La Misa Criolla -emblemática obra litúrgica a base de ritmos e instrumentos autóctonos creada por Ariel Ramírez- no fue una composición más en la vida de Jaime Torres. Fue y sigue siendo "la obra” en mayúsculas y también, según sus propias palabras, el puente que le permitió acercarle al mundo entero las bondades de un instrumento "raro y hasta desconocido”, como es el charango, ese que empezó a tocar por curiosidad con apenas 5 años.
Hoy, como tantas otras veces pero en diversos puntos del mundo, vuelve a cruzar ese puente que justamente lo traerá hasta la provincia. Aquí, en el Cuyo de su amigo Ernesto Villavicencio, tiene dos desafíos por cumplir: por un lado, volver a interpretar la Misa Criolla, en la Semana Santa del año en que la pieza musical cumple su 50 aniversario. Y después de semejante puesta en escena convocada por la Municipalidad de Rawson regresará a tierras sanjuaninas, más precisamente calingastinas, el próximo sábado para volver a hacer sonar su charango. Esta vez en el Concierto de las Américas, una invitación para los sentidos.
El maestro, tal como lo llaman, mientras descubre por Internet el Cerro Alcazar y disfruta del despliegue que le propone la versión sanjuanina de aquella misa, comparte algunas de impresiones.
¿Que significa para usted haber sido convocado a la primera versión de la Misa Criolla?
Creo que hoy uno va tomando una cierta dimensión de lo que fue, por la respuesta de todo este tiempo de la gente.
¿En su momento no fue así?
En su momento, quizás, no porque era un trabajo que nosotros veníamos haciendo desde hacía muchos años con Ariel. Desde el año ’58 que veníamos trabajando en esta conjunción de un instrumento criollo como el charango con un instrumento clásico como el piano, logrando un hecho sonoro trascendental y muy importante. En ese momento, ninguno conocía los sonidos y las posibilidades de este instrumento. Cuando Ariel Ramírez creó esta obra musical emblemática no la escribió para un charango, sino que pidió que se lo incluyera porque había un instrumento y porque también había quien lo interpretara. Al fin y al cabo, la Misa Criolla está concebida en una tonalidad de la menor que es la tonalidad natural del charango.
Entonces, Ariel Ramírez ¿se la compuso a usted?
No, la hizo de esta manera por el sonido que despertaba este charango, que era el instrumento representativo de lo criollo. De hecho, la obra original no tiene cuerdas, aunque por necesidad hizo que llevara un clave.
Estoy equivocada si le digo que la Misa Criolla le abrió grandes puertas…
Yo creo que no, al llevarla por el mundo, todos los que estuvimos adentro de la Misa Criolla abrimos una puerta grande, especialmente al charango que comenzó a notarse e inclusive a tener más protagonismo. Yo a los 77 años puedo dar fe de esto porque con la gente que me encuentro en Chile, en Bolivia mismo, en América Latina y por supuesto en Europa o la parte del mundo que sea, reconoce que con el charango apareció un sonido distinto, raro y por qué no, un romance con la gente. La Misa Criolla fue, en definitiva, una gran puerta, un gran puente para que nosotros mismos, nos diéramos cuenta de lo que poseíamos. Y para que entendiéramos que la cosa no terminaba en la zamba, la chacarera y los instrumentos convencionales. Por eso yo soy un entusiasta escucha de la tonada, porque va mucho mas allá de la belleza de la música o de la interpretación.
¿Toca tonadas?
(Se ríe) Estoy en deuda conmigo mismo.
Y con los cuyanos también …
Mire para mí Cuyo está, todo, dentro de un hombre a quien yo quise muchísimo: el emblemático Ernesto Villavicencio, quien alguna vez, me dijo, con un buen syrah acompañado, "mire m’ hijito, nosotros vamos a tocar para Cuyo”. Lamentablemente se me fue en el mejor momento el Negro, el amigo, el hermano…
¿Entonces también está en deuda con él?
Si con él, ya lo creo. La tonada es una de las cosas que me debo a mí mismo.
Algún dia llegará …
Espero porque ya el tren está por partir, no se sabe si queda una hora, cinco, no se sabe. Yo por las dudas estoy con la valija lista. Mientras tanto sigo haciendo porque mientras haya vista, oído y olfato, nadie me va a prohibir admirar.
Hablando de admiración, ¿qué le paso 50 años después de la creación de la Misa Criolla, esta vez interpretada frente al primer Papa latino en el Vaticano?
Me sigue pasando… Por suerte tengo la capacidad de asombro despierta y viva no solamente a lo humano, sino a lo espiritual. Para mí, la Misa Criolla sigue siendo la obra por excelencia, sigue siendo la obra en mayúsculas. En honor a la verdad, elijo la obra como la interpretan, allá en San Juan, con la caracterización de quienes hacen la danza, la música. Esto merece ser visto en el país. Lo del Vaticano -NdR: en diciembre pasado para la celebración del día de la Virgen de Guadalupe, patrona de América Latina, un grupo de músicos argentinos interpretó la Misa Criolla en la Basílica de San Pedro, Jaime Torres fue parte de la delegación pero no fue convocado a tocar el charango- fue una gran emoción. Aunque yo había estado antes con un Papa, en 1967, junto a todo el maravilloso grupo original que participó de la primer grabación de la Misa Criolla y de quien recibimos los halagos por esta obra; esta vez fue distinto. Quizás porque se trataba del Papa Francisco, un hombre que me hace pensar todos los santos días con su trabajo, su obra, su ahinco, su fe. Creo en el ejemplo de vida que da este hombre en un momento tan particular del mundo y de la humanidad. Ha llegado en el momento justo, cuando la gente estaba un tanto incrédula de la palabra y de la fe.
Después de 72 años de interpretar el mismo instrumento, ¿que significa el charango en su vida?
Es la señal de todo lo que me falta seguir aprendiendo, porque el charango, día a día, me sigue contando secretos.
