"Estar de viaje y conocer lugares es un placer que hay que gradecer en esta vida. Aprender de las experiencias y que hacen en otros sitios, te abre la mente". Esta frase se la escuche decir muchas veces al padre jesuita Salvador Verón en sus jornadas sobre liderazgo y ejercicios espirituales cuando nos visita en San Juan. Y aprovecho aquí para comentar la experiencia vivida hace unos días en una feria callejera de frutas y verduras en la North End Road, muy cerca de la estación de trenes West Bromptom, en Londres, Inglaterra. Desde las 10 de la mañana hasta las 6 de la tarde el trajinar de la gente sobre los puestos es ordenado, con poco ruido y sin apuro. Hombres y mujeres de distintas razas, nacionalidades y religiones compran sus frutas y verduras a un costado de la calle donde un prolijo número pintado en el piso indica sobre que puesto uno está parado.Sorprende a lo largo de las 5 cuadras que tiene la popular feria no encontrar un papel, ni una simple cáscara de banana en el suelo. Los mesones de madera de los puestos están todos cubiertos por coloridas alfombras que llegan hasta el piso. Los cajones y cajas de cartón en deshuso perfectamente apilados o acomodados debajo de los mesones (tapados por las alfombras). Los vendedores con firme voz pero sin gritos cantan sus precios e invitan a los clientes con alguna oferta. Todo un orden y limpieza que me asombra.
Lo mejor de este show cotidiano es ver como se ofrece la fruta y verdura. Perfectamente ubicadas por unidades en cestas de madera, acero inoxidable o cajitas de plástico, y como si estuvieran lustradas, el colorido de las berenjenas, los tomates, pimientos, naranjas, uvas, etc, saltan a los ojos de los consumidores. Los precios bien colocados en números bien grandes. Para que no hayan dudas y se pregunte de más.
A excepción de unas espectaculares berenjenas y pimientos, pude observar que los productos en su mayoría provenían de otros países: paltas y granadas de Perú, mangos de Tailandia, cerezas de Marruecos, limones de México, duraznos, melones, pepinos y brevas de España, manzanas de Sudáfrica, pimientos y tomates de Holanda, apio y repollos de Belgica, uvas rojas y blancas de distintos lugares del mundo.
Una caja de tomates de 4 kilos se pagaba a 2,5 libras, es decir en pesos argentinos aproximadamente 17 pesos; 2 dulces melones tipo Galia por 2 libras (13,50 pesos); 2 cajitas con 15 frutillas cada una por 1,5 libras (10 pesos); 3 cajitas de frutillas premium a 2 libras (13,50 pesos), una cajita de 500 gramos de uva roja Crimson por 1,5 libras (10 pesos); 6 limones grandes ubicados en una cesta por 1 libra (6,75 pesos), una cesta plástica con 18 damascos por 1,5 libras (10 pesos), una cajita con 12 duraznos +chatos+ por una libra (6,75 pesos), 2 cestitas con cerezas por 2,5 libras (17 pesos), 4 granadas por 2 libras (13,50 pesos) y brevas una libra los 500 gramos, 3 cestas de frutillas extras, manzanas 1 libra el bowl, dos ananas por 1,50 libras y un repollo a 0,80 libras (5,60 pesos).
El show culmina a las 18 en punto. Minutos antes los comerciantes llegan en sus movilidades (tipo utilitarios) y desmontan sus naves, recogen su mercadería y dejan el lugar como estaba: limpio.
Estudios explican que Londres importa por 1.100 millones de libras por año y la Argentina participa sólo con el 0,76% debido a que el grueso de la exportación se dirige al continente europeo.
La presencia de N. Zelanda y Sudáfrica es dominante y realizan grandes campañas publicitarias.
Sólo N. Zelanda invirtió 2 millones de libras en publicidad. La presencia de Chile es relativamente importante. China está ganando cada vez más mercado con su manzana Fuji.
El mayor consumo aquí es de uvas, con una línea de demanda máxima todo el año. Sudáfrica domina este mercado con sus variedades sin semilla, pero la uva llega también de Namibia, Chile, Brasil, EE. UU., España, Egipto e India.
Los principales puertos de llegada de la fruta son Dover y Sheernes.
En los supermercados se observa más excelencia todavía con fruta muy bien vestida.
No me gusta renegar de mi país, es más valoro muchas cosas importantes, pero en este tema nos manejamos mal y tendríamos que empezar a trabajar de otra forma. No podemos seguir vendiendo a nuestra población alimentos en un lugar sucio, con precencia de animales, baños no limpios, sin pisos adecuados. Conozco el esfuerzo de muchos chacareros por vender su producción y hacen lo que pueden día día. Lo que no puede el Estado es permitir que nuestras ferias y puestos callejeros no sean higienicos y vendan frutas y verduras como puedan. La presentación, la salud y el repeto por el consumidor es fundamental. No miremos para otro lado. Trabajemos para lograrlo.

