Es un hombre dedicado a Dios cuya mejor definición es su permanente estado risueño. Cumplió medio siglo nada menos y según él, no es más que el primero. Lo cierto es que los muchos amigos que ha sabido cosechar en San Juan le regalaron un pernil de ternera para festejar entre todos y lo hicieron en los salones del Convento. De la espléndida torta se ocupó la mamá del agasajado. Manuel Federico Martínez Maciel nació en San Miguel de Tucumán e ingresó en la Orden de Santo Domingo, en 1978. Hijo de Beatriz Lucero Aragón de Martínez Maciel, cuenta con dos hermanos, Beatriz Josefina de Aráoz, con cuatro hijos y una nieta. Le sigue César casado con Florencia Medina y cuatro hijos.

Seguir la carrera religiosa es su permanente afán de servir a los demás siguiendo el modelo de Santo Domingo. Estudió en Tucumán y luego pasó a la Universidad Católica de Santo Tomás de Aquino, en Buenos Aires, graduándose como profesor y licenciado en Teología. Vivió tres año trabajando en el Vaticano, para el Pontificio Consejo para la Pastoral de los Migrantes e Itinerantes. En Tucumán estuvo doce años y fue regional de su Orden para América Latina y el Caribe. Ello lo llevó a vivir en Puerto España, capital de las islas Trinidad y Tobago. Se jacta con orgullo de conocer setenta y cinco países siempre como Regional participando en encuentros y congresos de la Orden en Latinoamérica, Asia, Africa y Europa. Si bien China la conoce, le falta visitar la India, Australia e Indonesia. ¿Por qué San Juan?. Siempre me gustó y regresé. Lo que más me gusta es la calidad humana de su gente que es su riqueza más grande como también su fidelidad en la amistad. En San Juan es el director de la Celda de San Martín, delegado episcopal para Migraciones y Turismo, además de capellán en el Colegio Santa Rosa de Lima. Pero siempre le queda algún momento libre para estar con los amigos, ir al cine y escuchar buena música en el Auditorio del que es asiduo.