Durante la crisis internacional del año 2008 la industria de la cal en San Juan sufrió un gravísimo revés. Incluso 35 empresas familiares tuvieron que bajar las persianas. Además, las empresas pequeñas se vieron afectadas ya que las grandes dejaron de ser clientes. Hoy la crisis disminuyó, pero el panorama está dividido: por un lado, las grandes están apostando con nuevas inversiones; por el otro, las chicas se enfrentan a la baja competitividad y el difícil acceso a los créditos.
Hoy se vive un panorama de reactivación que incluye el proyecto Pascua-Lama y una creciente demanda de cal por parte de Chile. Este material es una pieza fundamental para el proceso de extracción de cobre, principal elemento producido por el país trasandino. Sin embargo la brecha entre los pequeños y grandes productores fue profundizada.
La recuperación económica, la reactivación del mercado del cobre y los nuevos proyectos mineros en San Juan llevan a las grandes industrias caleras a abrir los monederos. Un caso es la Compañía Minera del Pacífico. Esta calera se encuentra ubicada en el departamento Jáchal y hace un mes dio a conocer en la revista Mining Press su plan de inversión que va desde el 2010 hasta el 2012. Una de sus principales expectativas es la de duplicar en este año las ventas de cal a Chile. En el 2009 esta empresa (la CPM) le vendió al país limítrofe 15.752 toneladas. Actualmente planea llegar en el 2010 a 37.000. De la misma forma, Pedro Zárate, gerente general de la CMP en San Juan, había adelantado que instalarían dos nuevos hornos con los cuales multiplicarían por cinco su producción.
Otro ejemplo es la instalación del horno de CEFAS en agosto del año pasado. La empresa de Los Berros instaló el horno calero más grande del país. Puede producir 500 toneladas diarias de cal y necesita 80 operarios para funcionar, publicó DIARIO DE CUYO el 7 de agosto del 2009. A su vez, Pedro Brandi, presidente de CEFAS, afirmó que invirtieron 125 millones de pesos y que aumentaron en un 40% su producción total.
La empresa TEA, de capitales belgas, tampoco se quedó atrás y en el 2009 instaló un horno con una capacidad de 400 de producción.
Pero, al mismo tiempo, el panorama de los pequeños productores caleros es bastante distinto, ya que si bien existe una reactivación de la construcción, todavía no se ha logrado curar todas las heridas de la crisis.
El señor Araya, uno de los encargados de Araya Basilio, una compañía calera de Los Berros, sostuvo que “la situación de la cal no es nada fácil. La activación económica llega a una pequeña elite que no supera el cinco por ciento de las empresas”.
Un dato para comparar es que las empresas chicas tienen un promedio de producción cercano a 100.000 pesos al mes. A este monto hay que descontarle salarios, transportes, refacciones y una serie de gastos empresariales. Si los hornos de las grandes caleras han costado entre 30 y 40 millones de dólares es imposible para los chicos lograr ese nivel.
Por lo tanto la brecha continúa. Los grandes cada vez son más grandes y los chicos sólo los miran crecer.
Otra de las trabas que dio a conocer Araya con respecto al crecimiento es la dificultad en el acceso a créditos. “Yo tengo todo al día, pero nunca me han permitido acceder a los créditos. Yo toqué todas las puertas, pero incluso me dieron este bono de los $600 para no dejar el personal sin trabajo. Siempre te ponen trabas burocráticas y no se puede acceder a ningún crédito. Y eso nos pasa porque somos chicos”.
Sumados a estos inconvenientes, los caleros chicos deben lidiar con las reglas de la globalización. Como le dijo a CUYO MINERO Ricardo Martínez, presidente de la Cámara Minera de San Juan, “hoy en la provincia hay una capacidad de 1.760.000 toneladas al año, repartidas en 115 hornos. Sin embargo TEA y La Buena Esperanza producen entre las dos un promedio de 700.000 toneladas. Entonces se ve que casi la mitad de la producción está concentrada en una empresa ya que ambas pertenecen a UNIMIN, de capitales belgas. Y por otro lado existen 73 hornos que producen 500.000 toneladas al año”.
Esta concentración también es inversamente proporcional a la cantidad de mano de obra. Los hornos más pequeños son los que poseen mayor cantidad de empleados. Pero producen menos y por lo tanto ganan menos. A su vez, nunca están en condiciones de entrar en los mercados internacionales donde hay precios más altos y más caudal de ventas. Como sostuvo Araya, “es imposible que los caleros chicos como nosotros podamos venderle a Pascua-Lama. Antes de que yo llegue a entrar al mercado internacional me van a cerrar la puerta en la cara. La globalización hace esto, sólo deja a las empresas grandes tener negocios grandes”.

