La imagen de un horno de barro -a cualquier hora del día y en medio de cualquier paisaje- invita inevitablemente a saborear y a trasladarse sensitivamente a un mundo culinario diferente, por un lado ligado a la naturaleza (generalmente este tipo de construcciones se levantan al aire libre), por otro, relacionado con los aromas que le transmiten la mezcla de tierra y agua, además de la leña, a las preparaciones que allí se hacen.
Suele pensarse que este tipo de hornos es una herencia típicamente argentina, sin embargo es una falacia más del "orgullo nacional”. La historia cuenta que la cocción de alimentos al fuego de los troncos de diferentes árboles y con el respaldo de un horno construido de barro puede haber tenido origen en Egipto. Nadie puede asegurarlo fehacientemente todavía. Quizás aparezcan algún día resabios de un horno inspirado en los nidos de los horneros en otros puntos del planeta, cosa que hasta ahora no ha pasado. Lo cierto es al día de hoy todavía hay uno en pie y data de 3000 años en ese país árabe. Está edificado en forma cónica, con ladrillos y tierra posiblemente extraída de las cercanías de los ríos Eufrates y Tigris, según dicen. Aunque la disputa por la propiedad de los hornos también se la diputa la India, los griegos, los romanos que los utilizaron para hornear el pan.
Sea como sea, en Argentina se constituyó en uno de los símbolos culinarios, cuando los gauchos, a principios del siglo XX, probaron con construirlos con adobe. A partir de ese momento se convirtió en un método tradicional de cocción que hoy vuelve a tener vigencia tanto para la preparación de carnes de todo tipo, como así también para cocinar verduras, arroz, panificaciones e inclusive postres.
Lo que sigue es una sugerencia de recetas que vienen muy bien seguramente a quienes ya tienen en los patios de sus casas un horno de barro y que quizás logren tentar a quienes sueñan con construirse uno.

