En plena tarea. Demetrio es un experto en tejer con los dedos y a Francisco le resultan más práctica, las dos agujas. No hay día en que no avancen con sus tejidos. (Fotos: Marcos Carrizo y Yanina Carrizo)

 

 

Esta historia, de principio a fin, es una unión infinita de puntos. Como en el tejido. Una cadena que enlaza lanas e hilos de colores hasta lograr una prenda para abrigar el cuerpo y el corazón. Sin lugar a dudas, una iniciativa tan inocente como generosa que merece todos los reconocimientos, como en las mejores historias, como ocurre muchas veces en la vida misma, sin que sus protagonistas se lo hayan propuesto.

Todo empezó cuando Demetrio Ruiz, en uno de los recreos más fríos del año, se percató que una nena que estaba en el patio de la Escuela Juan José Castelli (turno tarde) llevaba poco o casi nada de abrigo. Entonces fue corriendo a su grado, el 5º "B”, a proponerle a la señorita hacer algo para que no pase más frío.

El chico de 10 años, sin mayores conocimientos y con mucha voluntad le hizo una bufanda y un gorro de lana con algunos lineamientos que le dio la maestra y su tía Mónica, pero además contagió en su idea, a su primo Francisco Castro, que va al 5º "A” de la misma escuela. Ambos pusieron manos a la obra en cada recreo, en cada rato libre.

Claro que con ese simple y afectuoso gesto no termina la historia. Sino que Demi -como le dicen todos los que lo conocen- asociado con Francisco siguieron entretejiendo otros lazos y encontrando compinches para alcanzar más objetivos. Con la propuesta inicial de abrigar a la nena de otro grado nació en el ámbito escolar un proyecto que no sólo tendría un fin solidario sino que sería el puntapié inicial del rescate de un saber artesanal. Ya contaban con una ayuda incondicional, la seño de Tecnología, Claudia Rementería, que tomó el "guante” de la sugerencia de los alumnitos y con el visto bueno de las autoridades escolares se salió del libreto curricular e incorporó un taller de tejido que dio vida a lo que en principio se llamó "Tu lana me abriga”, pero que con la intervención de los dos primos, cambió de nombre y de destino, entonces pasó a ser "Tejiendo solidaridad”, un proyecto para llevar prendas de abrigo a los abuelitos del Hogar de Ancianos.

"La seño lo propuso para todos los chicos del 5º B y sus familias como un taller extra áulico. Pero sólo 3 chicas – Yenifer, Candela, Luciana- mi primo Francisco y yo nos sumamos. Aprendimos a tejer de todo para los abuelos y nosotros mismos se los entregamos hace poco más de una semana”, cuentan los chicos.

El proyecto escolar en cuestión comenzó con el armado de unas cajitas forradas que dejaron en lugares claves para ellos para que la gente pudiera depositar ovillos de lana. La redacción de DIARIO DE CUYO, radio Antena 1, el Centro Cívico y dos comercios de venta de lana fueron los destinatarios de sus esperanzas. También pidieron agujas y materia prima entre sus parientes, entre los vecinos del barrio y los conocidos. Mientras tanto, en clase, hicieron un rústico telar con palitos, cartones y bandejitas de telgopor. Aprendieron que una lapicera servía para ir hilando las lanas de una punta a la otra.

Con lo recolectado, se desató un aprendizaje sin límites. Al menos para los dos varones el tejido se ha convertido en algo indispensable en sus vidas. Al punto que no dejan de tejer ni cuando hablan, ni cuando ven tele, ni cuando comen. Tampoco cuando salen al recreo en la escuela. Es que a diferencia de otros chicos, ellos en vez de quedarse charlando, jugando a la pelota o comiendo la merienda, aprovechan todo tiempo libre para seguir con sus puntos. Ellos mismos buscan técnicas y quieren saber cada vez más. En tan solo un par de meses ya dominan algunos puntos a dos agujas, a máquina, a telar y a crochet. Hasta tejen con las manos, siguiendo una fórmula que vieron por Internet. No hay punto al que le teman: Cruz, María, Jazmín, o el que les propongan. Es más, tan incorporada tienen la cuestión que tejen sin mirar y hasta charlando. Ya casi no tienen que destejer.

Es tal la habilidad y el nivel que han logrado en tan poco tiempo que tejen rapidísimo. Lo que para otros podría ser una obra de varios días, a ellos les insume solo media tarde. Al punto que los ponen a prueba y los desafían tomándoles el tiempo que tardan en terminar una prenda, según detallan ellos mismos.

Por supuesto que ambos chicos saben que no hay muchos varones que tejan y son conscientes también que mucha gente puede ver lo que hacen como "algo de gente grande”. Pero ellos, con personalidad y orgullosos de sus habilidades, siguen ávidos por aprender y fundamentalmente por poder abrigar a los demás. No les importa lo que digan. Ellos saben que es algo que tiene un buen fin. Es más hasta difunden su secreto para que otros los imiten. "Es cuestión de paciencia y de práctica. Una vez que uno aprende, sale casi solito”, dicen los chicos que ahora proyectan seguir tejiendo juguetes a crochet y ajuares para bebés. Si alguien puede pagarles bienvenido será ese dinero para seguir comprando lanas, si no, como siempre lo regalarán. También les interesa aprender a tejer juguetes y animalitos a crochet.

Claro que fuera de esta particularidad son chicos como cualquier otro. Demetrio -que es hijo de Yanina que es policía- ya dejó de lado sus aspiraciones de ser abogado, para enfocarse en la Dirección de Cine u otra carrera que tenga una cuota cultural o artística, ya que el chico ha incursionado en la gimnasia en telas, aunque también en rugby y natación. Francisco, ahijado de Yanina, quiere ser como ella, policía y si no futbolista.  

También tienen en claro otra cosa: quieren seguir tejiendo para quien lo necesite. Eso terminaron de corroborarlo el sábado 11 de agosto pasado, cuando llegaron al Hogar de Ancianos con las donaciones que ellos mismos hicieron. Llegaron a tejer entre 30 y 40 bufandas, gorros y chales, alguna boina, una capita y un par de polainas, que sumaron a otro tanto que aportaron las compañeras, las seños y algunas señoras que van a los talleres de tejido de Las Paulas, el local en dónde dejaron una de las cajitas para recibir donaciones. 

Aprendizaje sin fin

 

El gran tesoro. Todas estas prendas son las que tejieron los dos primos para donar a los abuelos en el Hogar de Ancianos.

 

Tal es el entusiasmo con el tejido que el proyecto "Tu lana me abriga” o como ellos le llaman "Tejiendo Solidaridad” fue la propuesta que el grado llevó a la Feria de la Ciencias. La idea pasó la instancia escolar y a esta altura del calendario, está compitiendo con otras escuelas del departamento Rivadavia. El sueño de los protagonistas de esta historia es que su idea se replique en todas las escuelas para que puedan abrigar a los abuelos del hogar de ancianos pero además a otros abuelos y niños.

Mientras tanto, no sólo siguen tejiendo en sus casas, sino que además se las ingenian para mejorar sus obras: juntan de a dos telares para hacerlo más productivo o se sientan enfrentados para tejer al telar en conjunto, uno pasa la lana y el otro la devuelve con otra pasada.

Pero no es todo. Como su avidez por saber más parece no tener límites, aceptaron gustosos y felices, la propuesta de Claudia y Fabiana, las dueñas de Las Paulas -uno de los negocios especializado en lanas y tejidos que está a metros del Centro Cívico-, de darles clases gratuitas y responder a todas sus inquietudes. Saben que allí se pueden perfeccionar y aprender otras técnicas.