La muerte de un personaje público suele causar conmoción en la sociedad. Más aún cuando se trata de un líder político en el que se depositaron grandes esperanzas y lograron conquistar la aprobación de la mayoría de la población. Sucedió hace unos días con el ex presidente Néstor Kirchner. Pero a lo largo de la historia nacional se produjeron hechos similares de dolor popular. Entre algunos de esos ejemplos están las muertes de otros ex presidentes, como: Hipólito Yrigoyen, Juan Domingo Perón y Raúl Alfonsín. Algunos profesionales sanjuaninos como Álvaro Olmedo, Licenciado en Ciencias Políticas egresado de la U.N.S.J.; docente e investigador; Antonio De Tommaso, Licenciado en Sociología y director del IOPPS; Mónica Oliveros, licenciada en Psicología, Guillermo Collado, magister en Ciencias de la Comunicación y director del Departamento de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNSJ y Daniel Illanes, Profesor de Historia en la UNSJ y dirigente político, analizan los efectos de la muerte de líderes políticos en la sociedad argentina.
Al hablar de qué determina que un político se transforme en líder, el politólogo Alvaro Olmedo explica que el liderazgo es un proceso estrictamente humano que implica algo más que una decisión voluntaria individual. Lleva implícito un compromiso, una responsabilidad y una obligación.
Ante la pérdida de un líder en Argentina, Olmedo dice que no es sólo el pueblo argentino, acaso los latinoamericanos sean proclives a encontrar líderes. En consecuencia, muerto el hombre, nace el mito. Que puede parecerse mucho (o no) al líder real, pero que a veces sirve como mito, es decir como una leyenda y estímulo contante.
Las luchas de poder no duermen nunca, no se acallan ante la muerte de alguien, por el contrario se exacerban. Con mayor razón, la muerte de un líder político atrae hacia sí, las pasiones de las masas y de los intereses siempre en juego. A la muerte ni siquiera se la nombra, sin embargo, frente a ella se despierta la dualidad de amor-odio, propia de la arena política y de la condición humana.
El dolor
Luego de un primer momento de conmoción, se desata sin compasión una etapa, que puede resultar tan diversa como traumática: un heredero previamente acordado asume el poder dejado, un quiebre en la transmisión del poder, disputas, y hasta una anarquía -siempre transitoria-. En los estados modernos, las instituciones son resortes que amortiguan o encausan la situación de "vacío de poder".
Olmedo explica que un líder siempre genera adhesiones y aversiones, casi no conocen la línea media, el justo medio aristotélico no es el común denominador de los líderes. Esto implica que tras su muerte algo ha cambiado, ya no se puede volver a la situación previa.
Los jóvenes
Es más fácil encontrar a jóvenes atrás de líderes que quieren el cambio. Y es lógico también que sean ellos quienes sientan más desamparo frente a la pérdida del líder. Si esto es así, la continuidad del líder y su espíritu en parte del pueblo está asegurada.
Cuando un líder popular muere hay dolor, vacío y desesperanza. Existe el temor del desamparo, de que vendrán los poderes preexistentes a restaurar a la situación de desigualdad y de injusticia previa.
Es muy probable que el líder se haya comportado como un protector de los más débiles y haya venido no sólo a marcar un rumbo en una situación de incertidumbre, sino a cambiar una realidad. Una realidad que significa una mejora -no necesariamente cuantitativa- de grandes sectores postergados, concluye Olmedo.
Por su parte el magister y director del Departamento de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales, de la UNSJ, Guillermo Collado, al referirse a cómo viven los argentinos la muerte de sus líderes, dice que "todo depende del hecho de que se sientan identificados con ellos o no. Si se
sienten identificados, obviamente la viven con tristeza y quizás, desesperanza. Si no se sienten identificados, puede provocarles un asombro inicial y hasta una cierta congoja o consternación momentánea, aunque no desesperanza".
Sobre cuánto puede durar un duelo social, el profesional explica que "tanto como el tiempo que dure llegar a sentir que fue reemplazado en todas sus facetas o no. Por ejemplo, el duelo por la muerte de Juan Domingo Perón, en muchos argentinos, duró o aún dura, largos años y hasta décadas".
En cuanto a los cambios que puede provocar la muerte de un líder "en primer lugar, una sensación de vacío de poder, en segundo lugar, un estado de incertidumbre acerca de cómo reemplazarlo, en tercer lugar, un cierto temor de que tal reemplazo no satisfaga todas las expectativas que satisfacía antes ese
mismo líder".
Collado habló también sobre el protagonismo de la juventud en esta circunstancia: "la reacción de una parte considerable de la juventud argentina ante la muerte de Néstor Kirchner para mí fue esperada y creo que se debió a que él fue un dirigente en muchos aspectos transgresor y por momentos hasta irreverente y
esto último, en gran medida, provocó que muchos jóvenes, dada su natural rebeldía, se sintieran identificados con él".
Al referirse a los temores populares que se presentan ante la muerte de un líder collado dice "desesperanza, al pensar que no es reemplazable; incertidumbre, al no saber a ciencia cierta si alguien lo podrá reemplazar, quién sería ese "alguien" y de qué manera ejercería tal "reemplazo"; por último, temor concreto a que aprovechen la coyuntura sus adversarios y puedan, eventualmente, crecer".
El profesor de Historia, de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNSJ, Daniel Illanes, explica que hay que saber si el pueblo le daba a determinados líderes más importancia antes de morir. Las formas, los contenidos mediáticos en alguna forma quizás no exhibían esa realidad. Ahora creo que la muerte tiene un carácter psicoanalítico de revelación. Esto permite mostrar muchas cosas que quizás estaban ocultas.
La historia dice que los argentinos viven la muerte de sus líderes algunas veces con dolor, otras con culpa. Viven el dolor de lo que se va y el nacimiento de algo nuevo. El argentino es un tipo muy apasionado con los sentimientos ante la muerte, las emociones amorosas. Todavía estamos velando la muerte de Dorrego fusilado por Lavalle.
El entierro de Hipólito Yrigoyen fue multitudinario y lleno de culpa por parte de muchos argentinos (fue el primer presidente derrocado por un golpe militar). Con Evita fue un sentimiento de agradecimiento y enamoramiento popular, mientras que con Kirchner hay sentimiento de culpa, porque hay mucha gente se han sentido engañada por cómo fueron contadas las cosas en referencia al campo, por ejemplo. Es así el pueblo argentino, como manifiesta sus sentimientos.
Creo que en general el duelo es la historia misma, es un conjunto de duelos sociales. Por ejemplo en Estados Unidos todavía está el duelo por el 11-S (el atentado contra las torres gemelas). Nunca se superó en ese país el asesinato de Abraham Lincoln, que se junto con otras muertes como la de John kennedy. Tampoco los ingleses pudieron superar la muerte de Lady Diana, que el pueblo la recuperó como figura popular, aunque no lo era tanto.
Por último, para Illanes, los jóvenes frente a la muerte de un líder, se sienten muy identificados en este caso con Cristina. Con la muerte de Yrigoyen, Perón y Alfonsín, los jóvenes tuvieron un papel muy importante para la recuperación de sus partidos.

