A un mes de haber presentado su cuarto libro "Estrés conyugal", Patricia Faur, llegó a la provincia para dictar una cátedra en el postgrado de Psiconeuroinmunoendocrinología, y habló de toda su experiencia como escritora de temas vinculados a las dependencias afectivas. También es autora de "Amores que matan"; "Sospechas verdaderas" y "Amores Fugaces".
Actualmente brinda servicios como psicoterapeuta de adultos y parejas, coordina grupos de mujeres con dependencias afectivas, dicta clases y conferencias sobre co-dependencia, adicciones comportamentales y estrés de los cuidadores. Afirma que las relaciones conflictivas en la pareja enferman más a la mujer que al hombre.
-¿Es tu primera vez en San Juan?
Sí, es la primera vez que visitó esta provincia. Vengo a dictar un curso de introducción del postgrado de psiconeuroinmunoendocrinología. Estoy muy contenta porque además visitaré el Valle de Luna durante el fin de semana.
-¿Qué fue lo que te impulsó a escribir a la par de tu actividad como psicoterapeuta?
Mi primer libro fue "Amores que matan" en el 2007. En ese momento lo que hice fue poner en papel los 25 años de experiencia en la coordinación de grupos con mujeres que tienen esta problemática. En realidad lo más novedoso de mi práctica clínica fue que hace veinte y pico de años comencé con un grupo gratuito que llamábamos Mujeres con relaciones conflictivas de pareja, ya que en ese momento no hablábamos mucho de vínculos adictivos. Ahora sí las llamamos mujeres con dependencias afectivas. Con el boca en boca fue aumentando la cantidad y llegaron a ser setenta mujeres por grupo.
– Da la sensación que todos los problemas a los que hacés referencia pasan por las distintas formas de dependencia.
Es un tema mucho más complejo porque ni siquiera tiene que ver con la dependencia económica. Muchas mujeres, más del 50 por ciento de las que vienen a los grupos, son muy potentes con gran independencia económica y muchas de ellas sostienen a su familia. La dependencia es amorosa nada más, y tiene que ver con un desamparo infantil. Muchas de ellas han sido mujeres que desde pequeñas eran cuidadoras de sus cuidadores, han tenido que cumplir con la función de sus padres, ya sea porque alguno era depresivo, porque su madre era incompetente para maternar, porque hubo una muerte temprana, o una situación caótica en la familia, pero lo cierto es que fueron muy adultas y responsables desde pequeñas. En ellas quedó algo "sin cocinar", fue ese amor infantil, ese amparo que no tuvieron. Crecieron como mujeres muy bien hechas que se sostienen pero que a nivel emocional tienen un sentimiento de vacío enorme y cuando se relacionan lo hacen como niñas, es como si dijeran este hombre que no me quiere quiero que me quiera. Van contra toda lógica a relaciones que son dolorosas, conflictivas, porque eso es lo que las enciende, una relación tranquila no les genera el mismo nivel de adrenalina. Son las típicas mujeres que van a rescatar a hombres infantiles, a adictos, narcisistas, manipuladores, y en casos graves a psicópatas, cosas que son un caldo de cultivo para la violencia emocional y que luego derivan en estrés conyugal.
– ¿ Ese fue el punto de partida de Amores que matan?
Sí, porque en realidad es una recopilación de historias de mujeres de los grupos que coordino. Les debo a ellas lo que sé porque son las que me enseñaron durante 20 años. Aprendimos juntas. El impacto fue muy fuerte, pero yo también descubrí el placer de la escritura. Claro que siempre me habían gustado los idiomas, hice una carrera de corrección de textos, en fin, el tema siempre me apasionó.
– ¿Y "Sospechas verdaderas"?
En este caso trata el tema de los celos, y luego vino Amores Fugaces en el que trato la fugacidad de los vínculos actuales.
– ¿Cómo definís al estrés conyugal?
Es un maltrato que se fue naturalizando en la pareja a través de los años, que deja a la mujer en estado de parálisis porque no se va de la situación ni hace nada por mejorarla. El estrés se instala luego de haber intentado todo -hablar, hacer terapia de pareja-, pero la sensación es "con vos no puedo y sin vos tampoco".
-¿Siempre es ella la que lo padece?
En general es la mujer porque es la más vulnerable para enfermarse dentro de la pareja. Hay que tener en cuenta que tienen el doble de prevalencia a la depresión que los hombres, estamos sujetas a nuestra danza de las hormonas durante toda la vida, y hay una vulnerabilidad social. No es lo mismo para una mujer estar bien en su vida afectiva que para un hombre. Si un varón está solo a los 40 no siente lo mismo que una mujer. El es más afectado por el estrés laboral, por ejemplo si no ha logrado una vida económica y profesional estable a esa edad los impacta mucho, pero tal vez no se sienten tan mal si no han formado una buena pareja, la mujer siente que ha fracasado.
Los hombres se enferman más después del divorcio, sobre todo el primer año. Muchos dicen que los hombres se divorcian después de tener otra mujer, puede ser, pero para ellos es muy fuerte dejar la casa y perder la cotidianeidad con sus hijos.
-¿El estrés al que hacés referencia lo pueden padecer gran parte de las parejas?
Podemos decir que todas las parejas pasan por situaciones de desacuerdo, por discusiones, por disgustos, por estrés agudo causado por algo puntual como puede ser una infidelidad, pero el estrés conyugal es crónico. Es una carga de algo que se vive como amenazante a través del tiempo y nuestro cuerpo sufre desajustes porque no puede más, entonces se enferma.
– ¿Se puede resolver o es el final de una pareja?
Se puede, pero hay ciertos niveles, hay predictores que observamos los psicólogos y nos advierten si hay buen pronóstico o no. Cuando uno los ve ya se va dando cuenta si es una pareja que puede contar con las herramientas necesarias para salir adelante. Las que tienen herramientas son aquellas que a pesar de la crisis todavía hay empatía, es decir que uno se puede poner en el lugar del otro. Por ejemplo, aquellas en las que hubo una infidelidad y el responsable de este hecho puede entender el dolor del otro, pedir disculpas. Esto tiene que ver con el amor, lo que no tiene que ver con el amor es el desprecio, cuando el dolor del otro no es un freno para vos es muy difícil que se pueda hacer algo porque ahí hay desamor.
– ¿ El estrés crónico siempre deriva en una enfermedad?
Sí, porque el estrés crónico es silente, el motor sigue funcionando y nos vamos sobre adaptando sin hacer caso a lo que nos dice el cuerpo. Nos adaptamos al dolor de estomago, de cabeza, de columna, o si estoy deprimida tomo una anti depresivo. Se toma medicación no para mejorar sino para seguir soportando. Cuando alguno pide ayuda es porque no puede más.
-¿Se puede pedir ayuda a tiempo? ¿Cómo?
Sí, si no lo hace a nivel de pareja lo tiene que hacer el individuo que lo siente, sería lo ideal pero no siempre es así. La típica pareja que se encuentra en este estado puede estar conformada por una mujer depresiva que se reprocha todo y un hombre con características psicopáticas que no le importa nada. Así no van a ir a terapia de pareja juntos. En general en esas parejas es ella la que pide ayuda psicológica.
– En este contexto ¿qué papel juegan los hijos?
En un caos de esta naturaleza serán los futuros co-dependientes porque ante la imposibilidad de los padres de hacer algo tienen que hacerlo ellos. Otra vez surgen los chicos que se portan bien para no traer más caos a la familia y son niños que no pueden ser niños, un círculo que se repite. Cuando hay este caos en la pareja es muy difícil que vean que los hijos están sufriendo. Son padres que no pueden dirimir en pareja lo que les está pasando, el niño se hace cargo de cosas que no le corresponden.
– ¿Las exigencias actuales tanto en lo social como en lo económico inciden en todo esto?
No tanto lo económico, lo que sí es cierto es que el dibujo de la familia cambió. Antes el hombre trabajaba, la mujer estaba en la casa criando los niños, no digo que haya sido bueno o malo pero había roles claros. Hoy en día esto no está tan claro. Ahora la mujer suma tareas y se enoja. Ahí empiezan las discusiones, dice "yo trabajo igual que vos, y sigo trabajando en casa", y es real.
– ¿Hay alguna fórmula para disminuir la violencia que existe actualmente en muchas parejas?
Si creo que hay cosas que se pueden hacer, lo primero es saber que todos tenemos derecho a elegir, a decir que no en lo que no queremos en todas las situaciones de pareja. En los vínculos adictivos se perdió la dignidad y tenemos alguna persona que se humilla, que mendiga un amor que no le dan, y sabemos que el amor se da o no se da y se construye entre dos personas o no.
– ¿Se pueden establecer políticas sociales desde el Estado para disminuir ese tipo de violencia?
Sí y sería muy importante empezar desde la adolescencia, en Buenos Aires hay programas para noviazgos violentos, pero yo creo que se puede empezar con cosas más sutiles. Primero sería importante entender qué es la violencia psicológica y eso es entender que nadie se puede burlar de vos, de tus creencias, de tu cuerpo, todo lo que descalifica es violencia.
Poder empezar a hablar de eso desde chicos es muy importante, que los jóvenes sepan que no tienen porque aceptar cosas diferentes a sus deseos, que nadie tiene por qué presionarme o apurarme, si eso lo lográramos en la adolescencia no llegaríamos a estas situaciones en la adultez.

