El general San Martín, entre tantos virtuosismos es sinónimo de libertad, algo que Gustavo Muñoz Lorenzo, más conocido como ‘Huevo Muñoz’, posee también desde que era pequeño. Esto es el punto de partida para entender a este amante de la aventura, del paisaje sanjuanino y su arte la fotografía. Lugares inhóspitos, vientos de diversas direcciones, climas de los más aterradores fueron los que no impidieron a este hombre avanzar captando y aportando esos lugares que no muchos llegan. Es fotógrafo desde que tiene memoria. Hace más de veinte años que la mirada detallista y audaz forma parte indivisible de su personalidad. Él habita cada espacio de manera personal, en las alturas o en el interior de las más profundas cavernas o glaciares; en medio del vértigo de la construcción de una mega obra o en la apacible tranquilidad de un pueblo cordillerano; cada imagen es la manifestación indiscutible de su mirada singular. A la espera de la imagen precisa estudia cada detalle, siendo el primero en dar la bienvenida al sol y el último en despedirlo. Porque cada fotógrafo es, a su manera, un seguidor de la luz con sello propio y, así lo deja sentado.

¿Cuántas veces has realizado el cruce?

El cruce lo he realizado más de 15 veces. Atravesar Los Andes es un desafío, debe emprenderse con previsión y organización. Con ánimo de profundizar y vivir mi propia experiencia, recorrí la Ruta Sanmartiniana muchas veces, por mi cuenta. La crucé en invierno y verano a lomo de mula, volando en helicóptero y caminando en pleno invierno con esquí de travesía por ambos lados de la cordillera. En cada viaje llegué hasta la frontera con Chile. Mis impresiones acerca de cómo pudo haber sido el Cruce fueron variando. En medio de la soledad e inmensidad de la cordillera, sentí la desolación y la incertidumbre, pues el clima podía obstaculizar mi marcha. Desde las alturas del helicóptero, aquel difícil trayecto era sólo una línea que atravesaba el gigante cordón montañoso. En el 2010, decidí unirme a quienes año a año recorren la Ruta Sanmartiniana, ubicada en su mayor parte en la provincia de San Juan. Junto a ellos, fui tras los pasos del ‘Libertador’, atravesando la cordillera a lomo de mula. Cada paso que daba, cada sensación, cada pensamiento, me acercaba

La Montaña no deja margen para el error. Considerar cada mínimo detalle hace la diferencia, chequeos médicos, acondicionamiento gradual a la altura, resistencia física, descansar bien, tener todo el equipamiento necesario, paneles solares, baterías, discos rígidos, internet, equipos satelitales, todo. Nunca sabes con que te vas a encontrar, y es en esos momentos cuando surge la verdadera naturaleza de las personas. Aunque sea el mismo camino, nunca es igual. Con el tiempo, te guía la memoria y la mirada se agudiza para apreciar cada detalle.

¿Qué te trasmite el Cruce?

Un pensamiento me acompañó en cada uno de mis viajes: el Cruce de los Andes no sólo liberó un pueblo; también liberó las almas de quienes lo recorrieron y lo transitan hoy. Llegar a destino, haber sido capaz de atravesar un cordón de colosales montañas en tan adversas circunstancias, me hizo sentir que podía lograr todo lo que me propusiera. Y tal vez esto signifique ser libre, ¿no? vencer cada obstáculo, en la perseverancia de una noble meta.

Si tuvieras que contarle a alguien, ¿cómo es el paisaje de allí?

Ríos cristalinos y caudalosos. Imponentes cordones montañosos. Verdes pastizales y vegas. Tomar conciencia que estás recorriendo el mismo camino que el Ejército de Los Andes, que ves y vivís lo mismo que ellos, es una sensación vertiginosa. En ese momento te das cuenta de que ‘esa historia’ es también la nuestra, y que no ha terminado de escribirse porque sigue latiendo en cada paso. El frío es un factor determinante en el Cruce de Los Andes. Aunque se realiza en verano, en las zonas cercanas a la cumbre los días son muy calurosos o muy fríos pero en las noches la temperatura alcanza los 15 ó 20 grados bajo cero incluso en noches de verano o aún en pleno día.

Y en el interior,¿cómo se vive?

Frente a la adversidad, se activa algo profundamente humano. Algo que no te deja rendirte, y que, como el sol, arroja todas las sombras detrás de nosotros, devolviéndonos la confianza y conectándonos con nuestro propósito. A ése algo, le llamo yo esperanza.

La comunicación de ayer y de hoy

Antes los baqueanos conocedores de toda la ruta eran pocos; la mayoría sólo conocía algunos sectores. Esto obligó a establecer ‘un servicio escalonado de baqueanos’. Sin celulares ni GPS, la única forma de comunicación posible para San Martín fueron los mensajeros y/o baqueanos. Las cartas o los mensajes enviados tardaban días en llegar. Hoy llevo mi teléfono satelital y ante cualquier emergencia puedo llamar o enviar un Whatsapp.

¿Podés definir la palabra tiempo?

Doscientos años han transcurrido desde que el general San Martín cruzó la cordillera para iniciar su Marcha Libertadora. Un importante hecho histórico que se enseña en las escuelas, pero que sólo quienes hemos atravesado el camino podemos entender en magnitud y dificultad.

Una forma de medir la vida. Aquí todo es distinto, los minutos se sienten como horas y los días avanzan a su propio ritmo. Comprendo lo que es la eternidad, un presente continuo que une acontecimientos, siglos y generaciones.

200 años; 73.000 días; 4.380.000 horas de aquella histórica hazaña. Cuando lo pensás, tu idea del tiempo se transforma. Un ser humano puede vivir hasta 100 años. Pero un árbol o incluso un cordón montañoso existe por siglos o milenios. Frente a la inmensidad de la naturaleza, nos quedan la grandeza de los ideales y la persistencia de su legado.