Para quienes hemos nacido y crecido en una república es difícil entender la permanencia de las monarquías en el siglo XXI. Sobre todo las monarquías parlamentarias europeas que reinan en países pertenecientes a la Unión Europea (UE), que han renunciado al derecho a voto y a veto. Paralelamente están las monarquías petroleras y otras que no respetan los derechos elementales de los ciudadanos, es decir autenticas dictaduras "rosas". ¿Por qué existen y para qué sirven? Pero no sólo los argentinos, muchos ciudadanos en todo el mundo se preguntan por qué los pueblos de esas monarquías parlamentarias no piden su disolución.

Recientemente la noticia del diario "La República", de Italia, comentó abiertamente el divorcio del Juan Carlos y Sofía de España, con 50 años de matrimonio, produciendo una catarata de chismes e información que se contenía por cortesía. Desde el día que cedieron el trono a su hijo Felipe VI, no volvieron a mostrarse juntos en público.

Recordemos primero que la monarquía es una antigua forma política basada esencialmente en la continuidad hereditaria y en la personificación del Estado en el rey o la reina. Los reyes que subsisten en Europa después de la Primera y Segunda Guerra Mundial, son todos ellos jefes de Estado de gobiernos democráticos y parlamentarios basados en el pluralismo y en el sufragio secreto y libre. Hacemos referencia de Inglaterra, Dinamarca, Bélgica, Países Bajos, Noruega, Suecia, España, Luxemburgo y Liechtenstein, a los que podemos agregar a Mónaco, aunque muestra características institucionales diferentes. Por supuesto, Japón es otra gran monarquía que cambió radicalmente tras la Segunda Guerra Mundial.

El pueblo y los reyes, ¿quién sirve a quién?

Frente a quienes demuestran la innecesaria permanencia de la institución monárquica, basándose en ejemplos claros como Alemania y Francia, entre otros, donde se eliminaron definitivamente, millones de europeos y japoneses han comprobado que la monarquía hereditaria de un Estado democrático "es algo concreto y entrañable que encarna la representación de muchas naciones cuyos súbditos, auténticos ciudadanos, son los verdaderos soberanos del país". Los reyes o reinas de esas monarquías están al servicio de sus pueblos y no al revés y por eso nada tiene de particular que entre los países más desarrollados, cultural y materialmente, del mundo, se cuenten varios que son monarquías."De estas expresiones el escritor español Joaquín Satrústegui, en su libro "Qué es la monarquía" se desprende que en los países con monarquía parlamentaria citados no podría haber un sistema de poder personal absoluto, como lo fue en otros tiempos en todas las naciones de Europa y como continua siéndolo hoy en muchos países árabes. "Tampoco debe ser el instrumento de una oligarquía, como lo fue entre los visigodos".

Más que amor por la monarquía, hay monarquías con perfil republicano

Tras la Segunda Guerra Mundial, en la mayoría de los estados no se consultó al pueblo si quería a no a sus tradicionales monarcas al frente de los estados legitimados, como sistema constitucional. El ejemplo más claro y cercano es España, una monarquía legitimada por la Constitución de 1978, cuyo pueblo no es monárquico por convicción. "Recuerdo mi década en España ejerciendo el periodismo, los españoles responden claramente a un perfil republicano, pero con una inmensa mayoría que "aprueba", sin dudar, al rey". Hasta la abdicación de Juan Carlos I en su hijo Felipe VI, los especialistas calificaban a este fenómeno como "juancarlismo" más que amor a la monarquía. Fue el propio Juan Carlos I quien se ganó ese derecho a reinar como jefe de Estado y comandante de las Fuerzas Armadas, por su defensa de la democracia y padre indiscutible de la Transición, junto a Adolfo Suárez, después de la dictadura de Franco. Hoy el nuevo rey español (Felipe VI) ha confesado que necesita imperiosamente ganarse el afecto de los ciudadanos para poder reinar con "mayor legitimidad". No obstante, en el momento de su llegada al trono, en junio pasado, hubo manifestaciones en contra y pidiendo la disolución de la forma monárquica en España, aunque se trató de una minoría que no tuvo eco en el Congreso Nacional.

¿Es necesaria la monarquía? Los escándalos matrimoniales

Bajo el título de "La casa de Windsor", el diario español "El País" publicó un editorial donde analizaba los serios desbordes observados en el escenario real que preside la reina Isabel II en el Reino Unido, y provocados por problemas de su propia familia, entre los que destacan casos de escándalos matrimoniales. Y comienza diciendo: Hace una semana, la revista "Time" preguntaba en su portada "¿Es realmente necesaria la Monarquía?". Expresaba así con crudeza el dilema que de pronto angustia a los británicos. ¿Sirve para algo la corona… o es inútil… y cara y, por tanto, prescindible? Ahora son muchos los británicos que se interrogan sobre la viabilidad de una fórmula constitucional que ha sido la suya desde hace más de un milenio y que es la representación tradicional de valores muy enraizados. El desencadenante de la crisis ha sido la historia de los escándalos de una familia que, en lugar de ser estereotipo sonriente en una lección de sellos de correos, resulta que sufre, se divorcia, se enemista y duda, como ocurre con el resto de los mortales.

Debates sobre la permanencia de las monarquías

Precisamente, y recordando que hemos hecho referencia a críticas a la monarquía y a la vida de los reyes, hay también numerosos debates sobre el tema, en los claustros universitarios, en la juventud, en la comunidad en general de los países con monarquía parlamentaria. Y también en las repúblicas, aunque, a la distancia, sin suficiente conocimiento.

Más allá de quienes plantean la dualidad Monarquía-República, hay muchos más, en los países con monarquías, que piensan que es necesario potenciar las monarquías incorporando una sustancia basada en mayor diálogo con los sectores representativos de la sociedad y una mirada más profunda sobre las inquietudes sociales.

"El rey, reina, pero no gobierna": "Lois Adolphe Thiers" (1797-1877), político francés, es el creador de esta afirmación. Al abordar las limitaciones que debe tener el papel del rey, bajo el control de los poderes Legislativo y Ejecutivo, creó la frase que sigue siendo marca de la más comprensible definición de un monarca en una monarquía parlamentaria: "El rey, reina, pero no gobierna".

Las 9 monarquías parlamentarias que rigen con ese carácter en Europa (en el mundo reinan 29, aunque Europa posee 52 dinastías históricas), más allá de que se mantienen por un proceso hereditario que descansa sobre el afecto del pueblo, constituyen además una atracción turística. Los monárquicos se defienden con el argumento de que hoy las coronas vigentes no ejercen un poder personal absoluto como sucediera en tiempos pretéritos en todas las naciones de Europa, ni tampoco puede ser instrumento de una oligarquía como lo fue entre los visigodos.

Las tres funciones de una monarquía: Simbólicas y Representativas, Arbitrales y Moderadoras – Mediadoras

¿Qué las mantiene vivas? ¿Cómo consiguen el mayoritario apoyo popular que revelan las encuestas? ¿Para qué sirven a estas alturas de la historia de la Humanidad? Son preguntas clave que tienen respuesta, aún cuando ningún heredero al trono se atreve a asegurar su futuro como rey.

Monarquía "sí", monarquía, "no". Las encuestas de opinión sobre la realeza europea en cualquiera de los nueve países con monarquías parlamentarias (Bélgica, Dinamarca, España, Holanda, Reino Unido, Noruega, Suecia, Luxemburgo y Liechtenstein), resultan sorprendentemente positivas, ya que son vistas por su pueblo como símbolos venerados de estabilidad, continuidad y unidad nacional, lo que no tiene precedentes en la historia moderna. A tal punto que alguien llegó a asegurar que si las monarquías fueran eliminadas, el pueblo elegiría presidentes a los monarcas destituidos. Paralelamente hay esporádicas expresiones en contra, que nunca llegan a convencer, curiosamente, a los representantes del pueblo en cada uno de los países señalados.

Más allá de haber renunciado en la mayoría de los casos a los derechos a voto y a veto, los reyes o reinas ejercen hoy influencia en cuestiones de estado (menos en política interna y más en política exterior), en asuntos comerciales y de estilo. O, para ser más exactos las funciones son esencialmente de tres tipos: simbólicas y representativas, arbitrales y moderadoras-mediadoras

Carisma

Las monarquías modernas europeas se han adaptado a los cambios de los tiempos y si bien no son necesarias hoy, son los propios pueblos quienes reconocen que este prestigio viene de los resultados que producen los reyes en su acción diaria. Y es un análisis que se ha hecho en varias ocasiones en los medios españoles. Por ejemplo, bajo el título "El carisma de las monarquías modernas", el analista y ex diputado del Partido Popular español, "Luis Guillermo Perinat", escribió en ABC de España, sobre una positiva acción de arbitraje y de unificación por parte de las monarquías parlamentarias, "la mejor garantía de estabilidad y de la continuidad del juego democrático y de los derechos constitucionales". Y sirve como puente en transiciones difíciles de resolver. Sin dudas, el éxito de la transición española con la figura del rey como motor de la misma, ha sido un factor determinante en esa corriente de opinión.

Monarquía y crisis económica

Muchas veces me pregunté mientras cubría desde Madrid acontecimientos de las monarquías parlamentarias europeas, qué pasaría con ellas el día en que la Unión Europea, a la que pertenecen todas sufra alguna crisis financiera importante. La crisis llegó y el golpe ha sido fuerte. A raíz de esta difícil situación, y como era de esperar, han crecido los detractores de las monarquías en todas sus formas. Y aunque los efectos de la crisis económica no se da en todas las monarquías parlamentarias por igual, en los casos recientes de bodas de príncipes, por ejemplo, se han tomado los recaudos para imponer la mayor austeridad, como fue el caso del príncipe Luis de Liechtenstein, entre otros. Pero en realidad la más afectada es España. Por esta razón tuvo tanta crítica el viaje a Sudáfrica del rey Juan Carlos para una cacería de elefantes, a lo que se agregó un supuesto romance con la organizadora de estos safaris, temas tratados líneas más arriba.

Parlamento sin aristócratas

Por otra parte, hay un dato en ese sentido, pero mucho más cercano: en 1998 el primer ministro laborista Tony Blair logró abolir el derecho hereditario de los aristócratas para ocupar una banca en la Cámara de los Lores y el anuncio lo hizo la propia reina, poniendo fin a una tradición de privilegios y gastos que duró 900 años.

El precio del feudalismo y la meritocracia

Precisamente, uno de los temas por los que más se cuestiona a la monarquía y que se pone sobre la mesa al tratar de explicar el por qué de su supervivencia, su riqueza y los millones de euros que gasta el Estado, o sea los ciudadanos, en vestir, alimentar y mantener las necesidades de un grupo de personas que tuvieron la suerte de heredar el trono. En "El precio del feudalismo", se asegura que la monarquía británica cuesta 1.140 millones de libras. Como la actual economía británica se beneficia del turismo vinculado a la familia real, "deberíamos conservar toda esa pompa, que alcanza su máximo esplendor en la última boda real, la de los príncipes Guillermo y Kate". Todo esto vuelve poner en el candelero la pregunta que hemos hecho de varias maneras en esta obra: "¿Vale la pena mantener una institución tan anacrónica para muchos como la de los reyes, ya bien entrado el siglo XXI? . Pero a pesar de los gastos concretos que implican para la población, vale la pena mantenerlos por lo que hacen por el país y el bienestar general, sea con actos de beneficencia, promoción de la industria o a nivel simbólico. Y cada vez más esto incluye también la necesidad de mostrarse o más económicos y austeros de lo que se imagina el contribuyente, bien transparentes en sus gastos o, idealmente, ambas cosas. Al respecto, en el ranking de Mathjis, Reino Unido y Holanda son las monarquías más caras, pero también aquellas en donde el ciudadano mejor puede saber a qué se destina cada centavo de sus impuestos. En cambio España, si bien es de las monarquías menos onerosas para el contribuyente, en 2011 se encontraba a la cola en transparencia, razón por la cuál la decisión del rey de mostrar los números de la casa real fue tan revolucionaria.