Ser madre no es sencillo. Junto con la maternidad vienen muchas experiencias nuevas y encantadoras, pero algunas de ellas generan temor por el propio desconocimiento. Que una pequeña parte de la mujer crezca en su vientre sin duda genera un vínculo eterno, pero hay historias que superan la biología, y son contadas por aquellas madres que aman más allá de los obstáculos, las barreras y los percances que presenta la vida.
Mónica y Ana son solo dos de las tantas mujeres que encontraron el amor de sus vidas en pequeños a quienes llaman hijos, y comparten sus historias marcadas por la lucha y un sentimiento mucho más fuerte que el amor.
El regalo de la espera
Mónica Clavel conoció a su esposo ya en la edad adulta, y luego de varios estudios ambos descubrieron que no podían tener hijos de manera biológica. Ante ese panorama pensaron en la opción de adoptar y recurrieron al Registro de Adopción de la provincia.
Paso un año sin novedades hasta que en mayo de 2017 sonó el teléfono. Era la secretaria de un juez, quien los citaba para entrevistarlos. Así fue como comenzó el camino de esperanza que tanto anhelaba tanto Mónica como su pareja.
En el hospital estaba Facundo, un bebé de tan solo tres meses con muchos problemas de salud. Mónica y su marido no era la primera pareja que entrevistaban, por lo que desde el juzgado les ofrecieron ser los padrinos del pequeño.
No solo aceptaron sin dudarlo, sino que comenzaron a visitarlo hasta que dejó el Hospital para pasar a Casa Cuna y en una de las visitas les informaron que existía la posibilidad, siempre y cuando ellos quisieran, de adoptarlo. Mónica no lo dudo ni por un segundo, el lazo forjado entre ambos era demasiado fuerte.
“Este año salió la sentencia de adopción y Facundo Ignacio Terzi Clavel ya es parte de nosotros”, comenta Mónica con emoción en sus palabras y el pecho lleno de orgullo.
Facundo nació con un tumor cerebral, problemas de motricidad y cognitivos, se alimentaba por sonda y el pronóstico no era alentador, pero gracias a la ayuda de profesionales y al cariño que recibe día a día, sale adelante, superando cualquier adversidad.
“Ser la madre de Facundo me genera felicidad, satisfacción. Pensé que me iba a ir de este mundo sin poder ser mamá y tenerlo es lo más hermoso que nos pudo haber dado Dios. Facundo merece tener su familia y estar rodeado de gente que lo ame, y como dice mi esposo, ya no nos imaginamos vivir sin él”, expresa Mónica.
Una madre todo terreno
Ana Quiroga jamás en su vida fantaseó siquiera con la idea de ser madre. Para ella la soltería era su estado ideal, sin ningún tipo de responsabilidad más que ella misma. Pero sin duda la vida le tenía preparado otro destino que aceptó sin dudarlo.
Emanuel nació en junio del 2015 con solo 6 meses. Al ser un bebé prematuro, tuvo muchísimas complicaciones de salud, viviendo casi un año en el hospital. Biológicamente Ana es su tía, pero desde el primer momento lo sintió como propio. Ella salía del trabajo y se dirigía al hospital, todos los días, solo para cuidarlo.
“La primera noche que lo cuidé en el hospital pasó algo mágico, y yo no creo en la magia. La doctora de guardia hizo la visita diaria, y me comentó que Emanuel necesitaba sentir el calor de quien lo cuidada. Me dijo que lo acercara a mi pecho. Lo hice y sentí como su corazón se acoplaba al mío, latían juntos y fue hermoso. Nunca creí que podía sentir algo así, si alguien me hubiera dicho, no se lo creo. Lo apoyé en mi pecho y sentí su corazón a la par del mío. Fue mágico sostenerlo en ese momento”, recuerda Ana al borde de las lágrimas, ya que sin duda ese momento fue decisivo para el futuro de Emanuel.
Cerca de los tres meses de haber nacido, les informaron que ya estaba listo para incluirlo en el Registro de Adopción. Al recibir esa información Ana sintió un puñal en el medio del pecho. Tenía al pequeño en brazos y sin haberlo consultado antes con su familia, expresó sus deseos de ser ella quien lo adoptara.
Con el paso de los años Emanuel tuvo un incidente que casi le cuesta la vida, sufriendo lesiones cerebrales graves dejándolo con una parálisis cerebral severa irreversible. A pesar de ello, Ana recuerda que en ningún momento sintió que su vida colapsara, todo lo contrario, tenía mucho más coraje y esperanza de salir adelante.
“Mi hijo ahora está aprendiendo a caminar, usando un andador especial, pese a que los médicos me dijeron que nunca iba a poder hacer eso. Está aprendiendo a comer solo y a sostener su cuerpo. Tiene deficiencias, pero los avances que ha tenido en cuatro años han sido muy evidentes, gracias a la perseverancia y a los profesionales que lo visitan día a día”, resalta Ana, reconociendo y agradeciendo la labor de los médicos y profesionales que la acompañan desde hace un tiempo.
“Creo que no debe haber un concepto de mamá gestante y mamá adoptiva, simplemente mamá. Conocí muchas cosas que creí que nunca conocería. Mamá es ser todo, genera un montón de emociones, también dudas sobre el futuro, pero Emanuel me enseña a vivir el día a día. Es un niño que me genera mucho orgullo. Ser madre soltera no es fácil, pero no estoy sola, estoy con Emanuel, lo que me abre un mundo nuevo, feliz. Él me enseño a valorar la vida”, finaliza Ana, orgullosa de los progresos de su hijo, segura que haber tomado la mejor decisión de su vida, pese a que no estaba en sus planes.