Le contaron que tenía 3 años, a lo sumo 4, cuando se sentó frente a una compu para imitar todo lo que hacía su papá. Para ella no era un juego. Era trabajar, de verdad. Como los grandes. En ese entonces aprendió a prender y apagar la máquina, a usar el mouse, a navegar por sus páginas favoritas en Internet, entre otras destrezas. Inclusive unos años más tarde, con 7- 8 años, pidió aprender a programar. Carlos Chaves, su papá -ingeniero en computación y dueño de una empresa experta en desarrollo de software- no pudo negarse. Llegó a instalarle un seudo código, que no es ni más ni menos que una herramienta sencilla para programar y así pudo regodearse viéndola hacer sus primeros programas para juntar bloques. También le divertía instalar y desintalar programas que el equipo tenía.
Exactamente veinte años después y también con su papá como testigo -porque juntos van todas las mañanas al mismo café del centro a desayunar antes de empezar las tareas diarias y ese fue el disparador del primer desarrollo tecnológico por su cuenta- la misma Camila, lanzó en el 2020 la app con la que los clientes pueden acceder y registrarse en un comercio a través de su celular y sin que intervenga otro elemento ajeno, que pueda haber manipulado otra persona, como era la lapicera y las hojas donde se anotaba cada cliente. A esta altura de las circunstancias ya la usan más de 250 comercios sanjuaninos y promete seguir aumentando su utilidad, ahora que volvieron a cobrar relevancia las restricciones y protocolos por el Covid. Es más, le han llegado pedidos de otras provincias.
Si bien ese es uno de sus aportes más significativos, ya que no sólo es útil sino además es gratuito, la chica del código QR sigue dando pasos agigantados y va dejando huellas en las redes: ella es la autora -junto a su novio Guillermo Casasola y con la colaboración de su grupo de amigos- de una página que reúne los audios virales de la provincia y que es furor entre los más jóvenes. De hecho en un sólo día llegó a registrar 300 usuarios. Algo similar ha pasado con otros de sus desarrollos de juegos por Whatsapp y de reserva de turnos para todo tipo de institución que así lo requiera, desde un profesional de salud hasta un restaurante (ver Una aplicación para cada necesidad).
Camila Chaves tiene otra veta en la programación que la desvela. Ella está convencida de que todos pueden hacer programación. De hecho piensa que debería ser una materia más de la escuela, algo que no está en sus manos ni decisiones. Y como levanta las banderas para que otra mujeres, desde muy chiquitas, aprendan estas herramientas para ganarse un lugar en el mundo de las tecnologías que tan mezquino parece ser hasta ahora con sus pares; se ha convertido en la promotora de un club de programadoras, donde sus participantes tienen entre 13 y 18 años. Estas adolescentes, guiadas por Camila a la cabeza y dos mentores más, generan encuentros donde comparten los secretos de este mundo, pero no como clases formales sino de manera divertida. Este espacio es gratuito y no hay requisitos para participar. Salvo ser una chica porque es la propuesta que se hace desde la organización a nivel nacional.
"Hay que desmistificar la programación. Hay que sacar la idea en la gente de que es algo difícil, que implica saber mucha matemática y que es sólo para genios porque no es así, para nada. Para programar se necesita pensamiento lógico puramente y eso abre cabezas, no sólo en lo tecnológico sino en la vida misma, ayuda a tomar decisiones diría. Pero fuera de eso la programación tiene muchos aprendizajes significativos para todos, algo que no se da en otro ámbito. En programación puede empezar hoy un proyecto y seguirlo en una semana que no se va a modificar, al contrario, se puede hasta aclarar la idea original. Y lo que es muy sano para aprender y poner en práctica: cuando se programa uno se puede equivocar mil veces y también se puede ir corrigiendo lo que va haciendo mal. De hecho ese es el método para programar. No hace falta ser perfecto. Si algo funciona mal, se puede mejorar, releyendo y repasando los pasos dados. Es prueba y error y eso lo hace una disciplina muy llevadera. Eso no ocurre cuando uno cocina, por ejemplo, que si te equivocás se ve en el resultado porque puede ser incomible, o duro, o salado de más. Lo mejor de todo lo que tiene la programación es que se pueda ayudar a buscar soluciones para la gente. Un buen programador es alguien curioso, perseverante y muy versátil", resume su vocación temprana esta joven que a los 16 años decidió inscribirse en un instituto de computación para hacer su primer curso de PHP, uno de los lenguajes más básicos de la programación. Esa búsqueda no fue sencilla porque todos los talleres estaban orientados para alumnos universitarios. Sin embargo, no le importó y se anotó. En ese entonces era la única mujer, en un grupo de compañeros varones que superaban los 30 años. La experiencia fue enriquecedora porque su profesora le dio un lugar preponderante y allí hizo su primer programa para tomar asistencia a quienes iban a un gimnasio y como corolario, obtuvo su primer título.
Ese fue el puntapié inicial porque, aunque no era de extrañar, cuando terminó el secundario, ya tenía allanado el camino universitario: cursó 3 años la licenciatura en computación y luego decidió hacer un giro en la carrera y trasladarse a Mendoza para estudiar Ingeniería en Computación porque considera que responde a sus gustos. Está a dos materias y el trabajo final para recibirse (que está super avanzado y consiste en un chatbot, o sea una conversación con un programa informático, que hace seguimientos diarios o periódicos a pacientes con cualquier patología, según requerimientos y parámetros médicos), meta que se ha puesto para este 2021, en el que a la par de sus desarrollos particulares, está abocada a su trabajo en una empresa informática donde se desempeña en el área de inteligencia artificial.
Camila es una amante de los desafíos. Es curiosa, observadora y atenta a las necesidades de otros para buscarles soluciones de la mano de una página web, una app o un código QR. Se siente bien en "ayudar a otros" sin la necesidad de cobrarles. Es de las que considera que si ella solo invirtió tiempo y conocimiento pero ni un peso extra de su bolsillo -porque utiliza un servidor gratuito, como hizo por ejemplo con el código QR para acceder a los negocios- no necesita monetizar ni tener ganancias de algo que hace porque le gusta y porque es parte de su aprendizaje. Confiesa que duerme poco y que utiliza todas las horas del día y de la noche para investigar en la compu.
Eso sí, como es una viajera empedernida que a esta altura de su vida ha conocido buena parte de Europa, Estados Unidos (hizo dos intercambios estudiantiles) y Nueva Zelanda (destino al que llegó con su abuelo para darle el gusto de conocer ese lugar y hacer las veces de traductora), no descarta irse de San Juan por trabajo, para probar y experimentar en otras latitudes. Pero después volver para dar una mano en la empresa de su papá que, hace rato le abrió las puertas de par en par.
Todo en un click
Para llegar a todas las app y páginas webs que Camila Chaves ha desarrollado, sólo basta con navegar por https://camichaves.netlify.app/
ó por www.camichaves.com.ar
Una aplicación para cada necesidades
Cada vez que surge un inconveniente o que alguien le cuenta un problema, Camila se hace la misma pregunta: esto, ¿se podría resolver con una app o una web? Si la respuesta es afirmativa, no lo duda y de inmediato intenta buscar esa solución con las herramientas que tiene a mano. Ella sabe que ese método puede servirle a ella pero a su vez también a otros.
De hecho, es lo que le pasó en plena pandemia, cuando ya se habían flexibilizado las restricciones y se abrieron los cafés. Ella todas las mañanas desayunaba con su papá en el mismo bar. Claro que para eso tenía que hacer una larga cola y con la misma lapicera y en el mismo papel que el resto de los clientes, anotarse en un listado obligatorio para poder ingresar. Esa situación le parecía contradictoria con los cuidados sanitarios. A la par que le daba un poco de desconfianza tener que poner una y mil veces los datos personales. Hasta que un día, café de por medio, le dijo a su papá que ella tenía una solución por medio del celular. "Si escaneando un
Ese código no es compartido sino que cada negocio recibe el suyo y accede a su base de datos, necesaria por si hay alguien que se contagia de Covid. Lo mejor de todo es que el negocio puede imprimir los listados, filtrando día y hora de ingreso, mientras que el usuario no corre peligro de tocar elementos ajenos ni tener que dejar a la vista de otros, sus datos.
El sistema ha trascendido fronteras (se lo han pedido en La Pampa, Catamarca y otras provincias) y se ha ido adaptando a las necesidades. Por ejemplo, sirve para marcar la asistencia a gimnasios o clases de música y así determinar el costo de la cuota.
Para pedir el acceso basta contactarse con https://apps.sgnla.com/.
Como esa, tiene una nueva aplicación desarrollada que consiste en una central de reservas de turnos de todo tipo,desde pedir una cita médica hasta solicitar una reserva en un restaurante. Ya tiene varios locales interesados porque el beneficio que genera es que no es necesario que una persona conteste un mensaje, sino que la aplicación responde según la disponibilidad de cada lugar.
El Chatbot de seguimiento médico es otra de sus propuestas y fundamentalmente es el tema de su tesis. Es para autogestión y supervisión de pacientes. El programa consulta cada cierto tiempo sobre una serie de parámetros que el médico necesita saber: por ejemplo si tomó la pastilla, si caminó, si tomó dos litros de agua, si se midió la presión. Las respuestas quedan guardadas en una página que el médico puede seguir y evaluar. El sistema permite archivar por ejemplo en un gráfico la presión que tuvo la persona cada día y permite hacer una evolución del caso. Puede tener acceso el médico pero también familiares. El chatbot que ideó Camila tiene diferentes opciones según la patología. Por ejemplo en el caso de una persona con alzhéimer puede preguntarle pero a su vez recordarle indicaciones a través de mensajes.
Pero como no todo es trabajo y orden en su vida, sino que también hay lugar para la diversión, en pandemia y con pocas posibilidades de juntarse con sus amigas a jugar al
Otro de sus desarrollos fue una página que reúne todos esos audios que circulan por los grupos de Whatapp y que hacen delicias para los más chicos. Hay cerca de 30 audios virales en https://audiossanjuan.netlify.app/.
Son mensajes de todo tipo, graciosos, ocurrentes, algunos subidos de tono, en general muy sanjuaninos que hablan de terremotos, semitas y sexo. "En esa página se pueden escuchar esos audios sanjuaninos que son un legado. Estamos trabajando para agregar la función de descarga fácil. Lo mejor de todo es que son esos audios que nadie quiere perder y que están todos en el mismo lugar", dice. Su acceso también es gratuito.
Programadoras sub-18
En buena parte de las provincias argentinas funcionaba el Club de Chicas Programadoras. Pero en San Juan no. Hasta que Camila se enteró de esa oportunidad al conocer a Patricia Forradelas, una programadora sanjuanina pero instalada en Buenos Aires. Juntas llegaron a la conclusión que sería un gran paso crear un grupo local.
Camila se puso a la cabeza y con un par de tutores más (Lucho Peñafiel y Flor, que es de Tucumán) abrieron las puertas -virtuales por ahora- del primer Club en San Juan. ¿En qué consiste? Es una reunión de una vez por semana -todos los martes desde las 18:30 hasta las 20- de chicas, estudiantes del secundario, que lo único que tienen que tener es una computadora con conexión a Internet. No importa la marca, el modelo ni la capacidad de la máquina. Con que funcione y sirva para navegar y conectarse vía Zoom, sirve.
Estos encuentros generan tanto entusiasmo y tanta adrenalina como si la cita fuera para entrenar al hockey sobre césped, fútbol femenino o ensayar una obra de teatro. Sin embargo, la tarea que las convoca es un tanto más compleja. Se juntan a programar. Eso sí, no son clases formales, ni se les da ejercitación, ni tareas ni hay pruebas. Camila cuenta que se les explica un concepto y se abre la propuesta de hacer un juego o una aplicación concreta usando la creatividad.
"El Club es un lugar donde se aprende por interés de aprender y por placer. Es de algún modo mi revancha de cuando tenía 16 años. Un lugar cómodo, tranquilo, donde darse ese gusto de preguntar y aprender todo lo que a uno le gusta. Es importante sembrar esta semilla porque las consecuencias no son menos importantes, teniendo en cuenta que hay más de 1.000 puestos de trabajo vacantes, buscando postulantes en el ámbito de la programación y ofreciendo poder hacerlo de manera remota y ganando muy buenos sueldos", comenta Camila a modo de invitación de la iniciativa. Para saber más se puede ingresar a http://www.chicasprogramadoras.club/
Este año habrá dos niveles: uno avanzado para las chicas que trabajaron el año pasado (y que lograron subir su juego al Play Store) y otro inicial para quienes se incorporen por primera vez. El primer encuentro ya tiene fecha. Será el próximo 20 de abril.