Gabriela Maciero Martín

Nutrida de fortaleza y voluntad

A los 15 años sufrió un ACV hemorrágico que ya la hizo pasar al menos 17 veces por el quirófano, que le dejó secuelas que le impiden caminar por sus medios y que afectó su sistema de deglución. Nada de eso fue excusa para terminar el secundario e inclusive ser una alumna avanzada de Nutrición.

Por Paulina Rotman
Foto: Federico Levato

Gabriela Maciero Martín vivió su niñez y su adolescencia como cualquier otra chica. Alumna aplicada (fue parte del cuerpo bandera en la primaria y en la entonces EGB 3), estudiante de danzas clásicas, soñadora, feliz y especialmente muy sana. El 18 de abril del 2007 todas esas características propias de alguien que apenas tiene 15 años pasaron por la furia de un torbellino que hizo que su vida, su rutina, sus anhelos y sus ambiciones dieran un giro de 90 grados.

Esa mañana, de un momento a otro y mientras se preparaba para ir a la escuela secundaria -el Monseñor Audino Rodríguez y Olmos- un dolor de cabeza insoportable, punzante y sin pausa como jamás había sufrido en su vida, entre otros síntomas que le contaron porque no recuerda nada, literalmente la voltearon. La descompensación pareció eterna. Ni que decir hasta que los médicos de la ambulancia decidieron llevarla de urgencia al Hospital Rawson, pese a que los primeros indicios les indicaban un simple cuadro de patología cervical que, después de las convulsiones, mutó al temido diagnóstico de Accidente Cerebro Vascular (ACV).

Lo que siguió fue un estricto protocolo hospitalario y una alarmante pero esperanzadora respuesta, luego de 11 horas en el quirófano: el 95 por ciento de las personas que sufren un ACV hemorrágico no se salva, el 5% restante, es considerado, inclusive para las ciencias médicas, un milagro. Seguramente más que nadie ella entendió de qué se trata eso.

De hecho ya pasaron 10 años de ese episodio que no quedó en el pasado porque las secuelas y las horas de trabajo en las diferentes rehabilitaciones siguen marcando su día a día. Y así lo serán por siempre. Sin embargo, lejos de estar lamentándose por esa malformación congénita en el cerebelo que desencadenó el accidente cerebral, optó por tomar las riendas. Con mucha ayuda, voluntad y fortaleza, de otro modo no podría ser, está cursando materias de cuarto y quinto año en la Facultad de Ciencias Médicas. Aspira ser Nutricionista. Se lo ha propuesto para el próximo año.

Entre operaciones y libros

Para hacer un resumen de lo que le dejó el ACV a Gabriela, hay que empezar por enumerar las 72 horas dormida después de la primera operación de la que despertó pudiendo mover sólo los ojos, los 62 días siguientes entre Terapia Intensiva e Intermedia, tiempo en el que se descartó que quedaría cuadripléjica. Es que la falla de nacimiento que hizo estallar las arterias de su cabecita le afectaron la parte motora voluntaria e involuntaria, por eso aún hoy no puede caminar ni ponerse de pie sin ayuda porque no tiene estabilidad. Se maneja en una silla de ruedas. También le afectó el habla (tiene traqueotomía fonatoria) y paradójicamente con su vocación, la deglución, situación que se solución con un botón gástrico por donde se alimenta.

"Desde entonces soy como un bebé grande”, se describe a sí misma, sin dejar de valorar su recuperación que incluyó además otras 16 operaciones por diferentes daños y secuelas (entre otras de un quiste que crecía en su cerebro y de un absceso en la punta de uno de sus pulmones) y 6 meses más de internación en una clínica privada de rehabilitación.

"Recién a los 7 meses del ACV pude empezar a hablar. Y en ese proceso, con operaciones de por medio y complicaciones propias de todo lo que estaba pasando, volví a estudiar. Ese fue un gran aliciente”, cuenta.

A su ritmo y gracias a que un grupo de docentes iba a la clínica mientras estaba internada y después cuando recibió el alta para hacer internación domiciliaria, a su casa, aprobó el 4¦ año. "La directora, Guadalupe Acevedo y los docentes de Química (Liliana Fager), Historia (Eduardo Carelli), Matemática (Laura Oliva), Biología (Silvana Cricco) y Literatura (Josefina Marino) tuvieron toda la paciencia conmigo en ese tiempo. Ya quinto año pude cursarlo, normalmente por así decirlo, ya que mi papá tenía que ir todos los días a alimentarme y a ayudarme. Pero lo logré, un año más tarde porque perdí un periodo más por las intervenciones”, recuerda quien a esa altura estaba decidida a continuar los estudios universitarios.

"Sabía que quería algo vinculado a la Medicina y entré a Nutrición. Con el paso del tiempo me doy cuenta que es algo que me apasiona. Soy paradójicamente una estudiante de Nutrición que no se alimenta como el resto, pero que está bien alimentada”, dice con humor.

Gabriela explica que tuvo que dejar algunas materias por estrés, pero que eso no la preocupó demasiado porque le permitió abocarse de lleno a aprobar las que cursaba. Sigue su propio ritmo y así ya está en lo que considera el tramo final. Le faltan 11 materias para recibirse. "Yo soy una alumna más, el único privilegio que tengo es que los parciales se adaptan a mis necesidades porque tengo dificultades o mejor dicho lentificada la escritura, entonces me dan la posibilidad de hacerlos en la compu, oral, o en la modalidad múltiple opción por ejemplo”, agrega quien además tuvo la oportunidad de trabajar en la Fundación Cencor en la parte administrativa y ayudando a los kinesiólogos. 

Motor para seguir

Actualmente tiene 25 años y un mundo por delante. Sabe que muchos piensan que ha llegado muy lejos. Pero no se conforma. Quiere más. "Deseo de terminar mis estudios, tener un trabajo, no sé todavía en qué área de la Nutrición porque hay muchas que me interesan. Eso sí me gustaría hacer algo que me permita el trabajo en equipo, creo que es muy fructífero, da resultados positivos, se aprende más. También tengo como objetivo irme a vivir sola, independizarme y llegar más lejos”, se confiesa, reconociendo a todos los que estuvieron en todo este proceso. Agradecimientos tiene al por mayor. "No hubiese salido de esta si no fuese por mi mamá Susana y mi papá Oscar, mis hermanos Germán y Juan Ariel, mi mamina, mi fonoaudióloga, la psicóloga, los kinesiólogos, la parte administrativa y el decanato de la Facultad de Ciencias Médicas de la Universidad Católica de Cuyo y tantos que me ayudaron”.

Mientras tanto, hace una vida normal. Sale a boliches y no se despega de su celular, la herramienta que le permite, "tomar apuntes” a su modo, sacando fotos o grabando clases. Y sueña. No deja de soñar.

Para saber más

En la Argentina cada 4 minutos una persona sufre un ataque cerebral, según cifras del Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro, y se constituye en la segunda causa de muerte y la primera de discapacidad en adultos.

Hay dos tipos de ACV: cuando la afección es causada por la súbita pérdida de flujo sanguíneo cerebral (isquémico) o por el sangrado (hemorrágico). En las dos situaciones puede ocurrir que las neuronas se debiliten o mueran, ya que sin oxígeno