficiencia, pudiendo transformar la forma de trabajo en muchos sectores de un yacimiento.
“Resulta fascinante lo económico y eficaz que resulta un aparato aéreo. Nuestro equipo solía gastar 25 mil euros durante tres semanas para inspeccionar 15 kilómetros cuadrados, ahora con un dron puedo hacerlo por 5 mil euros en cuatro días”, dice el informe.
Según las características específicas de cada uno de estos “cuadrópteros”, en su mayoría todos pueden volar por encima de los 3.000 metros sobre el nivel del mar, salvo que por su tamaño necesite ser adecuado a otras condiciones. Tienen una autonomía que puede superar las dos horas de vuelo (los más evolucionados pueden realizar vuelos de hasta 48 horas) y también pueden cargar peso sobre su estructura, lo que implica que pueden ser equipados con cámaras, censores láser, estaciones meteorológicas o cualquier tipo de equipamiento necesario.
“El dron puede capturar imágenes a baja altura sobre áreas de interés usando cámaras de alta resolución para luego importar las imágenes al software de procesamiento, generando modelos y reportes 3D de zonas sobre las que se quiere investigar en tiempo real y de manera permanente. Pueden en el mismo circuito de vuelo monitorear cualquier alteración que detecten en los patrones de la zona y mientras tanto observar las condiciones climáticas para proveer todos estos datos de manera instantánea y así prevenir eventuales peligros”, concluyó Papastamos.

