Si en las películas de catástrofes la caída de un meteorito sólo trae caos y destrucción, para la aldea turca de Sariçiçek ha sido más bien un regalo del cielo, que dejó los campos salpicados de fragmentos por los que aficionados y científicos han pagado decenas de miles de dólares. Sin embargo, esta repentina riqueza que comenzó a llover desde el cielo a fines del año pasado también ha suscitado el interés de los inspectores de Hacienda, que desde principio de 2016 se acercaron a la pobre aldea de Sariçiçek para pedir que los vecinos paguen impuestos sobre estos ingresos “celestiales”.
Los funcionarios se toparon con la resistencia de los lugareños, que no veían en función de qué ley iban a pagar impuestos sobre las ventas individuales y anecdóticas de un hallazgo fortuito. “Sabemos que la minería está sujeta a impuestos, pero no extraemos nada de la tierra, ni tenemos empleados ni hemos creado una empresa comercial, sólo recogemos piedras que se han caído del cielo”, se defendía Ergün, uno de los vecinos favorecido por el fenómeno espacial. El propio ministro de Finanzas de Turquía, Mehmet Simsek, realizó vía Twitter una encuesta popular no vinculante en la que el 70% de los casi 30.000 usuarios de dicha red social apoyaron a que no se graven con impuestos a los que fortuitamente encontraron rocas del espacio y las vendieron.
Los compradores llegados desde Estados Unidos, Alemania, Dinamarca y, sobre todo de Rusia, quieren llevarse un trozo del objeto que cayó el pasado 2 de septiembre en esta localidad de apenas unas decenas de habitantes cerca de Bingöl, capital de la provincia homónima, en el sureste de Turquía. Los aficionados pagan precios que oscilan entre los 15 y los 60 dólares por gramo de piedra (unos 1.000 pesos argentinos aproximadamente por cada gramo). Vale desatacar que la pieza más grande encontrada hasta ahora pesaba 1,5 kilos, explicó a un medio turco uno de los vecinos.
En un foro on-line llamado “cazadores de meteoritos”, un aficionado que se identifica como Michael Farmer aseguró que hace dos semanas se llevó 50.000 dólares en billetes a Bingöl y los gastó “en pocos minutos” para adquirir las piezas más bellas. Desde luego, no sólo los propios vecinos recorren ahora sus campos con la vista fija en el suelo, sino también de las regiones cercanas han llegado muchos buscadores de ese tesoro disperso para poder vendérselos a los extranjeros que arriban diariamente. En relación a este tipo de vecinos que buscan obtener un rédito buscando rocas intergalácticas, el Ministro de Hacienda de Turquía explicó: “No se puede considerar que los ciudadanos de Bingöl que hayan recogido las piedras de meteorito en sus propias tierras formen una organización comercial, por lo que no están sujetos a tasas”.
Pero agregó: “Distinto es el caso de quienes hayan llegado de otras provincias para realizar esta labor con un fin comercial, lo que sí cuenta como ingreso sujeto a las normas de Hacienda”, concluyó el ministro.

