Surgió por casualidad hace dos años. Fabricaba su casa con técnicas de bioconstrucción, que utiliza materiales ecológicos o de bajo impacto ambiental, y una pared interna de Durlock le planteó el desafío al momento de pintar: ¿cómo mantener la estética de una casa en donde la arcilla, al barro y el yeso daban su impronta? Así fue como Antonio Iacopino puso en marcha su curiosidad y entre ensayo y error elaboró una pintura en base a arcillas.
“Hice un par de muestras para ver cómo reaccionaba en esa pared, me pareció que tenía buena adherencia y a partir de allí comencé a investigar”, recordó Iacopino.
Eso lo llevó a probar tintes con diferentes ferrites para la variedad de colores y también fue incorporando otros aditivos como pencas de cactus por la adherencia que brinda el gel de la planta. El plus fue la obtención de un producto biodegradable, no tóxico y de gran durabilidad.
Antonio Iacopino vive en Las Flores (Iglesia), actualmente es profesor de Inglés en la escuela agrotécnica de la zona y llegó al lugar unos años atrás luego de vivir 15 años en Chicago con el sueño de concretar un finca ecológica junto a su familia.
Ese proceso vinculado a la bioconstrucción lo llevó incluso a obtener un subsidio por parte del Ministerio de Minería provincial para la compra de maquinarias (ver aparte), pero lo de las pinturas ecológicas le abrió un nuevo espacio.
“Me gustaron los resultados que obtuve y me animé a ofrecerla comercialmente, el Café de Rodeo está pintado con estas pinturas y es muy icónico igual que lo pilares de colores en el ingreso a la zona del Kite Fest en Cuesta del Viento”, comentó a modo de ejemplo.
La durabilidad que mostró la pintura de arcilla más el acabado rústico que otorga lo llevó a elaborar un proyecto junto a Felipe, su hermano y socio, que presentaron ante el municipio local y también en el San Juan 2030 (el Consejo para la Planificación estratégica de San Juan). La idea fue trabajar junto al municipio en la restauración y mejoramiento de las casas existentes de la zona, utilizando la pintura y en virtud de una línea estética común que mantenga su morfología e identidad.
“Se necesita de voluntad política y no tuvimos respuesta aún, el beneficio a aportar es importante porque las casas están hechas en adobe y muchas sin revoque, con la pintura se les daría durabilidad y un acabado y armonía que suma a la estética de una zona vinculada al turismo”, explicó.
La pintura en sí misma tiene también mucha identidad, porque es elaborada con arcillas iglesianas lo que hace a la puesta en valor de este recurso minero del lugar. Las pinturas que elaboran los Iacopino llevan una parte de arcilla fina tamizada y otra de arena de voladura muy fina, más una parte de engrudo con harina elaborado con agua y sal que actúa como retardante. A esta base se le pone agua y algunos otros aditivos como aceite de lino y cola de carpintero, además de ferrites para el color o en su defecto se la deja natural respetando el color propio de la arcilla.
De momento el mercado de las pinturas “Volver a la fuente”, sólo se centra a nivel departamental entre aquellos que construyen sus casas de fin de semana en las zonas de Las Flores y Rodeo, que buscan una estética rústica de buen acabado y cierto estilo arquitectónico.
>> Dejar huella
Uno de los objetivos con los fondos que obtuvieron por parte del Ministerio de Minería hace un par de años atrás, fue la construcción de un SUM para el dictado de capacitaciones vinculadas a bioconstrucción, el fuerte de los Iacopino. Como profesor de la Escuela Agrotécnica Cornelio Saavedra, Antonio Iacopino ya tiene pensadas actividades vinculadas con este fin destinadas a los alumnos. Según adelantó en breve iniciarán las capacitaciones sobre bioconstrucción, que entre los aspectos a abordar estará la identificación de las arcillas locales.