El próximo sábado 25 de febrero, cuando ya se haya escondido el sol en el Autódromo de Zonda, empezará a contarse la historia de una hazaña, quizás la epopeya bélica más grande del continente americano y una de las más monumentales del mundo por los riesgos de cruzar la cordillera al acecho del enemigo, enfrentándose al miedo y la incertidumbre, las inclemencias climáticas, el rigor de la naturaleza. Sin lugar a dudas, el líder, el promotor de esta proeza fue San Martín, el protagonista indiscutido y a quien se le rendirá homenaje en el máximo evento de los sanjuaninos, al cumplirse los 200 años de la gesta. De todos modos, según las intenciones de los hacedores del espectáculo final de la Fiesta Nacional del Sol, este patriota nunca podría haber cumplido sólo su objetivo. Necesitó, para lograrlo, de todo un pueblo que se sumara a su estrategia, aprendiera a luchar con su cuerpo, aportara lo que pudiera desde su lugar y fundamentalmente ansiara la libertad.
Ese es el mensaje que quieren dejar los bailes, las actuaciones, los efectos especiales, entre otras sorpresas sobre el escenario en poco más de 50 minutos. En ese lapso habrá tiempo de sobra para emocionarse, dejarse llevar por las pasiones y rescatar un capítulo más del sueño de la independencia de buena parte de Latinoamérica, ese que se concretó entre 1816 y 1817, tal como se representará.
Esta vez el espectáculo estará contado en forma de historia épica, con tintes de realismo mágico, según definió Gerardo Lecich, el director artístico y coreográfico, para quien la edición del 2017 es su cuarta fiesta al frente de los mínimos detalles que hacen a la puesta en escena. Por los requerimientos del guión de "Sueños de Libertad – El Cruce de los Andes", habrá 450 artistas sobre un escenario de 2500 metros cuadrados que pretende simular, con distintos niveles, las sinuosidades de la montaña.
Entre recuerdos y hechos verídicos
Como muchas veces sucede en los planteos artísticos propios de un espectáculo, un personaje nostálgico que transita sus últimos días de vida y su hija -en este caso San Martín viejo y Merceditas- aprovecharán algunas cartas para desandar los preparativos y los pormenores del Cruce de los Andes.
Estarán en Boulogne Sur Mer, en 1850, el año del fallecimiento del Libertador. Entre ambos se desatará un relato -basado en el epistolario verídico- que será la excusa para que afloren los recuerdos a lo largo de 11 escenas, en las que un general José de San Martín le pondrá su cuerpo joven y toda la fortaleza de quien tiene en la mira un claro objetivo. Mientras tanto, el José de San Martín viejo, leerá, recordará, agradecerá, añorará y volverá a pelear desde la memoria.
En una especie de juego entre dos épocas del mismo prócer -en su juventud en la batalla y en la vejez- pasarán ante la vista de los espectadores, el intercambio de palabras e ideas con diferentes patriotas de la talla de Pueyrredón, Belgrano, O’ Higgins luego de su derrota en Rancagua, entre otros personajes (ver En la piel de los Patriotas, donde se cuenta quiénes son los protagonistas principales).
Pero no todo será reflexión en escena. El guión pretende mostrar las muchas acciones cotidianas que tuvo que sortear para lograr libertar las naciones. Como una boda campestre y costumbrista a la que es invitado San Martín, antes del armado del Ejército de los Andes. Todo es celebración, entre cuecas y piezas típicas del folclore cuyano, hasta que irrumpen los hermanos Carrera, chilenos exiliados, que dejan entrever que "Chile está perdiendo la patria en la batalla y aquí se festeja". Eso acelerará la toma de decisiones y un pueblo todo, reunido en San Juan después de la dichosa noticia de la Declaración de la Independencia de boca del propio Laprida, le propondrá ser la guía para concretar el Plan Maestro, por los Andes.
En las escenas siguientes, se mostrará el apoyo de Buenos Aires (de la mano de Pueyrredón), la creación de su famoso Regimiento de Granaderos a caballo, pero también la convocatoria de San Martín al pueblo para aprender de sus mejores soldados sobre la logística y la práctica de la lucha. Entonces se verá a los varones convertirse en tropas que empuñan espadas, apuntan con fusiles y preparan bayonetas de utilería. También se verá -artísticamente hablando- ese sentido de fortaleza y pasión necesaria para enfrentar semejante desafío propuesto por el estratega para dejar de ser un pueblo sometido.
"Mientras tanto, las mujeres empezarán a fomentar la idea que ellas también puede colaborar, desde su lugar, preparando abrigos y comida para fortalecer a los soldados. Pero también con oración, fe y rezos por sus hombres, para que la Virgen del Carmen los proteja, les de el valor que necesitan y no tengan miedo", resume Lecich lo que se verá a lo largo del espectáculo.
Justamente entre esas mujeres que tienen miedo, está la propia Remedios, quien recurrirá a Fray Justo Santa María de Oro para confesárselo. En ese momento se desplegará una escena de amor que lo muestra a San Martín y su esposa, como personas de carne y hueso.
"En esa escena amorosa y romántica hay un guiño de la historia por medio de la música. Se dice que San Martín tocaba una sólo pieza en la guitarra, llamada La gota de agua, que había aprendido de la mano de su autor Fernando Sor, a finales del siglo XIX. Esa melodía que aparece a lo largo del periplo como leitmotiv, esta vez sirve para enamorar con una versión orquestada por el maestro Omar Atreo Buschiazzo, a propuesta del director Musical de la Fiesta Nacional del Sol, Martín Ferres e interpretada por la Orquesta del Sol, integrada por la Camerata del Sol y miembros de la Orquesta Sinfónica y la escuela de Música. Otras veces se repite pero en su versión folclórica, interpretada por las Guitarras del Sol, un cuarteto de cuerdas cuyanas integrado por Carlos Veragua, Matías Sánchez, Ángelo Muñoz y Cristian Balmaceda", explica Lecich sobre un equipo enorme de personas que forma parte de esta fiesta, entre ellos los 450 artistas que se mueven bajo las propuestas artísticas de Gerardo pero también de Patricia Savastano y Silvio Guevara, Carla Vellio, Sofía Spollansky, Victoria Storniolo y Marian Abraham más 96 músicos y la imagen de cada personaje armada en 5 talleres de costura (dirigidos por Florencia Tornello).
Tan sólo dos momentos ponen frente a frente al San Martín joven y al de sus últimos momentos de vida: uno de ellos es cuando se dice a sí mismo que tiene en sus manos la posibilidad de forjar el destino de la Nación, antes de partir a la cordillera. El otro, es sobre el final, cuando cierre los ojos para siempre. Pero antes de eso, habrá mucha acción y batalla. La montaña será el paisaje reinante de la hazaña, de la lucha cuerpo a cuerpo, del devenir de una historia de valor y coraje. Aparecerá un cóndor como señal de que se está alcanzando la meta, sin dejar de lado imágenes y actuaciones que, como en todo enfrentamiento bélico, demostrarán que hubo muerte y heridas que al fin y al cabo sirven para consolar el orgullo que significa dejar la vida en defensa del ideal.
"Con el objetivo cumplido de libertar Argentina, Chile y Perú, San Martín líder será ungido como héroe por todo el pueblo", dice el director a modo de broche de oro de una obra que sugiere que la libertad se logró ayer y se logra día a día, con el aporte de todos.
Las perlitas de la puesta en escena
- Tan sólo en un momento del espectáculo en las primeras escenas- aparece el mítico caballo de San Martín. Desde la producción y dirección del espectáculo explicaron que no se recurrió a animales como recurso para evitar exponerlos en un escenario con todas las complicaciones que eso implica y para la seguridad de los actores. Por lo tanto, fuera de ese momento, los caballos estarán presentes en las animaciones o símbolos del escenario (como por ejemplo en piezas de ajedrez de utilería, que a su vez remiten a la inteligencia estratega del General San Martín).
- También aparecerá en un momento fundamental del relato la bandera de Cabot desplegada. Fue pintada por un centenar de mujeres de todos los departamentos que respondieron a la convocatoria del Ministerio de Turismo y Cultura.
- Tanto la ropa del vestuario como los elementos de utilería, especialmente el armamento, está basado en un riguroso estudio histórico para evitar errores. Por ejemplo para conocer cómo se vestían en el 1817, se hizo un análisis de las pinturas de la época para reproducir fielmente formatos y colores.
- En esta edición hay menos cambios de vestuario. Es que el guión marca que el pueblo se sumó de lleno y eso se quiere marcar escena tras escena. Mulatos, indios, mujeres, soldados siempre serán los mismos. Salvo, en el último tramo, donde todos celebrarán la libertad latinoamericana.
Imágenes para soñar
Como semejante estructura en el Autódromo de Zonda es difícil de "vestir" con escenografía, los directores del espectáculo decidieron que dibujos a mano alzada (que son responsabilidad de los artistas plásticos Jorge Rodríguez -un experto historietista, dibujante de sus personajes y cuestiones militares-, Gavis Robledo, Lucho Velázquez -que se ocupa de las imágenes más abstractas- y Luciana Assandri) más otros logrados con los elementos tecnológicos y con vida propia -a cargo de Paula Peralta, Luis Basualdo, Mercedes Rebollo, Sergio Ezpieta (editor), Pablo Herrera y Juan Manuel Noguera- se apoderen de las tres pantallas gigantes ubicadas en el escenario mayor. Con esta sucesión sorprendente de imágenes animadas se pondrá en contexto la historia, denotando si es de día o de noche; si lo que se ve en el escenario transcurre en el Convento de los Dominicos en San Juan, en plena la cordillera de los Andes o en las soledad de una vivienda en Boulogne Sur Mer, en la lejana Francia; si se está luchando en el fragor de la batalla o se baila cueca y disfruta en un festín del pueblo, entre otros momentos que serán parte de una proyección constante en 2 y 3 dimensiones, presentes de principio a fin del espectáculo. Cientos y cientos de dibujos de estrellas, soldados, cóndores, mapas, armamento servirán, como complemento de la acción de los actores y bailarines, para dar vida a sensaciones y sentimientos.
Para lograrlo, estos artistas trabajan casi sin descanso desde el 15 de enero, bajo los lineamientos de Ana Pelichotti, Ricardo Turesso y Luciana Assandri, directora audiovisual, subdirector y directora de ilustradores de esta edición de la FNS.
Para no perdérselo
Desde mañana, de 9 a 20, se abren las taquillas en el Teatro del Bicentenario para la venta de las entradas para el espectáculo final del 25 de febrero en el autódromo. El valor de los tickets es de $100, $200 y $250.
Además, se podrán adquirir online en www.autoentrada.com.
Fotos: Federico Levato