A Alicia le bastó que dos misioneras le tocaran la puerta de su casa y le dieran una charla sobre enseñanzas de las sagradas escrituras para descubrir a los 17 años que quería ser bautizada como mormona. Inclusive cuando fue por primera vez a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Ultimos Días se dio cuenta que allí estaba lo que quería para su vida espiritual. Es que para este credo todas las acciones de los hombres deben estar motivadas por un sentido solidario y en favor de los demás, "tal como lo hacía Jesucristo”. De hecho, en esta religión ningún rol es rentado, ni siquiera los obispos.
"La Iglesia promueve que todos somos iguales, vengamos de una familia con mamá y papá o una familia ensamblada o como sea, tengamos la situación económica que tengamos, o el trabajo que consigamos. Del mismo modo, la Iglesia nos insta a ayudar a todos por igual, inclusive poniendo nuestro cuerpo”, cuenta la mujer que vivencia día a día su fe a través de sus actos junto a sus dos hijas (de 16 y 13 años) más la pequeñita que crece en su panza. Su marido si bien no comparte la religión si respeta y las acompaña en el voluntariado.
Cuando Alicia se refiere a poner el cuerpo a la solidaridad no lo hace en sentido figurado. Desde hace unos años ya, la Iglesia tomó como premisa principal de su voluntariado la donación de sangre. Por eso sus 7000 miembros -voluntariamente por supuesto- someten su brazo a un pinchazo con tal de "salvar vidas”. La iniciativa es imitada por las iglesias que funcionan en el resto del país como ejemplo solidario.
Pero esto no es todo. Una vez al año se ofrecen para embellecer, limpiar y acondicionar algún espacio descuidado del que ellos mismos son parte, desde una plaza, un hospital y hasta una escuela. Eso lo hacen los días sábados, cuando no hay obligaciones para nadie, ni grandes ni chicos.

