La realidad virtual de los videojuegos de fútbol como el Pes, el FIFA, el Soccer Up! o cualquier otro que se precie de tal no les genera tanta adrenalina como las manivelas de madera girando entre sus manos con tal de defender al arquero de su equipo. La tecnología y hasta a veces los partidos de los equipos de sus amores no llegan a superar la sensación de un partido de metegol. Eso que ya no pueden pasarse buena parte del día practicando. Lo que pasa es que un "mano a mano" en el juego los convierte en protagonistas, tengan la edad que tengan.

Leonel Vila, Eduardo Uliarte y Tito Russo, son tres sanjuaninos que cuentan -en tiempos de estreno del primer film argentino animado en tres dimensiones que justamente está centrado en dar vida a este juego con años de vigencia- la pasión que tienen por el metegol.

Un crack de todos los tiempos

El metegol lo remite a sus años de gloria. No habrá tenido más de 12 años cuando empezó a frecuentar con los amigos del barrio la famosa "Calesita" de la calle Laprida antes de Avenida Rioja o el kiosco a metros del Supermercado por la calle General Acha con el objetivo de enfrentar dos equipos en la mesa de madera. También fueron miles los partidos en el metegol que había en la pileta Brisas del Plata.

"Era una época maravillosa y súper sana. No había nada de jueguitos electrónicos. Todo era cuestión de entusiasmo y también de tener un poco de habilidad lo que a veces se conseguía con la práctica”, dice Eduardo Uliarte, quien llegó a pasarse 3 horas parado frente a la mesa con tal de pegarle mejor a la pelotita o de tener más precisión en la marcación.

Uliarte (58), actualmente al frente de la tintorería, participó de varios campeonatos por aquellos años. Pero el que más recuerda fue aquel que tuvo lugar en Valle Fértil, cuando había ido de pesca con su amigo. "En la plaza de Valle Fértil habían puesto un metegol y la gente se anotaba para competir. Yo estaba en mi salsa, haciendo malabares con los muñequitos y la pelota. Nunca me imaginé que se iba a juntar tanta gente a mi alrededor para verme jugar”, rememora entusiasmado. En ese entonces tenía 15 años apenas y una vida por delante.

Ni que hablar de aquella demostración de sus habilidades para el metegol que lo tuvo como centro de la escena mientras hacía el Servicio Militar en Mar del Plata. "Lo mejor fue que por mis gracias me gané una cena diferente al del resto de los conscriptos. Todo un premio en ese entonces", cuenta.

Sin lugar a dudas, los mejores partidos son los compartidos en la familia. No solo con sus dos hijos, Matías y Lucas. Sino además lo que pudieron jugar hace 10 años ya en ese metegol que estaba en la casa de su padre y era casi como un bien de los Uliarte. A su alrededor se juntaban los varones y mujeres de la familia a entretenerse, mientras se hacía el asado dominguero, cada fin de semana.

Goles hermanados

Leonel Vila recuerda, a sus 23 años, aquellos tiempos de Primaria y de Secundaria en el Colegio Don Bosco que lo tenían a él y a su hermano Emilio (dos años mayor) como protagonistas estelares de los campeonatos de metegol. Es que para cada "Día del Estudiante” se organizaban competencias deportivas y recreativas en el establecimiento educativo y ellos eran las "figuritas repetidas” en este juego, descartando otras opciones como el fútbol o el básquet. Y como no podían jugar juntos porque no eran del mismo grado, se pasaban copas y medallas de uno a otro, año a año.

"Si hubiese sido por nosotros jugábamos juntos siempre, pero no podíamos por las reglas de los campeonatos escolares. Igual uno u otro siempre éramos campeones. Nuestros compañeros hasta el día de hoy se acuerdan de nuestros jueguitos”, dice con orgullo Leonel, que actualmente trabaja en la sucursal de La Rioja de la ferretería familiar.

Los hermanos Vila hicieron sus primeros pasos en el metegol con la mesa que había en un pequeño local del barrio Villa María, en Santa Lucía.

Como siguen jugando, por supuesto menos que antes, añoran tener su propio metegol. Lo buscan inclusive por internet, donde se han entusiasmado con varias propuestas de metegoles Stadium, los originales de los años ’70-’80 y los más renombrados del rubro. Quieren un juego bueno, en condiciones y por supuesto a buen precio. Oferta que aún no les llegó.

El más grande la familia

Hace 3 años atrás, Juan Pablo, Federico y Agustín (que hoy tienen entre 13 y 17 años) recibieron quizás el mejor regalo: un metegol reciclado por su papá, Tito Russo, que tardó más de 6 meses en dejarlo como nuevo. Hoy por hoy, y pese a que los chicos tienen otros juegos más modernos, es el centro de atracción en muchas de las juntadas con amigos.

"Yo que crecí jugando al metegol porque no habían muchas más opciones, como ahora, soñaba hacer partidos con mis hijos.

Entonces me propuse buscar uno bueno, de calidad. Conseguí en una chacarita, un Stadium original que estaba hecho un desastre, pero lo hice arenar, le busqué todos los repuestos en una casa de Córdoba, le cambié todas las piezas falladas, lo pintamos en rojo y blanco y finalmente lo estrenamos con un campeonato de familia”, detalla este papá que trabaja en una obra social privada.

Orgullo de que su obra quedó mejor que el metegol de fábrica, Russo reconoce que el juego es una experiencia nueva en la familia, que les permite compartir un momento diferente a grandes y chicos, inclusive es un espacio de diversión y de comunicación con los adolescentes de la casa. "Lo hice con amor pero también con la intención de que los chicos se pudiesen entretener en algo diferente a la Play o la Wii. Por suerte lo logré y no solo con ellos, también con sus amigos”, dice, feliz.