“Cuando pase por Niquivil no deje de probar un sánguche de pan casero en lo de Silvia” dijo un chofer a esta cronista en uno de sus viajes a la mina Gualcamayo. Luego vendría la sorpresa de ver un pan casero gigantesco, y detrás y acomodando fetas de jamón crudo sobre rodajas de pan ya cortado, estaba Silvia Alaniz, una mujer de hablar sereno para quien el de boca en boca se convirtió en su mejor publicidad.

Silvia es la dueña de “Comedor Silvia”, un pequeño almacén ubicado sobre Ruta 40 frente a la garita de Policía en Niquivil, a 120 kilómetros de Gualcamayo. El negocio lleva tantos años que ya ni se acuerda de cuándo se fundó. Lo que sí está claro para ella, es que desde que la mina dio inicio a sus operaciones en el 2008 el consumo comenzó a repuntar sobre todo en cuanto a sándwiches de jamón por la tarde y tortitas jachalleras recién horneadas por la mañana.

Una opción u otra están ligadas al movimiento de personal propio del yacimiento. “De lunes a martes hago dos panes grandes y los miércoles hago tres de nueve kilos, de cada uno puedo sacar hasta 25 sánguches generosos; lo tengo todo listo para el jueves que es cuando bajan”, dijo la mujer. La referencia de Silvia tiene que ver con el grupo integrado por Supervisores y Gerentes de mina, los que ingresan a trabajar el lunes temprano por la mañana y retornan a sus hogares el jueves por la tarde. De allí a que el día previo resulte más intenso, aunque claro está, también deben tenerse en cuenta a todos los viajeros que pasan por la ruta.

Cumplir con esta demanda significa el esfuerzo diario de madrugar a las cinco de la mañana para el amasado, armado y horneado de los panes, tortitas y pan dulce de noviembre a diciembre en la previa a las Fiestas. “Por aquí es parada obligada para el visitante de la ciudad hasta Jáchal, los turistas que van a Ischigualasto y la gente de Vialidad Nacional; pero los mineros son mis niños mimados, ellos van o vuelven de trabajar cuando pasan por mi negocio. Uno se acostumbra a ver algunas caras y con el tiempo también se entabla una amistad”, comentó.

Tal es el lazo que ya existe con el personal de la mina, que muchos antes de pasar y con días de anticipación le hacen el pedido por teléfono. “Me pasa con gente no sólo de acá. En una ocasión unos muchachos que habían venido de Santa Cruz a la mina por no se qué tema, me llamaron para encargarme pan casero y pan dulce; eran por el viaje y para llevarles a su gente”, contó la protagonista.

Los días de Silvia continúan en su puesto entre panes y tortitas, entre mates y charlas que hicieron de su almacén en Niquivil en el lugar del millón de amigos.