Texto y Fotos: Ing. Agr. Alejandro Acosta
Es básico el asunto: en el suelo todo comienza. Es un bien natural o recurso no renovable. Científicos aseguran que se necesitan 1000 años para que se forme 1 centímetro. Si bien esta nota de Suplemento Verde surgió por los comentarios varios, de numerosos chacareros que están en éxodo hacia el Este, es decir a propiedades rurales de 25 de Mayo, Caucete, 9 de Julio, partiendo desde Pocito y Rawson, por tierras que aseguran están agotadas. Y es que generaciones tras generaciones se produjeron tomates, cebollas y ajos, todas las temporadas, una tras otra, y el sólo pensarlo lleva a pensar (sin ser científico) que alguna vez la caja se queda sin moneda.
Desde el INTA, la Asociación Tomate 2000, los Grupos CREA, el Centro de Ingenieros Agrónomos de San Juan y otras entidades, ya han advertido y aconsejado la rotación de terrenos, sus beneficios y mejoras, por ello, estas páginas van a colaborar con el sector productivo, con apoyo e información.
Aquí hay 6 razones, según la FAO por las que debemos cuidar el suelo:
1. Mayor seguridad alimentaria
El 95% de los alimentos se produce en nuestros suelos. No podemos esperar alimentar a la creciente población mundial y producir el 50% más de alimentos que necesitamos para 2050 sin considerar y preservar la calidad de ellos. El contenido de nutrientes de los suelos influye directamente en las plantas que se cultivan en ellos. Los suelos intercambian nutrientes y agua con las raíces de la planta. Cuanto más saludable es el suelo, mejor será la cosecha.
2. Más diversidad
Los suelos albergan la cuarta parte de la biodiversidad de nuestro planeta. Hay más organismos vivos en una cucharada de tierra que personas en nuestro planeta. En ningún otro lugar en la naturaleza hay especies con una población tan densa como en los suelos. La biodiversidad es importante para el bienestar de nuestro planeta; ayuda a las especies a sobrevivir y adaptarse a los cambios en la naturaleza. Preservar la biodiversidad significa ayudar a hacer nuestro planeta resiliente, adaptable y saludable. La agricultura orgánica, el pastoreo racional, la rotación de cultivos y la agricultura de conservación pueden preservar la biodiversidad de los suelos.
3. Menos gases de efecto invernadero
Los suelos ayudan a combatir y adaptarse al cambio climático. Cuando se gestionan de forma sostenible, los suelos pueden jugar un papel importante en la mitigación del cambio climático almacenando el carbono (secuestrando carbono) y disminuyendo las emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera. Suelos sanos con un alto contenido de materia orgánica pueden almacenar grandes cantidades de agua, que ayuda a los cultivos a sobrellevar la sequía y adaptarse a las precipitaciones extremas.
4. Mejores medios de subsistencia
Los suelos saludables pueden garantizar la seguridad alimentaria, proporcionar mejores medios de subsistencia y reducir la migración forzada. La degradación de los suelos supone la pérdida de fuentes de alimentos y medios de vida. Más de 10 millones de personas han abandonado sus hogares debido a problemas ambientales, incluidas la erosión del suelo, la desertificación, la deforestación y la sequía.
5. Agua más limpia
Los suelos son clave para el suministro de agua limpia. Capturan, almacenan y filtran el agua, lo que la hace segura para beber. Los bosques en las zonas altas no solo previenen la erosión del suelo, sino que también garantizan agua potable de buena calidad para los usuarios intermedios. Los suelos almacenan agua, haciéndola disponible para cultivos.
6. Más medicinas
Los suelos son importantes para la salud humana. La mayoría de los antibióticos más conocidos, incluida la penicilina, se originaron a partir de microorganismos del suelo. ¿Sabías que más de 500 antibióticos son derivados de microbios del suelo?
Debemos trabajar en revertir estos números, malos para todos.
El 33% del suelo está de moderadamente a altamente degradado debido a la erosión, la pérdida de materia orgánica, el agotamiento de los nutrientes, la acidificación, la salinización, la compactación y la contaminación química. Sin embargo, la gestión sostenible y las técnicas de cultivo cuidadosas pueden revertir la tendencia de la degradación del suelo y garantizar la seguridad alimentaria mundial actual y futura.
> Las raíces, clave para la restauración del carbono
Recientemente, un equipo de investigación del INTA confirmó que las raíces de los cultivos aseguran el flujo continuo de carbono (C) de la atmósfera al suelo, impulsan un aumento en la diversidad de microorganismos, lo que favorece a mejorar la calidad del mismo. Dicen que es importante incluir vegetales de cobertura y pasturas en la rotación de cultivos, para tener un suelo vivo todo el año. Las raíces son un componente clave de la biología del suelo. Funcionan como ingenieras del ecosistema. Un estudio del INTA denominado Roots are the key for soil C restoration: a comparison of land management in the semiarid Argentinean Pampa, publicado en Soil Tillage Research demostró diferencias importantes entre prácticas de manejo en términos de la cantidad de carbono que ingresa al suelo tanto en forma de residuos en superficie como de raíces.
El trabajo se llevó a cabo en campo de la pampa semiárida argentina con 4 prácticas de manejo del suelo (2019-2021): pasto natural, rotación cultivo-pasto, monocultivo de soja y con cultivo de cobertura. La biomasa aérea y radicular se cuantificó al finalizar el cultivo de cobertura y al florecer la soja. Además, se determinaron los residuos en la superficie del suelo dos veces al año.
"El pastizal natural mantuvo los valores más altos y estables en el tiempo de carbono en raíces y carbono de residuos que estuvieron en el orden de las 5 toneladas por hectárea, siendo el carbono de las raíces un 15% superior respecto del carbono de residuos en superficie", explicó Ileana Frasier, doctora e investigadora del Instituto de Suelos del INTA.
"Nuestros resultados mostraron que el carbono y el nitrógeno de las raíces fueron los principales factores que explicaron aumentos en la abundancia de microorganismos del suelo", aseguró la científica. Esto está dado por el contacto íntimo de las raíces con la matriz del suelo, la accesibilidad del material particulado y los exudados radiculares que actúan como señales químicas estimulando los microorganismos del suelo, aspectos importantes que explican esta relación entre el sistema radicular y la microbiana.
Por lo tanto, "incluir cultivos de cobertura y pasturas en la rotación proporciona un sistema de raíces vivo durante todo el año favoreciendo el ciclado de carbono y su estabilización en el suelo en comparación con el monocultivo de soja, donde largos períodos de barbecho producen un efecto de hambre en la población microbiana debido a la falta de sustrato radicular y hay una mayor mineralización de C derivado de la materia orgánica conduciendo a un balance negativo de carbono", comentó Frasier.
Por otra parte, las magnitudes de aportes de residuos explicarían las altas concentraciones de carbono orgánico del suelo en el pastizal (3,6%) con un 60% de carbono orgánico particulado. "Es interesante destacar que la pastura alcanzo valores de C-raíces similares al pastizal con muy bajos residuos en superficie dado que gran parte de la biomasa aérea de la pastura es consumida por el ganado", indicó Frasier. Sin embargo, aclaró que "los valores de C-raíces disminuyeron un 67% luego de ser roturada la pastura para ingresar en la secuencia agrícola".
Otro de los resultados del estudio indicó que "bajos aportes de C principalmente de raíces también fueron observados en las secuencias con soja con y sin cultivos de cobertura que resultaron ser 77% inferiores a lo observado en el pastizal y la pastura". Sin embargo, "la inclusión de cultivos de cobertura contribuyó con un 31% más de residuos en superficie y un 14% más de C-raíces que el monocultivo de soja".
En ese sentido, la investigadora afirmó que "las raíces fueron el componente que mejor explicó los cambios en el carbono".
Por otra parte, la rotación con pasturas (4 años de pastura) como la inclusión de cultivos de cobertura (10 años de efectos acumulados) mostraron incrementos en el almacenamiento de carbono con tasas de 0,48 y 0,3 toneladas por hectárea por año a 0-30 cm de profundidad respectivamente. Por el contrario, el monocultivo de soja S-S mostró pérdidas de carbono de 0,08 toneladas por hectárea por año.
En San Juan, principalmente en la zona de tomate para industria núcleo, existen sectores en donde los agricultores aseguran las tierras se agotaron, fundamentalmente porque se repitieron cultivos, campaña tras campaña, y los rendimientos -a igual manejo- fueron cayendo de 140 toneladas por hectárea, a 110, luego 100 y finalmente 90, con lo que decidieron buscar tierras para alquilar o comprar en sitios más alejados, con menos uso y de mayor economía, para seguir con sus emprendimientos productivos.
Anteriormente, también huvo problemas con el ajo, por aparición de "podredumbre blanca ó blanda", y se extendió la enfermedad por la falta de rotación de cultivos, limitando zonas como el Quinto Cuartel, Marquesado, La Bebida.