La exportación de uva de mesa en fresco en nuestro país, generó 650 millones de dólares de divisas entre 2007 y 2015, siendo una actividad muy relevante en la vida económica y social de San Juan. En los últimos años el problema de competitividad ha llevado al sector a una grave crisis de sustentabilidad. Los especialistas, el ingeniero Carlos Resio y el licenciado Miguel Angel Giacinti, han elaborado un documento para SUPLEMENTO VERDE, en el que analizan los detalles que han llevado a la situación actual de esta actividad, la falta de competitividad del sector y también la escasa mano desde el sector estatal, para poder minimizar la mala relación inflación/dólar exportador. También la falta de acuerdos comerciales como tienen otros países productores con sus compradores.

Veamos un poco de historia, y cifras.

En las temporadas 2007/08 y 2008/09 el retorno económico se ubicó en 21 centavos de dólar por kilo exportado; para luego ir descendiendo de manera paulatina y constante, hasta caer precipitadamente en 2015 con un quebranto de 57 centavos de dólar por kilo. Esto explica por qué de exportar 85.8 millones de dólares en la temporada 2007/08, descendiera a 36.4 millones durante la cosecha 2014/15; con incierta y desalentadora temporada 2015/16. La información de referencia tiene como fuente Gabinete MAG (http://gabinetemag.com/), en base a datos estadísticos oficiales y privados del sector.

Entre las temporadas 2007/08 y 2014/15, el aumento de costos es de 80 centavos de dólar por kilo (desequilibrio entre inflación o costos del sector y la devaluación del peso frente al dólar) de los cuales 39 centavos de dólar por kilo se originan en producir y empacar; 18 centavos de dólar por kilo en materiales y 23 centavos por kilo en los gastos comerciales.

Pero no es la única adversidad que enfrenta la actividad, la falta de acuerdos comerciales en la política internacional del país, particularmente con Europa y Rusia (mercados relevantes para la uva de San Juan), implica un costo de 65 millones de dólares de aranceles de importación y gastos impositivos que no se trasladan en la cadena en el periodo analizado (Ej: IVA importador en Rusia). A esto debe sumarse también el problema internacional actual de las monedas con un impacto negativo de 34 centavos de dólar por kilo exportado.

U$S 1,34 para adentro

Sumando todos estos conceptos, la pérdida de competitividad del sector es de 1,34 dólar por kilo exportado; explicado en 59.6% por desequilibrio entre inflación y devaluación oficial que impacta en un aumento de costos en dólares (incluso impuestos); 10.5% el no acuerdo comercial con Europa y Rusia y 29.9% originado en las devaluaciones de las monedas frente al dólar en los mercados externos. Frente a los 1,34 centavos de dólar de problema de competitividad sectorial, las retenciones son 6,5 centavos de dólar por kilo y sólo aporta un 4.9% del problema de competitividad con su eliminación. En el mejor caso las retenciones son el 8,2% del mayor costo en dólares o el 11,5% del quebranto del 2015 (sin considerar amortizaciones y gastos financieros).

Pensar en que existe restricción presupuestaria a nivel nacional, implica reflexionar que un acuerdo comercial con la Unión Europea y Rusia aportaría mucho más solución que la eliminación de los derechos de exportación o más conocido como retención. Si por otro lado, el no acuerdo con la Unión Europea es para proteger a otro sector no exportador, con ventas en el mercado interno, entonces ya hablaríamos de una discriminación de las economías regionales que exportan a estos mercados, beneficiando a otros sectores, con una protección arancelaria que es pagada por las economías regionales. Excepto que se le compense dicha inequidad.

Ahora bien, los resultados de la política inflación-dólar generaron un crecimiento de la economía y con ello resultados positivos para muchos sectores del país, particularmente los que no son exportadores. Por lo tanto, la sintonía fina que falta es compensar con empatía el quebranto de las economías regionales exportadoras.

Dos datos claves, la pérdida del 2015 es de 57 centavos de dólar por kilo y recomponer la competitividad del sector son 1,34 centavos de dólar por kilo. Con un dólar oficial de 9,3 pesos, implicaría un tipo de cambio efectivo (sin devaluar, recomponiendo la competitividad) de 13,3 pesos para recuperar tan sólo la pérdida anual (costo directo sin amortizaciones y gastos financieros); o bien de 16,3 pesos para compensar la pérdida de competitividad (para tener capacidad de financiar la incorporación de tecnología).

Este ejercicio es tan sólo para graficar la magnitud del desequilibrio que cae pensadamente sobre la actividad; de allí la crisis actual.

En el caso de uva de mesa, los recursos anuales necesarios para compensar parcial o totalmente el desequilibrio en el tipo de cambio efectivo del 2015, van desde 31 millones de dólares (quebranto 2015) a 70 millones de dólares (recuperar la competitividad internacional, a consecuencia de que requiere una fuerte inversión tecnológica). La última campaña es la de mayor impacto negativo desde lo económico (80% del quebranto de los últimos años), por efecto "tenaza"; aumento de costos internos y el fortalecimiento del dólar. En los últimos años la debilidad del dólar solapó el incremento de costos interno en nuestro país; otra verdad para explicar porque el problema del quebranto a manera de exposición público no surge con anterioridad.

Economías regionales

Lo relevante hoy para un modelo sectorial de uva de mesa para exportar de moderada a baja concentración económica con empresas importantes (según el Índice de Herfindahl e Hirschman entre 1.400 y 1.000 puntos en los últimos años), es la necesidad de un plan sistémico a nivel público para recuperar las economías regionales (frutas y vegetales con 500 mil hectáreas genera un millón de empleos). Esto abarcaría desde la disminución de impuestos (interno y/o externos vía acuerdos comerciales) y el aporte económico para mejorar el tipo de cambio efectivo del sector (donde habrá que analizar la metodología a seguir y establecer prioridades); mientras se resuelve la cuestión de los acuerdos comerciales compensar vía reembolso los costos de aranceles e impuestos de importación para mejorar también el tipo de cambio real; plan antiinflacionario para no seguir aumentado el desequilibrio inflación-devaluación; y poniendo a disposición de las economías regionales la financiación en plazos y condiciones que facilite la incorporación de tecnología.

Créditos pro-tecnología requieren considerar aspectos diferentes a las normas bancarias (no es apropiado pensar que el Banco Nación y los recursos del sector privado en el sistema financiero están disponibles para ello); y esto sólo es posible con una legislación especial y recursos afectados a través del presupuesto nacional.

La inversión en tecnología es clave para su competitividad internacional, de allí la necesidad de recomponer la ecuación económica y financiera del sector, y además financiar la modernización de las plantaciones, sistemas de conducción, incorporación debidamente estudiada de nuevas variedades con gran potencial genético de producción, variedades "grower friendly" (amigables para el productor) es decir que no necesitan raleo manual, no emiten feminelas secundarias, de alta fertilidad, no desgranan, con nuevos sabores y aromas, bayas de gran tamaño y crujientes, de buena conservación post cosecha, resistentes a enfermedades como oidio y botrytis y que toman color fácilmente sin utilización de reguladores de crecimiento (PGR). Sin incorporación progresiva de tecnología, el cultivo de uva de mesa en San Juan para exportación no será competitivo a pesar de mejorar el tipo de cambio real; en una ventana comercial cada vez más abastecida por los países competidores del Hemisferio Sur, como Perú, Sudáfrica y Chile.

La moraleja es, que la crisis tiene oportunidades, si no se deja caer a los que producen. De eso se trata la reflexión de este artículo y la necesidad de un aporte público para compensar al sector la inequidad o falla de mercado que acontece en la relación inflación-dólar en nuestro país. Que hay beneficiarios con esta política no se duda, pero la verdad, es que el que produce para exportar sólo contabiliza pérdidas en este entorno, y no aparece la empatía política para solucionarlo.