(Foto: Maximiliano Huyema)

Cada 24 de diciembre, en la casa de los Majsun Gómez, en lugar de la cena opípara y la reunión alrededor de la mesa decorada, hay un brindis rápido y un saludo cariñoso, minutos antes de las 12. Después de ese ritual, hay corridas y mucho trabajo de por medio para llegar a tiempo de cargar bolsas de donaciones, un parlante y hasta un almohadón en el que se ubicará su propio Papá Noel, en la camioneta o el auto que esté disponible. Así eligen ellos pasar la Nochebuena: Haciendo solidaridad y compartiendo un momento especial, ya que sólo reparten abrazos, tutucas y caramelos, con los que no recibirán grandes regalos, con quienes pasan un momento difícil o están alejados de sus casas y por estar cumpliendo sus tareas no pueden celebrarlo en familia. Están convencidos que a la vuelta de un recorrido por las calles de Pocito, tendrán tiempo de festejar con verdadero espíritu navideño.

Vale aclarar que los Majsun Gómez han dado claras muestras de ser personas solidarias, son el primer nexo que tuvo la Fundación del Hospital Garraham en San Juan (a partir que Jenny tuvo que ser intervenida quirúrgicamente en ese nosocomio en varias oportunidades ver Un corazón especial-) y como tal, los pioneros en la recolección de tapitas plásticas y otros elementos para reciclar y obtener fondos para esa institución. 

Hace 20 años que Laly, la iniciadora de esta particular costumbre familiar, repite este ritual. Al principio y en la intimidad de su casa, ella se ponía el traje de Papá Noel. Con el tiempo se fue sumando su sobrina Jenny (que llegó a reemplazarla cuando Laly se radicó en La Pampa), su mamá, su papá, su hijito, sus hermanos y otros parientes que gustosos se unen a la iniciativa. Cada uno cumple un rol: se convierten en personajes del pesebre en algunos casos o en duendecitos para ayudarle a repartir los humildes regalitos dulces. Otros solo van en la caravana avisando que ya llega Papá Noel.

Todo empezó cuando su sobrino Nico volvió del jardín diciendo que en la escuela le había dicho que Papá Noel no existía. A Laly se le "estrujó el corazón” porque consideraba que era bueno mantener la inocencia del pequeño y la magia de estas fiestas. De todos modos, ese "cachetazo” de realidad fue el puntapié inicial para revertir las próximas Navidades de Nico.

"En ese entonces yo hacía el trasnoche en una radio de Pocito. Entonces cenaba rapidito y antes del brindis ya me iba a trabajar porque las noches de fiestas como Nochebuena y Año Nuevo son especiales en las radios. Lo sabían todos y no les extrañaba mi ausencia. Esa noche, me despedí un ratito antes y para sorpresa de todos, aparecí por la puerta del costado de mi casa, vestida de Papá Noel y le entregué un regalito a Nico. Fue una gran alegría familiar. Especialmente para ese niño, que con los años me confesó que él se había dado cuenta que era yo, pero que disimuló para seguir el cuentito que lo hizo tan feliz en su infancia”, cuenta Laly.

A partir de esa noche jamás dejó de hacerlo hasta ahora. Es más esta sencilla experiencia se multiplicó en el barrio y entre sus conocidos ya que todo aquel que se enteraba que ella se ponía en la piel de este personaje, le pedía que pasara por su casa. Inclusive, la idea original fue encontrando la veta solidaria y generosa que caracteriza a la familia. "Al año siguiente se nos ocurrió empezar a salir por las zonas cercanas a mi casa, inclusive la Villa Aberastain y otros lugares dónde la gente trabaja pese a las fiestas, para llevarles alguna cosita dulce”, detalla la mujer que reconoce que han llegado a grabar una especie de saludo y a poner música alusiva en el auto para que la gente salga a las calles para recibir su bolsita de golosinas.

"Siempre es auspicioso creer en algo. Sea Papá Noel o el personaje que sea. Nosotros lo hacemos con amor, sin otro objetivo. Y es emocionante ver las caritas de los niños felices y hasta de los adultos enfermos o cumpliendo sus tareas que por un ratito se olvidan dónde están al recibir este cariño”, dice feliz.

Como los Majsun no siempre tienen movilidad propia para salir por las calles de Pocito, tienen que pedir ayuda. De todos modos, Laly reconoce que nunca se quedó a pie. "Siempre aparece un alma caritativa que nos lleva y que cumple con este gusto que nos damos como familia”, segura. En este diciembre de 2018 será la camioneta de Miguel Delgado, la que recorra las calles.

Para sumarse

Para poder llegar a más gente generalmente arman unas 1500 bolsitas de caramelos- piden ayuda a toda la comunidad. Sólo necesitan paquetes de tutucas y caramelos masticables para endulzar la Navidad y darle un toque de magia y alegría a quienes tienen poco o nada para compartir o para quienes pasan un duro momento en sus vidas. Incluso se acuerdan de quienes están trabajando esta noche de fiesta y no pueden celebrarlo con sus familias, como los médicos y enfermeros de guardia del Hospital de Pocito o los guardiacárceles de la Policía.

Sólo entregan golosinas (no chupetines ni alfajores) y en algunas oportunidades unos angelitos artesanales que arman ellas mismas.

Los interesados pueden acercar las golosinas a calle Storni 83, entre 11 y Rawson, en Pocito o contactarse para acordar un lugar de entrega al 2644112642.

Reciben las donaciones hasta el mismo 24, un rato antes que den las 12.

Un corazón especial

Jenny Rodríguez Majsun nació con una fístula nasal, una especie de "pelotita” al costado de su nariz que no dejaba de drenarle líquidos que le provocaban infecciones. Una rareza para la medicina que no le encontraba solución, pese a que fue tema de un Congreso Mundial. Desde bebé pasó por 3 operaciones en San Juan para extirparle ese crecimiento pero fue en vano, volvía a aparecer. Entonces le propusieron llegar al Garraham, la meca de la medicina pediátrica dónde un reconocido médico tenía experiencia en estos casos únicos. Mucho esfuerzo de por medio y un toque de suerte porque el médico en cuestión estaba por jubilarse pero hizo una excepción con la pequeñita que fue su última paciente, hicieron realidad el sueño de su mamá, su tía Laly y su abuela Mabel especialmente. Allí la operaron dos veces más, sin costo alguno, gracias a la intermediación del director del Garraham. Quizás por eso Jenny y toda su familia quedaron tan agradecidas que de alguna manera sentían que estaban en deuda y tenían que devolver tanta gratitud.

Por eso, cuando escucharon que el Garraham juntaba tapitas, papeles y llaves para vender como material reciclado y así juntar fondos para hacer diálisis, operaciones y mantener la casa donde se alojaran los pequeños que llegaban desde el interior, no tuvieron dudas en crear el grupo Mas tapitas.

En el año 2000 juntaron 35.000 tapitas. En el 2011 llegaron a las 17 toneladas. A Jenny el dieron de alta en el 2013, pero aún su corazoncito está ligado a la institución que la curó. Ahora pasó a 6º año de la Escuela Froilán Ferrero de Pocito y está a unos pasos de empezar a estudiar medicina o veterinaria para así ayudar a la gente o a los animales, una tarea que hace, sin título, desde pequeña, con ayuda de toda su familia y de todo corazón.