Días atrás, en una estación de servicio muy tradicional donde se juntan periódicamente los productores rurales sanjuaninos a tomar café, se escuchó el siguiente diálogo:

– No sé qué hacer con las uvas. Este año no tienen grado y se pasa la fecha de cosecha.

– ¿Para qué te apurás? Si no hay gente interesada en cosechar a mano, "es mucho trabajo".

– Sí, he visto que está difícil para conseguir cuadrillas, algo que antes más o menos se conseguía.

– La canasta familiar ahora la hacen con los planes de asistencia y no con las manos…

– Aparte el clima nos está complicando los cultivos.

– Yo tengo damascos, y me los tiró el viento, y los almendros los agarró una fuerte helada…

– Bueno, por las lluvias no pude entrar a cortar mis pastos y enfardar por un mes completo… ¡Y los tenía comprados toditos!

(En ese interín, entra un reconocido agricultor dedicado al tomate para industria, saluda a todos los integrantes de la mesa y pide un cortado mediano con una medialuna al mozo)

-¿De qué hablaban?

– De todos los problemas que tenemos para salir adelante- le contesta uno de los ruralistas.

– En mi finca puse varias hectáreas de riego por goteo en el tomate, pero la parte que se riega en melgas fue un desastre porque no me alcanzó el agua para regar…

– A mi vecino, que hizo melones tempranos blancos, le cayó una manga de granizo y no le quedó nada de 10 hectáreas.

– ¿No tenía seguro?

– Si vieras los números de lo que le reconocen. No alcanza ni para preparar las tierras y hacer otra chacra…

– Qué mal año – coincidieron es que no hubo cultivo que no haya sufrido.

Finalmente todos se saludaron al despedirse. ¡Duro oficio el de hombre de campo!