A miles y miles de kilómetros del territorio argentino, hay cientos de fanáticos que no dudan en ponerse la camiseta celeste y blanca, el gorro y la vincha a tono cada vez que juega la Selección que dirige Alejandro Sabella. Sería algo lógico tratándose de argentinos que viven en el exterior. Sin embargo, lo llamativo en estos casos es que los protagonistas no tienen pasaporte argentino y sus palabras en castellano no fluyen naturalmente en su hablar. Es más algunos de ellos tan solo conocen el país por fotos. Eso sí, por sus venas, corre "sangre argentina" o mejor dicho sanjuanina y eso se hace notar en cada partido.
Son las historias de los niños Plante-Monetta, los Hanna-Rotman y los Páez-Díaz que desde Quebec en Canadá, Sderot (a tan sólo 1 kilómetro de la Franja de Gaza) en Israel y Nueva Jersey en Estados Unidos, le dan aliento a los jugadores argentinos. Como ellos, seguramente habrá muchos más embarcados en el mismo deseo: ver al país de sus padres y sus abuelos ganar el Mundial. Para eso, vivan desde la distancia. Pero con todo el corazón.
La hinchada de Canadá
En Canadá se sabe que en estos momento hay un Mundial de Fútbol, pero para buena parte de la población pasa desapercibido. Es que allí el deporte nacional es el hockey sobre hielo, entonces las jugadas sobre la cancha de césped no generan demasiado interés ni pasión para la mayoría de los locales. Salvo para los Plante-Monetta que no se pierden ni un resultado de un partido, especialmente aquellos dónde Argentina es la estrella. Eso que ni siquiera tienen televisión en casa (por una decisión de los adultos de la familia para que los niños dediquen su tiempo a jugar al aire libre por ejemplo) pero se las ingenian para que la compu, la tablet o el artefacto tecnológico que esté a mano esté conectado a wi-fi para no perderse ni un detalle de los 90 minutos.
Eso no es todo. Esta familia que vive en Quebec, luce orgullosa los colores celeste y blanco en la puerta de casa, donde pusieron una bandera para alentar a la selección. Y ellos mismos -desde abril pasado que el tío Pablo y el abuelo Alfredo les enviaron una encomienda con las camisetas originales y alfajores- se embanderan cada vez que pueden. También llevan estadísticas, hacen apuestas para ver quien será el campeón (la final Argentina y Brasil figuran en sus predicciones por supuesto) y hacen lo posible para contagiar a sus amigos del barrio y de la escuela para hablar del mejor fútbol del mundo.
Ahora, la pregunta del millón es el por qué de semejante fanatismo: ¿Será, quizás, porque Laura, la mamá de este verdadero equipo de fútbol (comandado por su esposo canadiense Denis y sus hijos francoparlantes Nicolás de 11 años, Lucas de 9 y Manuel de 3) es argentina? No quedan dudas. Ella nunca fue tan seguidora de un mundial como hasta ahora porque es "una gran oportunidad para contarles vivencias y costumbres, para transmitirles mi orgullo por mi país y para despertar en ellos el sentimiento de pertenencia a la Argentina. Como dice Nicolás, él nació en Canadá pero también es argentino”, cuenta a la distancia esta sanjuanina que partió al norte del continente a fines de los "90 para perfeccionarse como fonoaudióloga. Allí conoció a un bandeonista fanático de la Argentina y el tango -a punto tal que en la fase de grupo se pintó la cara con los colores celeste y blanco- con quien formó esta familia.
"Mi mamá dice que en San Juan hay mucha pasión y que gritan fuerte cuando hay un gol y festejan. A mí me encanta cómo juegan al fútbol en Argentina”, resume Nicolás sus sensaciones. Fanáticas, sin lugar a dudas.
Partido y asado, un "ciclón” mundialista en Tierra Santa
"El que quiera venir a casa a ver fútbol puede hacerlo. Eso sí, si no viene con la camiseta argentina, no entra”. Esa es la regla de oro para ingresar al Kibutz Or Haner -una de las típicas granjas comunitarias ubicadas al suroeste de Israel, en la localidad de Sderot- por estos días o mejor dicho por estos atardeceres-madrugadas, ya que por la diferencia horaria los partidos se transmiten en Medio Oriente, entre las 19 y las 4 de la madrugada. Semejante precepto se respeta porque buena parte de la población -más de 630 habitantes- de esta especie de cooperativa es argentina, por ende allí se respira fanatismo mundialista. Por supuesto que los Hanna-Rotman, una de esas tantas familias, cumplen la norma a rajatabla. Y eso no se limita a la pareja de Jaim y Judith que son argentinos -él porteño, ella sanjuanina que emigraron cada uno con sus familias entre las décadas del "80 y del "90- sino que incluye a Nimrod (11), Becky (de 8 años) y el más pequeño, Saar (de 5 años) que "mamaron argentinidad” desde la panza, pese a que su nacionalidad es otra.
"En Israel hay furor por el Mundial pero no tanto como en Argentina. La gente se junta en bares a ver partidos, pero no pasa más allá de esto. Creo que sería muy distinto si Israel llegara a un Mundial, como ocurrió en 1970. Eso sería una fiesta nacional. Mientras tanto, la fiesta nos la estamos haciendo nosotros que por cábala nos juntamos con un grupo de amigos israelíes, descendientes de marrocanos, tunecinos, yemeníes e ingleses inclusive, a los que tenemos obligados a hinchar por la Selección Argentina, sí o sí. Por suerte se prendieron no solo por la pasión que ven en nosotros sino porque además les gusta el ritual de comer asado y tomar cerveza en cada partido. Además todos también nos ponemos nuestras remeras, hacemos carteles para alentar a Argentina escritos en hebreo y nos pintamos las caras. Eso nos hace revivir el mundial mas cercano de nuestros corazones, el del México "86”, rememora Judith, vía mail.
Por herencia paterna, los varones de esta casa no solo gritan por Messi, sino que entre los favoritos del Mundial, figuran Ezequiel Lavezzi y Pablo Zabaleta, que antes de llegar al fútbol europeo, hicieron sus primeras armas en San Lorenzo, al que siguen "a sol y a sombra”, a punto tal que Jaim y sus hijos son parte de la primer Peña del Ciclón fuera de la Argentina, justamente en Israel.
"A mí me encanta el mundial y los tres mejores jugadores. Tengo un grupo en whatsapp con amigos de la escuela donde hablamos de cómo juegan estos argentinos”, da su opinión Nimrod, cuyo mayor deseo cumplido fue conocer en el 2012 -en su primer viaje a la Argentina- la cancha de los "cuervos”.
Banderazo sobre el Río Hudson
Ante la mirada curiosa de muchos de sus compañeros de la High School (secundario), Santiago fue a clases el miércoles pasado con la remera de la Selección Argentina. Obvio, no iba a perderse la oportunidad de mirar los goles de Messi -su jugador favorito no sólo por su buen desempeño en la cancha sino además por ser argentino- vistiendo su misma camiseta. Algo parecido le pasó a su hermano Matthew, que va a la primaria.
Por primera vez, en 14 años de estadía en ese país, en las escuelas de Estados Unidos se permitió ver los partidos de fútbol del Mundial, juegue o no, su equipo, según informa a la distancia Daniela Díaz, la mamá de estos chicos, una sanjuanina que no se pierde detalle alguno de los enfrentamientos en las canchas de fútbol brasileras.
Ella se fue del país en el año 2000 junto a sus dos hijos mayores Facundo (que en ese entonces tenía 5 años, hoy 19) y Santiago (que tenía 2). Luego de superar algunas situaciones, la vida le puso en el camino a un sanjuanino, en Estados Unidos, a miles de kilómetros del lugar de origen de ambos. De la relación con Gastón Páez nació una familia, con la llegada, algunos años más tarde, de Matthew (hoy 9 años) y Alexander (5). Allí es donde vive y donde la última semana, por ejemplo, se dio el gusto de desplegar con sus hijos una bandera argentina frente al río Hudson, un ícono yanki. Fue el modo de festejar el paso a los octavos de finales de Argentina.
"Al Mundial lo estamos viviendo de una forma muy especial en New Jersey. Con mi familia, vivimos cada partido con mate de por medio, bandera desplegada, sintiendo que se nos sale el corazón cuando escuchamos el himno. En casa, como en la de todos los argentinos todos somos técnicos, entonces les gritamos a los jugadores, nos enojamos como si estuviésemos dentro de la cancha y por supuesto,saltamos de alegría con cada gol. Hemos llegado a asustar a los vecinos con nuestras reacciones porque no hay que olvidarse que los "gringos” son muy reservados”. Lo bueno es que los seis reaccionamos de igual forma", dice riéndose de sí misma Daniela.
Tanto los más grandes como los más pequeños de la familia reconocen en Messi a un genio y a una buena persona. "A la distancia la pasión se hace más grande y más fuerte”, agrega.

