La editora online Nature.com advierte que, sin una gestión cuidadosa, los cultivos genéticamente modificados harán poco para detener la propagación de malezas resistentes.

El amaranto (Amaranthus palmeri) no es una maleza como para jugar con ella. Puede alcanzar más de 2,5 metros de altura, creciendo más de 6 centímetros por día, producir 600.000 semillas y tiene un tallo duro y leñoso que puede arruinar la maquinaria agrícola que trata de arrancarlo.

También se está volviendo más y más resistente al popular herbicida glifosato, según el sinio nature.com.

La primera población resistente se confirmó en 2005 en un campo de algodón en Georgia, y la planta ahora afecta a los agricultores en al menos 23 estados de Estados Unidos. Es sólo una de muchas malezas resistentes que avanzan por el mundo.

Existe un amplio consenso en que la difusión de estas plantas resistentes tiene sus raíces en la adopción generalizada de los cultivos modificados para ser resistentes al glifosato.

Estos cultivos modificados genéticamente fueron liberados a mediados de la década de 1990 cuando los agricultores habían estado luchando contra las malezas resistentes a los herbicidas por décadas.

Pero se pensaba que el glifosato era un herbicida particularmente desafiante para las malezas. Se habían visto pocos casos de resistencia.

Que es lo que ocurrió en cambio: en el 2012, las malezas resistentes al glifosato habían infestado 25 millones de hectáreas de tierras de cultivo EEUU.

Las malezas son astutas: los agricultores ya han informado algunas plantas que son resistentes a más de cinco herbicidas. Y con malezas resistentes al glifosato ya presentes en muchos campos, las posibilidades de prevenir la resistencia a otros están cayendo.