Andrea Servera que es chiquita. De cuerpo. Porque según ella misma es grande, con sus 49 años a cuestas, que nobleza obliga decirlo, parecen muchos pero muchos menos. Podría pasar desapercibida si no fuese que por su piel emana una pasión. No es solo la de un bailarín que se mueve para mostrar algo, para expresar lo que siente. Para ella, es mucho más que eso. De hecho, encontró en esa misma acción el secreto para convertir el movimiento en posibilidad: Andrea es la creadora del Combinado Argentino de Danza, un grupo de bailarines de los más diversos orígenes, fruto de su trabajo en zonas marginales de Buenos Aires y en lugares donde muchos no le encontrarían sentido al baile, como una cárcel de mujeres o de menores. Pero ella sí. Y está feliz de eso. Inclusive se ha propuesto multiplicarlo y replicarlo allí donde sirva. Eso la hace “grande de verdad”.
Desde hace meses que está trabajando en San Juan, convocada para sumarse a la “pata local” del Carrusel, espacio dónde logró contagiar, sólo por citar algunos ejemplos, a personas de talleres comunitarios de la provincia y a los chicos que hacen malabares con sus cuerpos en las plazas todas las noches. Todos ellos, además de promesantes, creyentes e inclusive mujeres con sus vestidos de novias donados a la Difunta Correa, saldrán por las calles el próximo 23 de febrero a celebrar una nueva Fiesta del Sol.
¿Quién es Andrea Servera? Ella misma lo cuenta: “soy coreógrafa, bailarina. Me dedico a la danza desde chiquita pero como actividad complementaria, mientras crecía en Neuquén. Terminé la secundaria y encontré en el mundo de las danzas contemporáneas, lo que más me movilizaba, mi camino”.
Es por eso que aprovechó todo ámbito de formación posible, en el país y en el exterior. Viajó, tomó clases y dejó su aliento en escenarios de muchas partes del mundo (de América, Europa y África). También empezó a explorar por sí misma otras posibilidades de la danza, motivada por la curiosidad. Hasta que un día le golpearon la puerta y era una enorme oportunidad. La convocaron de la Fundación “Crear vale la pena” para armar un grupo de hip hop en la villa La Cava de San Isidro, conocida como una de las más peligrosas del Gran Buenos Aires. “Cuando un pibe pone el cuerpo en acción, ya sea con el deporte o la danza algo le cambia, le provoca felicidad y le da un lugar de pertenencia y entonces deja de sentirse tan solo y desamparado. Por eso es fundamental que haya proyectos que apoyen la tarea comunitaria y social. Ahí conocí a alguno de los bailarines que todavía bailan conmigo. Es muy fuerte el vínculo, es para siempre”, cuenta sobre la experiencia que la llevó a tomar una postura de vida sobre su tarea.
“Siempre sentía que la danza contemporánea, algo que me encanta, de alguna manera se mantenía en un círculo de elite, del que solo tiene acceso para estudiar y crecer en ese ámbito. En cambio yo necesitaba vincularme desde la danza con un espacio social que movilizara o cambiara algo en la gente, aunque sea muy pequeñito y sutil, más allá de una obra artística. Eso me emociona, me conmueve y me da ganas de seguir adelante. Hay tantos chicos que crecen en contextos complicados y difíciles, que la danza o el poder del encuentro de la danza les da su momento de felicidad. Por eso creo en los proyectos que se generan en las cárceles, en las escuelas, donde disfruto del recreo como espacio para hacer intervenciones. Para esos chicos, en sus mundos dolorosos, duros, de tanta desigualdad y violencia, es algo casi milagroso. No son acciones que van a cambiar el mundo, pero si es una oportunidad contagiosa para que alguien se sienta mejor”, explica su búsqueda y propósito de su trabajo en la danza, donde una obra se arma con el aporte de todos.
Mezcla que funciona
En el 2011, creó el Combinado Argentino de Danza, un grupo independiente, definido desde su nombre: una mezcla de mundos, ritmos y personas. Esto podría traducirse como chicos de villas y barrios de Buenos Aires, bailarines experimentados pero también curiosos con ganas de aprender, moviendo el cuerpo según el lenguaje del hip hop y los bailes urbanos, la danza contemporánea y el folclore, en principio porque hay lugar para toda música que impida mantenerse estático. Una convivencia y un lugar para todos. Son 15 personas en total.
“Otra convocatoria me abrió una gran oportunidad. Esta vez me llamaron para hacer algo para diseñadores de moda (NdR: Andrea Servera además realiza las puestas en escenas de desfiles, coreografías y performances de moda en el Bafweek, evento que reúne a grandes marcas y diseñadores del país como Martín Churba, Vicki Otero, Vitamina, Prune, Sarkany, entre otros). Necesitaban coreografías para un desfile que representara a la Argentina. Yo hice una propuesta con bailarines de folclore, mezclado con danza contemporánea, cumbia y hip hop. Al principio hubo resistencia pero funcionó. Ese primer paso abrió otras puertas y así nació el CAD que es mi gran orgullo”, cuenta sobre el grupo con el que no solo hace proyectos sociales y espectáculos sino además el que le hace de soporte en las capacitaciones y espacios de formación como el que iniciará en la provincia durante las próximas dos semanas con vistas al Carrusel.
Todos bailan
Con el mismo espíritu con que formó su grupo de baile y con las premisas con que trabaja, desembarcó en San Juan, respondiendo a otra propuesta de trabajo. Fue justamente con la inspiración de la Difunta Correa de por medio. Es que Andrea había venido a San Juan y visitó el paraje. El paisaje y los objetos allí depositados no solo la impactaron sino que motivaron una de sus obras “Tu casa” que se puso en el hall del Teatro San Martín en Capital Federal- y que tuvo como montaje una escenografía colectiva realizada por chicos y adultos a base de casitas.
“La obra no solo fue interesante, sino que pasó algo mágico. Ya estaba instalada la obra y la gente seguía trayendo casitas. Eso llegó a las autoridades locales y creo por eso me convocaron. Para mí fue hermoso, cerrar el círculo con la Difunta”, dice.
“Junto con el equipo maravilloso y talentoso de sanjuaninos que está trabajando en el Carrusel nos planteamos la idea de rescatar la posibilidad de que a este espacio lo hacemos entre todos y que por ende sea una construcción comunitaria. Algunos departamentos lo comprendieron mejor que otros. Entonces convocamos, por dar un ejemplo, a las Mujeres Audaces (un proyecto sanjuanino, de mujeres entre 40 y 70 años, que ponen a funcionar el cuerpo, el corazón y el alma al ritmo de la música) para bailar, a los artistas callejeros y todos esos chicos que hacen hip hop en las plazas. Y como si fuera poco, además colaboran con sus saberes y participan los integrantes de talleres comunitarios que funcionan en el ámbito de Desarrollo Humano, además de los promesantes y novias creyentes en la Difunta”, adelanta sobre lo que ha contagiado con su motivación y que se verá en las calles el próximo 23 de febrero.
El motor del Carrusel
Este año, habrá un gran cambio en el Carrusel. Es que en lugar de los carruajes construidos abundarán los camiones y colectivos intervenidos. Será el modo de homenajear esa costumbre, tan sanjuanina, de llegar en caravana a la Difunta Correa en este tipo de vehículos de hecho la mujer es tomada por los conductores como la Patrona de los Viajeros y Peregrinos- pero también esa devoción tan identitaria de expresar el agradecimiento por el favor cumplido por medio de las pinturas y leyendas plasmadas en los frentes y carrocerías.
Estos vehículos serán el soporte o especies de santuarios no sólo para las reinas departamentales sino para rendir homenajes a algunas vecinas “que han hecho algo por los demás” en cada rincón de San Juan. Es que si bien el motivo principal de la fiesta es “Difunta Correa, amor de madre”, desde el Carrusel se canalizará la temática, visibilizando y valorando a esas heroínas anónimas, como Deolinda que supo dar la vida por su hijo, que son sinónimo de pujanza y esperanza en cada departamento. Habrá mujeres trabajadoras, pioneras, ejemplos de vida.
Muchas de estas creaciones fueron generadas de manera comunitaria, con ayuda de vecinos, artistas y personajes de cada departamento.
Fotos: colaboración Equipo de Producción FNS y Andrea Servera