Dora, Rubén y Sergio Uñac

En ejercicio de su función

Se la ve y se la escucha tan feliz a Dora Ene al hablar de su rol de mamá que contagia la sonrisa y también la emoción cuando sus ojos se empañan al recordar momentos claves en la vida de Rubén (46) y Sergio Uñac (40). Cumplí mi misión lo mejor que pude, dice con una expresión mezcla de felicidad y nostalgia porque, lógicamente, le hubiera gustado que su marido -Joaquín (Coco) Uñac-, los hubiera visto como vicegobernador de San Juan e intendente de Pocito respectivamente.

Les dimos todo para que tuvieran alas y supieron volar. Son chicos que no me han dado trabajo para nada porque han vivido en una casa donde reinaba el respeto y el amor.

Claro que hay algunas salvedades porque el mismo Sergio cuenta que no le gustaba el jardín de infantes y más de una vez se escapó de la escuela o no llegó a la profe que lo preparaba en una materia. Cosas de chicos.

Los dos trabajábamos y ellos pasaban mucho tiempo con una persona que los cuidaba aunque yo me encargaba de la comida y de ayudar en las tareas de la escuela, recuerda.

Alcanza con verla junto a ellos para darse cuenta que es cariñosa, extrovertida y de gran carácter. Con una sonrisa casi imborrable cuando habla de los chicos, cuenta que Rubén ganó el premio al mejor compañero en séptimo grado, que ambos aglutinaban tantos amigos que la casa vivía llena de gente.

Por un lado Sergio siempre fue el capitán del grupo, por otro Rubén -más tranquilo,muy simpático-, eran muy queridos tanto por los compañeros de la secundaria como de quienes luego comenzarían a hacer política impulsados por Sergio que a poco de recibirse decidió dedicarse a esta actividad, relata Dora.

Rubén también se había dedicado a la política universitaria y no le costó sumarse a la propuesta, al igual que su padre quien había sido tentado en varias oportunidades para ser candidato a intendente pero recién tomó la decisión cuando sus dos hijos lo acompañaron.

Cada uno de esos momentos y de esas decisiones fueron apoyadas incondicionalmente por Dora, que junto a su tarea de docente, no descuidó la de mamá.

Ellos siempre fueron independientes para todo, decididos, y yo no soy de darles consejos pero siempre les recuerdo que hagan bien las cosas, dice.

Son los dos únicos hijos de Dora y recibieron todas las mañas que uno se puede imaginar, pero eso no hizo mella, por el contrario, les dio alas para crecer en lo que más les gusta hacer.

Dora sabe que no es común tener dos hijos en el ámbito de la política que ocupen dos cargos importantes como es este caso, y eso la llena de orgullo.

He sido una mamá compañera, he visto siempre con mucha naturalidad todo lo que ellos han logrado. Estoy totalmente orgullosa de los dos. Siempre han sido personas que se han propuesto cosas y han logrado los objetivos. Han formado familias hermosas, tengo cinco nietos divinos,¿que más se puede pedir?. Sí.. que estuviera su padre para verlos.

Amalia y Alejandro Parra

Los hilos de un afecto sin igual


Ella es coqueta. Le gusta la ropa. Y si bien tiene un hijo diseñador de modas que, como si fuera poco, es el sanjuanino que más lejos llegó con su pasarela (ya que hizo desfile en España, Francia, Ecuador y otros puntos fashion del planeta), en su placard no abundan los vestidos ni talleurs de autoría de Alejandro Parra.

Amalia, la mamá en cuestión, lo justifica diciendo que su hijo tiene mucho trabajo y que ella no tiene problemas en quedar la última de la lista a la hora de probarse una de sus exclusivas prendas o inclusive planificar comprarse un atuendo en cualquier boutique local para lucir en un evento. El hijo, del otro lado de esta historia, reconoce que siempre está en deuda con sus afectos en este sentido. Por suerte se entienden. El amor y la comprensión son más fuertes.

"A mí me fascina lo que hace, nunca vi alguna prenda fea y no lo digo solo yo que soy la mamá sino buena parte de las sanjuaninas y clientas de otros lados que ha ido cosechando con su trabajo y su esfuerzo. De todos modos yo no sé cómo puede hacerlo tan perfecto porque mientras corta y diseña, está charlando o haciendo otras cosas a la vez. Tiene algo mágico que lo hace único. La prueba está en que él sólo mide una vez a sus clientas y les queda perfecto”, dice sin ocultar el orgullo Amalia, que también es la mamá de Jackeline, Ivana y Lorena.

Siempre dedicada a sus hijos, a su marido (ya fallecido) y a su casa, Amalia reconoce que ella jamás toca un hilo y que en el árbol genealógico de la familia Parra-Bianchi, no había antecedentes ligados a la costura ni mucho menos al diseño hasta que Alejandro descubrió "casi jugando” su hobbie y su futuro en lo inmediato. Ya tenía el título de Licenciado en Marketing cuando hizo su primer vestido, para una de sus hermanas. Y para sorpresa de muchos, obtuvo aprobación generalizada y fue la puerta que se le abrió a este nuevo mundo de la moda

"Yo no sé nada de esto, ni siquiera enhebrar una aguja”, se confiesa entre risas la mamá, aunque en el historial de Alejandro figura que más de una vez fue la mujer quien le dio una mano repasando a último momento sus "obras de arte” antes de salir a un desfile. De todos modos, ella prefiere en estas circunstancias dejarlo trabajar tranquilo, respetar sus tiempos y no molestarlo.

Según la mujer, en su casa no hubo trabas cuando el joven anunció su gusto por el diseño textil. "Mi hijo desde pequeño fue muy creativo. Ya a los ocho años tocaba el piano de oído fantásticamente bien. Por eso no era de extrañar que pronto se ligara con una carrera basada en el buen gusto y la imaginación. Mis cuatro hijos tuvieron la libertad necesaria para hacer lo que les gustara y lo que los hiciera felices”, argumenta. Y es Alejandro a los 35 años, quien pone negro sobre blanco: reconoce que nunca recibió un aliento efusivo pero tampoco negativas por su decisión y que al contrario, al momento que tuvo que armar su atelier fue su mamá quien le prestó un lugar. "Si eso no es apoyo y amor, ¿el amor dónde está?”, se pregunta Alejandro dejando de manifiesto una relación afectuosa y sin remiendos, sino con todas las letras.

Lucía y Javier Acuña

Coronada de gloria


Tanto escuchó a Horacio Guaraní en el radio grabador que llevaban cada vez que cambiaban de lugar para acompañar a su papá en la tarea de parralero que con dos años Javier Acuña (27) -consagrado en el programa Coronados de Gloria en el 2007-, aprendió todos los temas de memoria. En esto Lucía Vidal, fue un pilar fundamental porque es el tipo de mamá que sueña que sus hijos hagan lo que más les guste para ser felices.

Desde que le compramos una guitarrita en Media Agua y tocó y cantó delante de la gente que se juntó para escucharlo lo apoye para que hiciera lo que más le gustaba, relata.

Fue hijo único hasta los cuatro años, luego nacieron sus hermanos Leida (23), Maxi (21), Yanete (15) y Jairo (7).

Lucía se dedicó a ser madre toda la vida mientras acompañaba a Washington a cada lugar donde había que levantar un parral. Puso todo de sí: administrar los ingresos, preparar la comida, la ropa y todo lo que demanda ser ama de casa aunque en este caso también se encargó de llevar muchas mañas.

Es de las mamás que preparan el mate cuando llegan los amigos, que cuidan cada detalle, pero que a la par deja a cada uno desarrollarse en sus actividades.

Son muy pegotes, Javier en especial, si bien pasa mucho tiempo en Buenos Aires y otras provincias porque trabaja en la Biblioteca Móvil del Congreso, siempre se hace un tiempo para estar acá. Me ha gustado acompañarlo en todo y lo sigo haciendo, pero él decidió elegir la música para vivir y estoy muy contenta de que lo haga. Siento mucho orgullo por lo que hace.

Lucía, y toda su familia, se enteraron que iba a participar del casting que se hizo en Mendoza recién cuando lo ganó ya que debía viajar a Buenos Aires, del mismo modo se enteró para un día de la madre que ya tocaba la guitarra (le había enseñado su vecino Adrián Amarfil), y le cantó una canción alusiva a la fecha.

He vivido muchas emociones con Javier, por su forma de ser, por sus logros. En realidad cada uno de los chicos me va dando sorpresas ya que también Leida viaja ahora a Europa cantando con el coro, cuenta Lucía.

Javier heredó mucho de su madre: su simpatía, su fortaleza para salir adelante y cumplir objetivos. Desde su merecido cuarto puesto en Coronados de Gloria que lo llevaron a transitar escenarios nacionales no para. Ahora está a punto de presentar su segundo CD, tarea nada sencilla en estos tiempos de tremenda competencia.

Su esposo dice que siempre fue muy buena madre, excelente, quizá me hubiera gustado que sea más dura, pero ella es así y vive para los chicos.

Mecha y Fabián Flaqué

Campeona de la vida

Jamás un dolor de ciática ó sus ganas por quedarse en la casa fueron excusa para no seguir a su hijo menor, Fabián, a una pista de carreras. No es para menos. Rosa Mercedes Alé de Flaqué es la primer seguidora del corredor que actualmente pelea el podio del Turismo Nacional Clase 3 pero que en otras épocas supo representar a la provincia en el TC 2000, el Turismo Carretera y el Top Race.

Pero más allá de su fanatismo, es la que le hacía hasta hace poco cada bolso antes de una carrera, se ocupaba de que no faltara ningún detalle previo a un viaje e inclusive hasta lo acompañaba sola para que el chico -hoy de 40 años- tuviese a quien abrazar ante un triunfo o una derrota en el kilometraje. Ahora de todo eso se ocupa su mujer.

Igual Mecha, tal como la llaman, no se pierde ninguna carrera. Si es en vivo y en directo, mejor. Si es por la tele, igual tiene magia. "Es el modo de acompañarlo y estar cerca. Lo he hecho tantas veces en mi vida. Si hasta he dormido muchísimas veces en carpa porque no nos alcanzaba la plata para pagar un hotel. Inclusive he ido enferma y Fabián se ha tenido que desviar en más de una oportunidad, del camino hasta una farmacia para que me pusieran una inyección para poder seguir viaje”, dice con afecto.

Reconoce y comparte con su nuera que estar en su lugar -el de mamá y el de esposa de un piloto de autos de carrera- no es fácil y hasta se anima a afirmar que hay que tener valentía ya que quizás cualquier otra mujer en esta situación flaquea fácilmente. Pero ella no. Su hijo es su ídolo y por eso sabe sobrellevar con entereza el temor a un accidente en la pista, el miedo a un vuelco y la angustia por algún choque que pueda poner la vida de Fabián en peligro. "Si bien es una posibilidad cierta, nunca ante una carrera pienso en que le puede pasar algo malo. A lo mejor se deba a que por un lado sé muy bien cómo es mi hijo y a que estoy segura que conduce a conciencia y con responsabilidad. Pero además él nos ha enseñado que es más peligrosa la ruta hasta el autódromo que la carrera misma, porque hay mucho conductor desprevenido e impaciente. Ante un peligro o ante una carrera sencillamente, siempre opto por rezar y pedirle a Dios para que salga todo bien. Y tengo otro secreto cada vez que le lavo el equipo, lo rocío con agua bendita. Eso lo hago desde que empezó”, se confiesa la mamá que ha sabido ganar en el ámbito tuerca, el cariño de Gurí Martín, entre otros competidores. Tan es así que este piloto no hay evento deportivo donde encuentre al sanjuanino que no pregunte por su madre.

"Yo creo que mi hijo quiso ser corredor de autos desde que estaba en la panza. De hecho, cuando iba al jardín lo único que dibujaba eran autos y más autos. Hablaba solo de autos. Pensaba en autos. Como todo era autos en su vida, lo llevé a un psicólogo. Por suerte, me dijo que era normal, entonces yo respiré tranquila”, cuenta Mecha que llegó a hacer costuras para ganar unos pesos para ayudar a la casa y para también tener ahorros para cuando Fabián, el chico que a los 15 años comenzó en karting y a los 21 pasó a la categoría de autos, lo necesitara.