El libro -a diferencia de tantos otros objetos- tiene su día. Es más, se lo homenajea a nivel internacional y nacional, fecha que acontecerá justamente mañana. La idea de celebrar esta jornada surgió un 15 de junio de 1908 cuando en una "Fiesta del Libro" se entregaron los premios de un concurso literario organizado por el Consejo Nacional de Mujeres. Recién en 1924, y por el decreto Nº 1038 firmado por el entonces presidente Marcelo Torcuato de Alvear, se declaró como oficial aquella fiesta. Fue con una resolución ministerial del 11 de junio de 1941 que se le modificó el nombre a la fecha por el Día del Libro.
En realidad, la jornada no tiene una celebración o un acto específico, salvo los que hacen las instituciones relacionadas con los libros. De todos modos, bien vale como excusa para destacar, como en este caso, a profesionales que imbuidos por el placer del conocimiento, pudieron volcar sus saberes e investigaciones en publicaciones que, aunque de poca cantidad, son un aporte más para estudiantes, colegas y por qué no, lectores en general. A ellos y a sus obras, un feliz día.
Otra forma de filosofar
Había rendido su tesis, cuando los mismos profesores que lo evaluaban le propusieron llevar los borradores a la imprenta y convertirlos en un libro. Y si bien el entusiasmo fue grande, no fue algo sencillo. Los escritos de Pablo Atencio, flamante Licenciado en Filosofía por aquel entonces, tuvieron que ampliarse y luego pasar por el visto bueno de las autoridades de la carrera que se dicta en la Universidad Nacional de San Juan y del instituto de investigación que funciona en ese mismo centro educativo, e inclusive contaron con el aval de un reconocido profesional de Tucumán -Nicolás Zavadiker- como evaluador externo, para recién plasmarse en una publicación con todas las letras.
Pasaron tres años hasta que tuvo el libro "Etica de la comprensión" en sus manos, y recién hace un par de meses, en abril pasado más precisamente, Pablo tuvo la oportunidad de presentar a este, su segundo "hijo" con páginas, ya que unos años antes había publicado otro libro de cuentos para filosofar.
"Tradicionalmente nuestro trabajo se basa en la docencia o en la investigación, interpretando o produciendo textos. Por lo que tengo que reconocer que estaba entre mis objetivos escribir un libro. Yo tuve suerte, porque ya tengo dos", cuenta Pablo (32) quien en el momento de mostrar su nuevo ejemplar al público hasta se animó a romper uno de los libros para demostrar su verdadero interés de que el lector "destroce" su propuesta y se lo haga saber, para eso en las páginas de la publicación, aparece su dirección de mail.
"Todos necesitamos un ida y vuelta. De hecho, muchas de las cosas que escribo, son experiencias que construí con el otro", dice este autor agotado, ya que de los 3000 ejemplares de su libro de cuentos no queda casi ninguno para la venta, como tampoco de los últimos 150 que le imprimió la Editorial Universitaria.
Este profesional -que lleva la filosofía a escuelas y empresas a través de sus consultorías (algo parecido a talleres de psicología pero en lugar de trabajar patologías, encara malestares cotidianos)- aprovechó las páginas del segundo libro para hablar de la ética y de la comprensión, a su criterio dos conceptos fundamentales, especialmente en las relaciones diarias y en la educación. "Elijo expresar la ética en el sentido de juzgar de manera humana y no por encima de lo humano y por otra parte, hablo de comprensión y no de explicación porque todos somos capaces de aprender, de pensar y de filosofar. En esto, no hay alguien que aprende y otro enseña, no hay activos y pasivos", aclara Pablo, a quien el libro le abrió puertas a nivel académico: es profesor adscripto a la cátedra de Etica y es parte de un proyecto de investigación. Además sus escritos son muchas veces material de lectura sugerido a sus alumnos o el puntapié inicial donde se sustentan las propuestas que mes a mes propone en un ocasional café literario abierto a todo público. "Es un libro que puede leer cualquiera".
Saberes compartidos
Tres libros son el resultado concreto y palpable de nueve años de trabajo de campo de alumnos y docentes de las cátedras Botánica I, Manejo de Bosques y Pasturas Naturales y Manejo de Suelos y Recursos Hídricos, todas en el ámbito de la carrera de Licenciatura en Biología con orientación Ecología (de la UNSJ). La propuesta se planteó interesante desde un principio: salir a distintos pueblos y comunidades rurales a buscar material de estudio que serviría de tema para tesinas y tesis de post grado. Y todos los involucrados, no sólo encontraron cantidades de ejemplares de la flora autóctona como para llenar cientos de enciclopedias, sino que en cada lugar se nutrieron de experiencias tan ricas de los pobladores que no quisieron desperdiciar como parte de sus investigaciones. Así nacieron "Saberes que sanan. Las plantas con uso medicinal en Balde del Rosario", "Huellas de identidad. Uso y conservación de las plantas en Tudcum, Malimán y Angualasto" y "Sabores de nuestros pueblos". Este último es una recopilación de recetas tradicionales y secretos culinarios dónde la jarilla, el algarrobo, el chañar y los frutos de la naturaleza son los verdaderos protagonistas de la alquimia. Aunque ya está listo todavía no fue presentado en sociedad ni siquiera en los claustros de la universidad, porque, nobleza obliga, primero serán los vallistos -la fuente de consulta e información que nutrió a los estudiosos- los que tengan el honor de hojearlo. Esto se ha previsto para el mes de septiembre próximo.
En este caso, no se puede hablar de un autor. Esta categoría está compartida en los tres libros por equipo integrado por Mariana Martinelli, Ula Karlin, Oscar Damiani, Marta Ojeda, Rubén Coirini, Carola Meglioli. Graciela Díaz Bisutti, Carolina Ordoñez, Mariangeles Gaviorno, Cecilia Montani, Juan Scaglia, Pablo Gómez, Yanina Ribas, Martín Hadad, Pablo Meglioli, Cecilia Vega, Natalia Ortuño, Mario Gatica, Marisel Inojosa y los vecinos de las comunidades que visitan ya que a través de entrevistas, talleres y demostraciones (les enseñaron a hacer pan casero por ejemplo) aportan sus conocimientos. Es más, por tratarse de un grupo, dividen tareas, incluso de la escritura. Pero al final quien propone el título del libro y hace la primer revisión, son los pobladores.
"Nos parece fantástica la idea de volver a la cultura del libro, que se ha perdido. Es que esto no sólo es válido para las cátedras y quienes investigamos, sino también para los pobladores que son protagonistas y testigos presenciales de estas publicaciones. Tan es así que los 300 ejemplares que se editan, se reparten entre ellos y entre instituciones, como pueden ser la Biblioteca Franklin, las bibliotecas de las facultades, el Ministerio de Educación, donde cualquiera puede consultarlos ya que no dejan de tener rigor científico, pero además están escritos sencillamente y hasta tienen actividades propuestas para los docentes. Considero que el libro tiene otro valor: así como la tala y la contaminación van arrasando con la diversificación natural, también la cultura se va perdiendo. Entonces, que estas tradiciones ligadas a la conservación de la flora estén plasmadas en un libro es pensar en las generaciones que siguen", reconoce Mariana Martinelli.
Y si bien podría pensarse que con estos libros este grupo de trabajo ya cumplió con sus objetivos académicos, ellos van por más. Están ultimando detalles de lo que serán otras publicaciones, una vinculada a los huarpes y otro a la naturaleza de Cañada Honda.

