En el agro sanjuanino y en el argento en su totalidad, se viven en la actualidad serios momentos de una tensión, una angustia y de una incertidumbre generalizada. A ojos vista de una cosecha en la que a nadie le fue bien, más allá de que el factor climático tuvo una fuerte incidencia, con heladas, precipitaciones y hasta vientos de mediciones extremas, el otro factor, el de los números, hoy es letal.
Los costos que ascienden meteóricamente, el dólar que sigue su escalada, la infla-estanca-deflación que nos quieren explicar de manera académica y simple (cuando lo que quiere el agricultor o ganadero argentino es que le organicen un plan para atacar este mal congénito) y la traducción simultánea y en varios idiomas: falta de competitividad real.
Para colmo de males, ¡sigue la muela doliendo! No hay ninguna serie de medidas que aunque sea a mediano sino es a corto plazo, vayan mostrando un camino de austeridad inicial que lentamente se vaya transformando en una rentabilidad inicial baja y luego mejor para el productor.
El gas oil, motor del campo, a valores superiores a los de muchos países sudamericanos, impide el movimiento normal de las labores de temporadas, los fertilizantes (base para llegar a rendimientos altos por hectárea) con agregados de sumo cuidado por los costos y una mala temporada anterior. Y así el listado sigue… mano de obra con extrema falta de obreros porque es más sencillo cobrar planes sin trabajar, problema de importación de maquinaria por restricciones inentendibles, problemas con el agua de riego, etc.
Un rompecabezas difícil de armar.
