Las antiguas minas de Castaño otra vez están en primera plana. Tal como fuera publicado en una nota de DIARIO DE CUYO en diciembre de 2009, Troy Resources, la empresa que opera la mina Casposo en Calingasta, anunció su intención de reflotar el yacimiento Castaño Nuevo e iniciar exploraciones a partir de este año. En forma paralela, María Alejandra Pittaluga, investigadora y miembro del Gabinete de Geología Ambiental de la UNSJ, obtenía su doctorado en Ciencias Geológicas tras exponer su trabajo “Diagnóstico Geológico Ambiental de la Cuenca del Río Castaño”. Así, mientras por un lado las minas de Castaño sorprendían otra vez ante su posible reactivación, por el otro, la investigación sacaba a la luz el impacto ambiental de la explotación en esta zona minera, tras varios años de abandono.

El estudio reveló que la calidad del agua del río Castaño no fue afectada por la explotación de las minas de Castaño Viejo y Castaño Nuevo, ubicadas en sus inmediaciones. Esto no quiere decir que no hayan tenido su incidencia, sino que, por el contrario, el estudio sienta precedentes sobre la importancia de la conciencia ambiental en la actividad minera.

El río Castaño es uno de los principales afluentes del río San Juan (que abastece de agua a la población de la provincia) y atraviesa el área minera de Castaño Viejo en Calingasta, conocida desde 1863 pero explotada intensamente entre 1956 y 1964. Aguas abajo, hacia el sur, provee a las localidades calingastinas de Puchuzún, Villa Nueva y Villa Corral.

La investigación implicó el muestreo sistemático del agua del río Castaño para conocer los niveles de concentración de metales pesados como cadmio, zinc, cobre, cromo, plomo y aluminio. Esto en virtud de la ubicación de los diques de cola de las viejas minas, situados en quebradas a las márgenes de los afluentes.

Los valores obtenidos se compararon con datos avalados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Ley de Protección Ambiental Minera y la Ley de Medioambiente. En laboratorio también determinaron otros parámetros como acidez, conductividad eléctrica y sólidos disueltos en el agua.

“Los metales estudiados presentaron mayores concentraciones en época estival, que es cuando se producen las precipitaciones y deshielos provocando mayor arrastre. La particularidad es que aguas abajo, que es donde el Castaño se une con el río Los Patos para formar el río San Juan, estas concentraciones disminuyen”, explicó Pittaluga.

Para Pittaluga y el equipo de investigación, la explicación responde al hecho de que “en su recorrido el río tiende a depositar los sedimentos de otros tributarios que bajan de las quebradas donde estaban estos diques de cola. En este proceso el río tiende a recuperar su calidad original”, según señaló la académica.

Estos datos fueron contrastados con la incidencia en la población tras el consumo del agua. Se entrevistó a médicos y enfermeros del hospital de Calingasta y se concluyó que “no hay enfermedades relacionadas con una contaminación en el curso del agua, sólo algunos casos de diarreas estivales pero como resultado del consumo de agua sin potabilizar”, dijo Pittaluga.

También hicieron estudios de suelo para ampliar la información. Tomaron muestras de suelos sin cultivar, cultivados y de pastoreo. Los resultados de laboratorio pusieron de manifiesto concentraciones de arsénico y de cadmio. “Son metales que están dentro de la geología de la zona y no necesariamente del yacimiento, esto es porque el río atraviesa estas áreas mineralizadas y arrastra estos elementos. No hay manifestaciones en los cultivos y sólo pudimos detectarlo a través del laboratorio. También hicimos estudios porque estos elementos están retenidos y es por las características del suelo, algunos tienen más arcilla y tienden a retener estos metales pesados”, detalló la fuente.

Así las cosas y ante la inminente reactivación de las áreas mineras de Castaño, la académica considera su investigación como un punto de partida para la elaboración de planes y programas de manejo de la cuenca, a la vez de ser un importante marco de referencia en lo que a datos se refiere.

“La experiencia de las minas de Castaño sirven como antecedente, momento en el que no había los controles ambientales de hoy. Personalmente considero que eso no volverá a suceder porque existe conciencia ambiental y porque la tecnología aplicada a los procesos minimiza considerablemente el impacto”, concluyó Pittaluga.